Guía argumental de The Secret of Monkey Island – Parte 1
Guía argumental de The Secret of Monkey Island – Parte 1
Fecha de publicación: 28 de marzo de 2025
Autor: Chris Herraiz
Etiquetas: Monkey Island
Fecha de publicación: 28 de marzo de 2025
Autor: Chris Herraiz
Etiquetas: Monkey Island
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Capítulo S.1 – ¡Quiero ser pirata!

  Guybrush Threepwood sueña con convertirse en pirata. Para tal fin, ha viajado a la isla Mêlée, donde la piratería está tan bien vista como cualquier otro oficio. Sin embargo, por algún motivo, no se ve ni un solo barco pirata navegando los mares que rodean aquella isla. ¿Habrá sucedido algo?
  El pueblo de Mêlée está situado en el extremo sur de la isla homónima. En la entrada, junto al calor de una hoguera, hay un hombre de edad avanzada, con la mirada perdida en el horizonte. Nuestro joven protagonista se acerca a saludarlo.
  —Me llamo Guybrush Threepwood, ¡y quiero ser un pirata!
  —¡Ah! —El anciano se sobresalta—. ¡No me hables así, tan de repente!
  En vez de mirar a Guybrush, el anciano se gira hacia donde no hay nadie. Queda claro que sus sentidos de la vista y el oído dejan mucho que desear.
  —Eh, que estoy aquí —dice Guybrush.
  —Oh. De acuerdo, Thriftweed…
  —«Threepwood». «Guybrush Threepwood».
  —Vale, vale. Así que quieres ser un pirata, ¿eh? Más bien pareces un instalador de suelos. Pero si vas en serio con eso de ser pirata, habla con los jefes piratas. Los encontrarás en el bar Scumm.
  —¡Vaya, gracias! Eso haré. ¡Hasta luego! ¡Voy en busca de mi fortuna!
   
  Antes de adentrarnos en la historia de The Secret of Monkey Island, quiero hacer unos apuntes. No os robaré mucho tiempo, lo prometo.
  Cuando un videojuego permite elegir la respuesta del personaje protagonista, suelo escoger las opciones más sensatas y coherentes. Pero es que Monkey Island no es un juego sensato ni coherente. Guybrush es idiota a más no poder, para nuestro deleite. No exagero lo más mínimo si digo que el sentido del humor, por sí solo, eleva la saga Monkey Island al Olimpo del ocio electrónico. No se puede minimizar su relevancia. Pero, claro, tampoco puedo escribir una guía argumental basándome exclusivamente en las frases más estúpidas del juego, que no son casos aislados, sino una constante, ya que esto provocaría que se perdiese el hilo narrativo. Así que he hecho un «dos en uno». ¿Para qué elegir? Me he pasado el juego dos veces, con el objetivo de incluir tanto las respuestas sensatas como las absurdas. Habrá conversaciones alargadas de forma innecesaria y que no aporten nada a la historia, pero insisto en que no hay nada más importante en Monkey Island que el humor.
  Y termino con algo que debería ser obvio, pero que quizá convenga aclarar para evitarnos disgustos. Esto es una guía argumental, no una guía de cómo pasarse el juego. No esperéis que se detalle la solución a todos los puzles; solo de aquellos con importancia para el argumento, y de la forma más escueta posible. Además, tened en cuenta que no hay ningún orden concreto para avanzar, así que es posible que, por momentos, la narración sea algo caótica. Eso puede obligarme a alterar el orden de los sucesos, con el objetivo de mantener una cierta coherencia narrativa. Mi objetivo final es que el caos de Monkey Island sea un «caos ordenado».
  Ya os adelanto que con Monkey Island 2 será mucho más difícil…

