Escribo esta entrada para informaros del inicio de mis vacaciones. En las próximas dos o tres semanas no haré otra cosa más que relajarme y descansar. Me lo he ganado.
Eso es lo que me gustaría deciros. Pero lo cierto es que tales palabras no saldrán nunca de mi teclado, salvo que pretenda tomaros el pelo. Las vacaciones desaparecieron de mi vocabulario tan pronto como me interné, con carácter profesional, en el intenso mundo de la escritura. Durante todos estos años no he parado ni dos días seguidos. Y cuando he juntado más de veinticuatro horas sin hacer nada, algo poco habitual, me he sentido extraño e incómodo. Culpable, añadiría.
Bueno, vale, voy a seros sincero. En realidad, sí que uso la palabra «vacaciones». La empleo, por ejemplo, para referirme al tiempo que paso en el pueblo de mis abuelos. Allí desconecto de la rutina. Lo cual no evita que trabaje todos los días desde el ordenador portátil; en ocasiones, incluso, quedándome despierto hasta las tantas de la madrugada, que es el único momento en que disfruto de unos instantes de silencio y tranquilidad. Siempre hay tiempo para escribir un par de líneas, revisar, hacer publicidad o lo que corresponda en ese momento.
Es curioso, pero os prometo que he alcanzado un estado mental en el que no sufro ansiedad por la obligación de trabajar todos o casi todos los días del año. Y el motivo de mi (relativa) tranquilidad se sustenta en la falsedad de dicha obligación. Me explico. ¿Qué pasa si no trabajo dos días seguidos? ¿Qué pasa si no trabajo en toda una semana? ¿Voy a perder dinero? ¿Alguien me va a regañar? ¿Notaré la más mínima diferencia a corto o medio plazo? Nada, nada, no, no y no. Esas son las respuestas a las preguntas.
No me importa no tomarme vacaciones, porque sé que podría tomármelas cuando quisiera. Así funciona la mente.
En el momento de escribir este artículo, tengo cincuenta y seis libros publicados, más otro terminado, a la espera de que llegue su turno. Habrá quien considere que es una cifra lo suficientemente elevada como para permitirme un par de semanas de vacaciones reales, sin pensar en nada relacionado con el trabajo. Si eres de los que opinan así, permíteme decirte que no puedes estar más equivocado/a. No creo que cambie mi situación en los próximos meses, ni tampoco en los próximos años. En algún momento, esa cifra aumentará hasta los setenta u ochenta libros. Quién sabe, quizá supere la centena. ¿Cogeré vacaciones entonces? Habría que preguntar al Chris del futuro, pero el del presente alberga más que serias dudas. ¿Por qué iba a cambiar una dinámica que no considero nociva? Sarna con gusto no pica.
En próximas entradas os hablaré sobre la flexibilidad de horarios y la inspiración. Tal vez entonces terminéis de comprender por qué no me es posible, ni tampoco necesario, desconectar de mi trabajo. ¿Vacaciones? No, gracias.
Las peores vacaciones son las forzosas, cuando trabajas para alguien y no entran proyectos. Un día mola. Dos ok. Pero ya al tercer día estoy comiéndome las uñas.
Porque la regla de oro de las vacaciones es que, al volver, tendrás que hacer el trabajo acumulado.
Real.
Que bien que la tranquilidad de disfrutar lo que haces sin sufrir o esperar por tomar unas vacaciones. Yo espero algún día las tomes y aproveches para venir a México, o si no es por vacacionar, que sea como una gira para presentar algún libro o dar autógrafos
Aunque al mismo tiempo, no puedo evitar sentir un estremecimiento con entradas como esta, pues suenas cada vez más a villano de James Bond
Cuidado, que nada tiene que ver no tomar vacaciones con dormir poco. Descansar bien es fundamental, una de las bases de mi buena salud y estado de forma (junto con el deporte, la alimentación saludable, mantenerme alejado de todo tipo de drogas y no escuchar trap, valga la redundancia).
Lo bueno es que podría ir a México tanto tiempo como quisiera y trabajar desde allí. O a Japón. O a la Luna. Lo único que necesito es mi ordenador portátil. Eso, y que los viajes fuesen gratis.
Aunque no es raro que mencione o bromee acerca de tu relación con el sueño, en este caso mi intención era otra. Con el video más bien quería señalar el parecido entre las implicaciones sobre su vida en general de la frase del villano (evitar tomar un descanso de un “trabajo” que disfruta y en el que está “viviendo su sueño”), y ciertas frases de la presente entrada (como “Durante todos estos años no he parado ni dos días seguidos. Y cuando he juntado más de veinticuatro horas sin hacer nada, algo poco habitual, me he sentido extraño e incómodo. Culpable, añadiría.”, o “¿Vacaciones? No, gracias.”). Mea culpa no haberme explicado (a esto sumarle además otras de tus polémicas declaraciones sobre tus potenciales actividades criminales, como las que discutíamos recientemente en uno de tus streamings).
“Lo bueno es que podría ir a México tanto tiempo como quisiera y trabajar desde allí.”
Huy, pues si vas a hacerlo que sea pronto, que no eres el primero al que se le ocurre tan poca brillante idea, y podría no ser tan fácil en el futuro cercano…
https://aristeguinoticias.com/1309/mundo/beneficio-o-amenaza-cdmx-lidia-con-creciente-ola-de-nomadas-digitales-extranjeros
Es lo que te digo, se puede trabajar todos los días y aun así estar bien descansado y con la mente despejada. La clave es organizarse día a día. Ya profundizaré en la entrada de la flexibilidad de horarios. Podréis ver el infierno en el que vivía antes y lo mucho que he mejorado con los años.
Si en México no quieren turistas digitales, habrá que volver al plan iniciar: irme a vivir al pueblo. Vacaciones todo el año… sin dejar de trabajar ni un solo día.