(Versión analizada: Stadia)
Un niño y su madre se ven obligados a escapar de su hogar, una granja, cuando ésta es asaltada por un grupo de bandidos. Para ponerlo a salvo del peligro, la mujer decide dejar a su hijo en un monasterio cercano, con la esperanza de que sus ocupantes cuiden de él y le proporcionen una correcta educación.
Sin embargo, el chaval, lejos de resignarse a esa nueva vida, hará todo lo posible por escapar y reencontrarse con su madre. Un propósito más complicado de lo que uno podría llegar a imaginar a simple vista.
¿En qué consiste?
El Hijo es un videojuego de sigilo, con un comienzo simple a más no poder. Tenemos que evitar que los monjes nos vean, lo que, trasladado al estilo jugable, significa que debemos mantenernos fuera de su cono de visión, al más puro estilo Commandos.
Los enemigos son bastante idiotas. Pueden estar a un metro de nosotros, que, mientras nos quedemos en la oscuridad, no nos van a ver. Eso sí: como pillen al niño, se acabó; toca regresar al último punto de control. No podemos atacar ni luchar. Ni siquiera contamos con elementos de defensa, como en République. Al fin y al cabo, es un chiquillo de seis años contra adultos. Lo único que puede hacer es lanzar piedras para distraerlos, colarse por debajo de las mesas u ocultarse dentro de barriles.
Con el paso de las misiones, El Hijo se vuelve algo más complejo: diferentes tipos de enemigos, más objetos de los que ayudarnos para pasar desapercibidos… No es mucho, pero suficiente para entretener las seis horas que dura.
¿Cuáles son sus puntos fuertes?
El uso que hace del sigilo y los escenarios le dan aspecto de juego de puzles. Es ahí donde se vuelve interesante.
Además de llegar al final de cada escenario, podemos afrontar el reto opcional de encontrar a todos los demás niños. No voy a decir que sea algo importantísimo, pero le aporta una pequeña dificultad de la que el resto del título adolece, por lo que lo considero, cuanto menos, recomendable.
Lo que se presenta como la historia de un gamberrete que pretende huir de sus cuidadores, evoluciona de forma escalofriante sin necesidad de diálogos ni líneas de texto. Basta con ver lo que sucede a nuestro alrededor para darnos cuenta de que… Bueno, no os lo voy a desvelar, ¿verdad?
Algunos escenarios pueden superarse por distintos caminos.
¿En qué debería mejorar?
Su jugabilidad es muy mejorable. El sistema de coberturas falla mucho porque los botones funcionan cuando quieren. Es una suerte que sea un juego muy fácil, pues, de lo contrario, podría resultar desesperante. Más de una vez me han pillado porque el botón de «esconderse» no respondía. A veces no queda claro si el niño está de pie o agachado. Algunos enemigos te ven fuera de su campo de visión. Incluso podría añadir, aunque esto es más discutible, la capacidad de los coyotes para oír movimientos milimétricos…
Su apartado sonoro deja muchísimo que desear. No hay ninguna diferencia entre jugarlo con el volumen activado o desactivado. De lo peor que he visto nunca en este aspecto.
El nivel 29 es un horror. ¿En qué estaban pensando? No hace justicia al estilo de todo lo anterior.
Valoración final
Más allá del principio, que me hizo dudar si continuar o abandonarlo, y del final, que es horrible, El Hijo se puede considerar un juego de sigilo entretenido para un par de tardes.
No me molesta su simpleza, pero sí sus múltiples defectos jugables. No basta con la idea, amigos; es necesario desarrollarla de forma correcta. Tenéis suerte de que me haya vuelto tan indulgente en los últimos años.
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