Relato: La Sombrerera
Relato: La Sombrerera
Fecha de publicación: 30 de julio de 2022
Autor: Chris H.
Categoría: Relatos
Etiquetas: Relatos
Fecha de publicación: 30 de julio de 2022
Autor: Chris H.
Categoría: Relatos
Etiquetas: Relatos

La Sombrerera

  Hayley podría pasar por una joven normal y corriente. Comportamiento modélico, buena estudiante, amiga fiel, siempre alejada de problemas… Una vida con la que se sentía satisfecha. Nunca le faltó de nada. Felicidad plena.
  Sin embargo, había algo que diferenciaba a Hayley del resto del mundo: su forma de combatir el aburrimiento. Todo comenzó como un simple juego, que, con el tiempo, acabó convertido en costumbre; en un rasgo que la definía, por su originalidad, hasta el punto de ganarse aquel apodo por el que, desde entonces, todos la conocerían.
  La peculiaridad de Hayley surgió un viernes como otro cualquiera, cuando ella y sus amigas se disponían a pasar la tarde en el cine. Pese a que habitualmente solían coincidir, o, en su defecto, ceder ante la voluntad de las demás, en aquella ocasión tuvieron dificultades para ponerse de acuerdo. Cualquier otra persona habría zanjado el debate lanzando una moneda al aire o separándose en dos salas distintas, y aquello habría quedado olvidado en cuestión de minutos…, pero Hayley tuvo una idea diferente. La chica, que solía vestir con sombreros de tipo boina, propuso aprovechar la versatilidad de esta prenda para elegir cuál de todas las películas verían ella y sus amigas. Lo que hizo Hayley fue introducir en su sombrero chicles de dos sabores, aún envueltos, cada uno de ellos asociado a una película, que procedió a remover con la mano antes de extraer el ganador. La decisión había sido tomada.
  Por algún motivo, quizá asociado al buen ambiente y las ganas de divertirse, a todas les hizo gracia que fuese un sombrero quien decidiese por ellas. En el grupo se instauró la broma recurrente de pedirle a Hayley que resolviese sus dudas mediante sorteo, usando para ello cualquier objeto que tuviesen a mano. Así fue como nació la Sombrerera.
  Hayley, lejos de ofenderse, adoptó su nuevo papel con humor. Siempre encontraba la manera de sacar a relucir su nueva “habilidad”, por intrascendente que fuese el objeto a debatir. Tanto es así, que, con el tiempo, comenzó a utilizarlo para tomar sus propias decisiones. Esos sombreros la convertían en una persona especial; la hacían destacar, aunque sólo fuese por unos instantes, cuando Hayley se convertía en la Sombrerera.
  Con el objetivo de mantener viva la llama de su protagonismo, Hayley ideó un nuevo propósito para la Sombrerera. Creó un juego, una forma de entretenimiento, que consistía en realizar una acción siguiendo las indicaciones del sombrero. En la práctica, lo que hacía era meter en el sombrero varios papelitos, cada uno de ellos con una palabra, y extraer tres. Finalmente, debía actuar en función de las tres palabras elegidas por puro azar. Si las palabras eran “cantar”, “perro” y “flor”, Hayley improvisaba una canción sobre un perro que vendía ramos de flores. Si las palabras eran “escribir”, “luna” y “casa”, Hayley creaba un poema sobre el cielo nocturno visto desde su habitación. Las posibilidades eran limitadas, aunque cada vez más amplias, pues todos querían participar en la ocurrencia de la Sombrerera.
  Lo que en un primer momento no era más que un juego entre amigas, se convirtió en una costumbre del día a día de Hayley. Incluso después de que todo aquello de la Sombrerera dejase de hacer gracia, la chica lo mantuvo en su vida privada. Cada mañana, introducía todos los papeles en un sombrero y extraía tres cualesquiera. El resultado se convertía en un reto para ella, a veces sencillo, a veces complicado, pero que, con un poco de imaginación, siempre se veía capaz de superar.
  La Sombrerera, como personaje ficticio, desapareció casi por completo de la vida pública, aunque mantuvo intacta su influencia en la mente de Hayley. Ella se encargó de que así fuese. Lo que debió ser recordado como una broma puntual entre amigas, acabó tomando la forma de obsesión. Hayley necesitaba superar su reto diario. Hasta que lo conseguía, se sentía intranquila. Era la mayor de sus prioridades. Que le divirtiese hacerlo no era justificación para la ansiedad que le producía. En vez de imponerse, fue la propia Hayley quien acabó doblegada ante su álter ego.
  El resultado de los sorteos era inquebrantable. No había una segunda oportunidad, sin importar que las palabras resultantes no estuviesen relacionadas entre sí. Una vez dictada sentencia, no quedaba otra opción más que la de obedecer. Y esto, con el tiempo, se convirtió en un problema.
  “Robar”. “Móvil”. “Ellie”. La Sombrerera observó aquellas tres palabras con indiferencia. Fácil o no, aquel era su reto diario. El sombrero lo decidió. Y no era una propuesta, sino una orden. Para cumplirla, la Sombrerera debía robar el teléfono móvil a su amiga Ellie. Los papeles no dejaban lugar a dudas.
  La pobre Ellie tuvo que comprarse un nuevo teléfono móvil. Nunca supo que pasó con el anterior. La Sombrerera ejecutó su misión a la perfección, sin cuestionarse si lo que hacía estaba bien o mal. No importaba. Era una prueba que debía superar, sin más. ¿Hubiese preferido no hacerlo? Más bien, hubiese preferido que saliesen otras palabras. Pero sucedió así, y punto. No podía regresar al pasado y cambiar el resultado del sorteo.
  Cuando la policía encontró el cuerpo sin vida de Kirsty dentro de su coche, en el garaje de su casa, concluyeron que se trataba de un suicidio. Inhaló monóxido de carbono hasta perder el conocimiento, y nunca volvió a despertar. La muerte dulce, lo llaman. ¿Quién podría relacionar a su compañera de universidad, con la que apenas tenía relación, de ser la causante de aquel horrible desenlace? Una vez más, la Sombrerera se salió con la suya.
  Si hubiese parado ahí…
  Meses después, tras cambiar sus coloridos vestidos de primavera por el monótono naranja del uniforme presidiario, la Sombrerera confesó haber cometido más de treinta crímenes antes de ser atrapada. Se declaró culpable en calidad de ejecutora, aunque no de planificadora. Incluso, se consideraba a sí misma una víctima del sombrero. Era él quien le dictaba qué debía hacer. ¿Qué alternativa tenía? ¿Negarse, y terminar aplastada por la ansiedad de su interior? Claro que no. Era parte de su idiosincrasia como la Sombrerera. Culparla por obedecer al sombrero sería como forzarla a reprimir sus ganas de ir al baño.
  Tras las pertinentes evaluaciones psicológicas, la Sombrerera fue trasladada a un lugar más apropiado para ella: un hospital de salud mental.
  Lo que nunca nadie llegaría a descubrir, su mayor secreto, era que jamás introdujo en el sombrero más de tres papeles al mismo tiempo.