Capítulo S.2 – Bar Scumm

  Guybrush baja hasta la zona de los muelles del pueblo de Mêlée, donde se encuentra el bar Scumm. Antes de entrar, el chico observa un cartel pegado en la pared, con el retrato de una mujer y el siguiente texto: «Reelija a la gobernadora Marley. Cuando solo hay un candidato, solo hay una elección». Así es como deben de sentirse en Corea del Norte.
  El bar Scumm está repleto de piratas. El ambiente es festivo, en parte debido a que todos van alcoholizados. Los únicos que no beben son quienes han caído dormidos o inconscientes. Hay, incluso, un tipo subido a la lámpara del techo, como si fuese un columpio.
  —Hola, forastero —le dice el pirata más próximo a la entrada—. ¿Estás de paso?
  —Me llamo Guybrush Threepwood. Acabo de llegar al pueblo.
  —¿«Guybrush Threepwood»? ¡Ja, ja, ja! ¡Es el nombre más estúpido que he oído nunca!
  —¿Cómo te llamas tú?
  —Mancomb Seepgood. A propósito, ¿qué te trae a la isla Mêlée?
  —¡Quiero ser un pirata! ¿Puedo formar parte de tu tripulación?
  —Bueno, soy pirata, pero no capitán. Deberías hablar con los jefes piratas. Están en la otra sala. Ellos te indicarán dónde debes ir y qué debes hacer.
  Para tratarse de un pirata, este Mancomb Seepgood, cuyo nombre es, sin duda, mucho menos estúpido que el de Guybrush, parece un tipo amable. Guybrush aprovecha para preguntarle algo más.
  —¿Dónde puedo encontrar a la gobernadora?
  —¿Marley? Su mansión está en la otra punta del pueblo. Pero debes saber que los piratas ya no son tan bien recibidos en su casa como antes.
  —Yo soy bienvenido vaya donde vaya.
  —Lo que tú digas. ¡Pero ten cuidado con los perros guardianes!
  —¿Por qué los piratas ya no son bien recibidos en casa de la gobernadora?
  —Verás, la última vez que invitó a un pirata a cenar, él se enamoró de ella. Nos ha puesto a todos en una situación un tanto delicada…
  —¿Y eso?
  —Hay rumores sobre lo que ocurrió a continuación, pero no me creo ni una palabra. Quizá Esteban pueda contártelo todo. Es ese de allí. —Mancomb señala a un pirata sentado en el centro de la sala—. Se lo toma en serio. Muy en serio. Y ahora, si me disculpas, me he quedado sin grog. Ha sido un placer. Diviértete en la isla Mêlée.
  Guybrush se acerca a la mesa de Esteban. Se trata de un pirata con una gran cicatriz en la cara y un ojo de cristal.
  —¿Qué miras, chaval?
  —Hola, me llamo Guybrush Threepwood. ¿Qué te ha pasado en el ojo?
  —Verás, me estaba poniendo la lentilla cuando… ¡Oye, espera un minuto! ¡Eso no es de tu incumbencia!
  —¿Qué puedes contarme del pirata que está molestando a la gobernadora?
  —¡LeChuck! —El rostro de Esteban expresa terror—. Es el tipo que fue a cenar a la casa de la gobernadora y no quiso marcharse. Él se enamoró de ella, pero ella le dijo que se tirase a un pozo. ¡Y lo hizo! Después, las cosas se pusieron aún peor.
  —¿Cómo es posible que se pusieran peor?
  —LeChuck era un pirata temible. Intentó impresionar a la gobernadora izando velas para buscar el secreto de Monkey Island. —Por motivos obvios, entenderéis que deje el nombre de esta isla en inglés. La traducción, en cualquier caso, sería «isla Mono»—. Pero una tormenta misteriosa hundió su barco, sin dejar supervivientes. Creímos que ya le había llegado la hora, ¡pero nos equivocamos!
  —¿Cuál es el secreto de Monkey Island?
  —LeChuck es el único que lo sabe. Sigue surcando los mares entre Mêlée y Monkey Island. Su barco fantasma es el terror del mar. Por eso estamos todos aquí, en vez de lanzarnos al abordaje.
  Esteban se ha puesto muy nervioso. Guybrush prefiere no seguir insistiendo. En la mesa de al lado hay un pirata con aspecto algo bobalicón. Lleva un gorro infantil con su nombre bordado: «Cobb». Además, tiene una chapa pegada a la camisa, en la que se puede leer «Pregúntame por Loom». Loom es otro videojuego de LucasArts (más tarde Lucasfilms, ahora parte de Disney), creadores de Monkey Island. De hecho, Cobb es un personaje de dicho juego.
  —¡Eh, bonito sombrero! —dice Guybrush.
  —Ajá.
  —¿Cómo estás?
  —Ajá.
  No parece que sepa decir otra cosa.
  —Venga, vale, cuéntame algo sobre Loom.
  De repente, la expresión de Cobb cambia.
  —¿Te refieres a la última obra maestra de Brian Moriarty de Lucasfilm? Es una aventura extraordinaria que trata sobre la magia, con alucinantes paisajes en 3D, alta resolución y sofisticados efectos musicales y sonoros. Y lo que es más, la animación detallada, los efectos especiales, el elegante control «point & click» de personajes, objetos y hechizos mágicos… ¡Juégalo antes que los demás! ¡Compra Loom hoy mismo!
  —Vaya publicidad más obvia…
  —Perdona, pero me dejo llevar por algunos temas.
  Por último, Guybrush habla con un perro. Ya os advertí que no faltarían situaciones absurdas…
  —Guau —dice Guybrush.
  —¿Guau? ¡Guau, guau! ¡Guau, guau, isla Mêlée, guau! ¡LeChuck! ¡Grrrrr!
  —¿LeChuck?
  —Guau, guau, guau. ¿Guau, guau? Guau, guau, guau. ¡Gobernadora Marley! ¡Auuuu, auuuu! Guau, guau… ¡LeChuck! ¡Grrrrr! ¡Guau, Guau, Monkey Island!
  Se puede decir más alto, pero no más claro.
  Con toda esta valiosa información que ha sacado a un puñado de borrachos y a un perro, Guybrush se siente preparado para presentarse ante los tres jefes piratas. ¡Buena suerte, amigo!

