En internet, cuando alguien se pone en contacto conmigo, suele ser para interesarse por las guías argumentales. Ya sea para comprarlas, para preguntarme dudas, o incluso, lo más bonito de todo, para felicitarme o darme las gracias. En persona, sin embargo, sucede todo lo contrario. Quien me pregunta, suele centrar todo su interés en las novelas. No quieren que les hable de Metal Gear. No quieren que les hable de Kingdom Hearts. No quieren que les hable de Resident Evil. No quieren que les hable de The Last of Us. No quieren que les hable de la traducción de Final Fantasy XIV, aunque me haya llevado más de un año de vida…
«Vale, pero ¿cuál es tu último libro de verdad?».
He tenido que enfrentarme a esas palabras en más de una ocasión. A veces, pronunciadas de forma más sutil. Otras veces, con exactitud. No hace falta que os diga que se refieren a las novelas. Lo cual, por supuesto, es respetable. Es lógico que cualquier persona no aficionada a los videojuegos, o que solo juega a títulos sin historia, no tenga interés alguno en las guías argumentales. Pero eso no convierte a estas últimas en «libros de mentira».
Las guías argumentales no poseen el mismo componente artístico que las novelas, pero no son libros menos valiosos. Tienen el mismo amor por mi parte. La misma dedicación absoluta. Y, además, son los libros que me permiten dedicarme a la escritura.
No soy escritor por escribir libros, del mismo modo que no soy cocinero por prepararme la comida, ni fontanero por arreglar una fuga de agua. Soy escritor porque esta es mi profesión. Y esta es mi profesión gracias a las guías argumentales. Si solo escribiese novelas, no podría llamar a mi labor más que «afición», pues las ventas apenas me dan para cubrir el coste de las ilustraciones de portada. Ojalá fuese al revés; pero la realidad es la que es. Por ese motivo, y no otro, a día de hoy tengo cincuenta guías argumentales publicadas, por solo doce novelas. Por eso, al dividir el tiempo de escritura, siempre salen ganando, y con diferencia, las guías argumentales. Porque son libros muy de verdad. Son los libros en los que he depositado mi esperanza y mi futuro. Son libros. Claro que son libros. Miles de compradores respaldan esta afirmación. Mejor aún: yo la respaldo. No con palabras, sino con mi propio ser.
Además, con lo bonita que es la palabra «novela», ¿qué necesidad hay de buscarle sinónimos?
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