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4 Comentarios

  1. Mikke

    Muchas gracias,

    Me ha gustado mucho el relato.
    He leido otros tuyos anteriores y siempre me sorprenden.

    Responder
    • Chris H.

      Gracias por comentar, Mikke. Haré lo posible por seguir sorprendiéndote.

      Responder
  2. J. Bartolo

    No he leído todos tus relatos pero estoy encontrando una coincidencia o constante en las que he leído. Como en la chica de los tacos, este relato empieza con algo juguetón o inocente y da un giro macabro, todo por no poder controlar una habilidad o actividad que debio frenarse desde un inicio

    Felicitaciones

    Responder
    • Chris H.

      No te falta razón, tienen cierta similitud, aunque el anterior estuviese enfocado desde el humor.

      Si sigues leyendo relatos verás que no siempre es así.

      Responder

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4 Comentarios

  1. Mikke

    Muchas gracias,

    Me ha gustado mucho el relato.
    He leido otros tuyos anteriores y siempre me sorprenden.

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    • Chris H.

      Gracias por comentar, Mikke. Haré lo posible por seguir sorprendiéndote.

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  2. J. Bartolo

    No he leído todos tus relatos pero estoy encontrando una coincidencia o constante en las que he leído. Como en la chica de los tacos, este relato empieza con algo juguetón o inocente y da un giro macabro, todo por no poder controlar una habilidad o actividad que debio frenarse desde un inicio

    Felicitaciones

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    • Chris H.

      No te falta razón, tienen cierta similitud, aunque el anterior estuviese enfocado desde el humor.

      Si sigues leyendo relatos verás que no siempre es así.

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