Capítulo S.3 – Las tres pruebas

  Los tres jefes piratas beben grog en una sala privada, exclusiva para ellos, junto a la chimenea, muy cerca de la cocina. De esos tres hombres depende que Guybrush se convierta, o no, en pirata oficial.
  La conversación que se inicia a continuación es un auténtico caos, así que voy a indicar antes de cada frase quién habla. Tendré que recurrir a este método a menudo. Los jefes piratas no tienen nombre, por lo que los llamaré «P1», «P2» y «P3», ordenados de izquierda a derecha. Cuando no haya corchetes, será Guybrush quien hable.
  —[P2] ¿Qué quieres, muchacho?
  —Quiero ser bombero.
  —[P1] Piérdete, muchacho. Nos estás molestando.
  —En realidad, quiero ser pirata.
  —[P1] ¿Y qué?
  —[P2] ¿Por qué nos molestas?
  —[P3] Oye, no olvidéis que estamos casi sin personal debido a lo de LeChuck…
  —[P1] ¿Y qué?
  —[P3] Pues que si no hay piratas, no hay botín. Y si no hay botín, no hay grog. Y apenas nos queda grog…
  —[P1] Umm… ¿Tienes algún don especial?
  —¡Puedo aguantar diez minutos sin respirar!
  —[P1] Bien… Pero no llegarás a ser un pirata así por las buenas.
  —[P3] Tendrás que superar…
  —[Todos] ¡Las tres pruebas!
  —¿Y cuáles son?
  —[P2] Hay tres pruebas que ha de superar cada pirata.
  —[P1] Debes dominar la espada…
  —[P2] Y el arte del robo…
  —[P3] Y la búsqueda.
  —[P2] ¿La qué?
  —[P3] ¡La búsqueda de tesoros, golfo de mar!
  —[P2] Bien. Has de demostrar tu pericia en cada campo: dominio de la espada, robo y búsqueda de tesoros. Tendrás que traer pruebas que demuestren que lo has logrado.
  —[P1] ¡Y luego beber grog con nosotros!
  —[Todos] ¡Grog!
  —Contadme más sobre el dominio de la espada.
  —[P1] Primero consigue una espada. Has de encontrar y vencer a la Maestra de la Espada. Alguien del pueblo podría indicarte el camino. ¡Oh! Primero tendrás que buscar un entrenador.
  —[P3] ¡Ja, ja! ¿Os lo imagináis intentando derrotar a la Maestra de la Espada sin entrenarse?
  —Contadme más sobre el arte del robo.
  —[P2] Queremos que nos consigas un pequeño artículo…
  —[P1] El ídolo de múltiples brazos.
  —[P3] ¡Que está en la mansión de la gobernadora!
  —[P2] La gobernadora guarda el ídolo de múltiples brazos en un expositor de su mansión, en las afueras.
  —[P1] Obviamente, tendrás que evitar a los guardas.
  —[P3] Lo más difícil será dar esquinazo a los perros del jardín.
  —[P1] Son de una raza particularmente rabiosa… Quizá puedas drogarlos o algo parecido.
  —Contadme más sobre la búsqueda de tesoros.
  —[P3] La leyenda dice que hay un tesoro enterrado aquí, en la isla.
  —[P1] Solo tendrás que encontrar el legendario tesoro perdido de la isla Mêlée y traérnoslo.
  —¿He de conseguir un mapa o alguna cosa?
  —[P1] ¡No esperarás encontrar un tesoro sin un mapa!
  —[P2] ¡Y no olvides que la X señala el lugar!
  —[Todos] ¡Ja, ja, ja!
  —¡Sois una panda de puercos borrachos y malolientes!
  —[P1] Para ser pirata, también deberás ser un puerco borracho y maloliente.
  —A propósito, ¿qué lleva el grog ese?
  —[P2] Es una mezcla secreta que contiene uno o más de lo siguiente…
  —[P1] Queroseno.
  —[P2] Glicol de propileno.
  —[P3] Endulzantes artificiales.
  —[P1] Ácido sulfúrico.
  —[P2] Ron.
  —[P3] Acetona.
  —[P1] Tinte rojo número 2.
  —[P2] Scumm.
  —[P3] Grasa para ejes.
  —[P1] Ácido para baterías.
  —[P2] Y/o pepperoni. Como podrás imaginarte, es una de las sustancias más cáusticas y volátiles conocidas por la humanidad.
  —[P1] La sustancia desintegra estas jarras y el dueño está perdiendo una fortuna reemplazándolas.
  —[Todos] ¡Ja, ja, ja!
  —Pues yo me largo.
  —[P1] ¡Déjanos con nuestro grog!
  —[P2] Vuelve más tarde y cuéntanos cómo te ha ido.
  Hagamos un resumen. Para convertirse en pirata, Guybrush debe superar tres pruebas: dominio de la espada, robo y búsqueda de tesoros. Para lo primero, el joven aspirante debe conseguir una espada, contratar a un entrenador y derrotar a la Maestra de la Espada. Para el robo, tendrá que esquivar a los perros que vigilan la mansión de la gobernadora Marley y encontrar el ídolo de múltiples brazos. Por último, para la búsqueda del tesoro, será necesario comprar un mapa y una pala.
  ¡Que comiencen las tres pruebas!

Capítulo S.4 – Plaza de Mêlée

  Mientras tanto, en las profundidades de Monkey Island, anclado sobre un río de lava, se halla el barco de LeChuck. Uno de los esqueletos que forman parte de la tripulación acude al camarote de su capitán para informarle de los últimos sucesos.
  —Capitán LeChuck, señor, vengo a…
  —Vaya —lo interrumpe LeChuck—, no hay nada como sentir el cálido viento del infierno en la cara.
  —No, señor. Es cierto, señor.
  —En días como este, uno está satisfecho de estar muerto.
  —Ah, sí, señor, satisfecho de estar muerto…
  —Tú estás contento de estar muerto, ¿verdad?
  —Oh, sí, señor. Me siento tan afortunado de que pudierais capturar mi barco y de que asesinarais a todos a bordo… Sí, señor. Qué suerte.
  —Me alegro. Ahora, dime, ¿qué querías?
  —Ah, sí, señor… Verá, puede que tengamos un problema en la isla Mêlée.
  —¡¿Un problema?! ¡¿Qué tipo de problema?! ¡Les he metido tanto miedo a esos piratas que no se atreverían ni a tomar un baño en el agua del mar!
  —Ya… Parece que ha llegado un nuevo pirata al pueblo. Más bien, un aprendiz de pirata. Es joven. Inexperto. No deberíamos preocuparnos por él. No sé por qué le he molestado. Me encargaré de él.
  —Espera —responde LeChuck—. Me encargaré de esto personalmente. Mis planes son demasiado importantes como para que me los estropee un novato.
   
  Volvemos con Guybrush Threepwood. El aspirante a pirata, todavía en el bar Scumm, se cuela en la cocina y roba un pescado rojizo (el color es importante por cuestiones cómicas que se entenderán más adelante) y una cacerola. Después, se dispone a conocer las bellas calles de Mêlée. Bueno, dejémoslo en «las calles», a secas.
  Al llegar a la plaza del reloj, un hombre con un loro sobre el hombro le hace un gesto para que se acerque.
  —Perdona, ¿tienes un primo que se llama Sven?
  —¿Cómo dices? —responde Guybrush—. ¿Eso era una contraseña, o algo así?
  —Claro que es una contraseña, cacho idiota. Olvídalo.
  —No tengo ningún primo que se llame Sven, pero una vez tuve un barbero llamado Dominique.
  —Bueno, se parece lo suficiente… Vayamos al grano. —El tipo de actitud sospechosa abre su chaqueta, bajo la que guarda múltiples mapas enrollados—. ¿Quieres comprar un mapa del legendario tesoro perdido de la isla Mêlée? Solo existe uno. Es raro, muy raro. Y te lo dejo por solo 100 doblones.
  —Gracias, pero no tengo dinero.
  —Entonces, lárgate. He de seguir con mi negocio.
  No cabe duda de que ese mapa sería muy útil para la búsqueda del tesoro, una de las tres pruebas. Pero, sin dinero, no hay nada que hacer.
  En el extremo contrario de la plaza hay tres piratas y una rata. De nuevo, se hace necesario explicar quién habla en cada momento. El pirata sentado encima de un barril será «PS», el bajito será «PB» y el alto será «PA».
  —Oye, ¿por qué os juntáis con esta alimaña?
  —[Rata] Bueno, no me molestan.
  El chiste, por si no se ha entendido, es que Guybrush preguntaba a los piratas, no a la rata.
  —[PS] ¡Creo que a este tipo no le gustan las ratas!
  —Ruego me disculpes por lo que he dicho.
  —[PS] Son unas criaturas muy inteligentes.
  —[PB] ¡Ja, ja, ja!
  El pirata alto golpea al bajito para que deje de reírse.
  —[PS] Más inteligentes que él, desde luego. Por estas tierras corre una historia que dice que unas ratas llegaron a tripular un barco desde la legendaria Monkey Island.
  —[PA] No, así no era. En realidad, fueron un montón de monos.
  —No me creo que un montón de estúpidos monos pudieran tripular un barco.
  —[PA] De hecho, eran chimpancés. ¡Y de estúpidos no tenían nada! Al llegar a tierra, vendieron el barco por una buena suma. Es la única vez que he visto al viejo Stan salir perdiendo.
  —[PS] ¿Seguro que no eran ratas?
  —¿Vosotros sois piratas?
  —[PA] No, somos de un circo ambulante.
  —[PS] Pero la rata asustó al elefante.
  —[PB] ¡Ja, ja, ja!
  El pirata alto le da otro golpe para que se calle.
  —[PA] ¡Claro que somos piratas! ¡No puedes comprar ropa como esta si no lo eres!
  —[PS] ¿Qué quieres de nosotros?
  —¿Por qué estáis aquí sin hacer nada, en vez de estar en un barco arrasando, saqueando y ese tipo de cosas?
  —[PA] Verás, es que lo de ser piratas no nos ha ido muy bien…
  —[PS] Ahora hay unos piratas en la zona con un talento algo… sobrenatural.
  —[PA] Operan desde Monkey Island.
  —[PS] Y, por ello, hemos buscado otro medio de subsistencia. Intentamos formar un circo.
  —[PA] Todo iba viento en popa, hasta que la rata asustó al elefante. —Los tres piratas se quedan en silencio—. Al hacernos recordarlo, nos has deprimido… Vete a casa.
  Lo lleva claro. Guybrush no se cansa tan rápido de hablar.
  —¿Conocéis al tipo sospechoso de la esquina de enfrente?
  —[PA] Quieres comprar un mapa, ¿eh? —El pirata alto se retira la chaqueta. Él también lleva pergaminos enrollados—. Nuestros mapas son de primera calidad, no como el papel higiénico del payaso de la otra acera.
  —[PB] ¡Ja, ja, ja!
  Se acaba de ganar otro golpe.
  —[PA] No, solo estaba bromeando. Son copias de las actas de la última reunión de la AMPA de la isla Mêlée. —Es decir, de la «Asociación de Madres y Padres de Alumnos»—. No valen ni para regalarlas. ¿Quieres una?
  —Solo si, a cambio de llevármela, me das dos doblones.
  —[PA] Me parece un trato justo.
  El pirata entrega a Guybrush un acta y dos doblones. El papel no sirve para nada, pero el dinerito puede ser útil más adelante (en realidad no). ¡Ya solo le quedan 98 doblones para comprar un mapa de verdad!

Capítulo S.5 – De paseo por Mêlée

  En la plaza del reloj hay un local de vudú (magia espiritual), pero no es importante hasta más adelante, así que lo ignoramos. Más allá de la plaza hay otros tres edificios que Guybrush puede visitar: una tienda, una iglesia y los calabozos. Por ahora, el aspirante a pirata solo está interesado en la tienda.
  —Hola, muchachote —dice el anciano tendero—. ¿Qué quieres?
  —¿Cuánto cuesta una espada?
  —100 doblones.
  —¿Y una pala?
  —75 doblones.
  —No tengo tanto dinero… Por cierto, ¿sabes cómo encontrar a la Maestra de la Espada?
  —Nadie conoce dónde está su guardia secreta. Nadie…, excepto yo. Tendría que preguntarle si está de acuerdo con que te enseñe el camino. Umm… Supongo que podría caminar hasta allí. Vuelvo enseguida.
  El tendero se marcha. Por si pensabais que Guybrush aprovecharía para robar la espada y la pala, ya os digo que no es posible. Si lo intenta, el tendero vuelve justo en ese momento, aunque acabe de salir por la puerta, y lo pilla con las manos en la masa. Así que lo único que puede hacer Guybrush para matar el tiempo mientras espera es examinar una caja fuerte, cuya combinación, como es lógico, desconoce.
  El tendero regresa varios minutos después con malas noticias.
  —La Maestra de la Espada dice que te puedes tirar a un río.
  No hay nada más que Guybrush pueda hacer en la tienda por ahora. Al salir, escucha un ruido extraño, como si alguien lo estuviese llamando.
  —¡Psss, psss!
  Viene del callejón que hay entre la tienda y la iglesia. Sin embargo, al acercarse a investigar, descubre que está vacío.
  —¿Hola? ¿Hay alguien?
  En ese momento, otro hombre accede al callejón.
  —Pueden ocurrirle cosas horribles a una persona en un callejón tan oscuro como este. Y, a estas horas, nadie lo vería.
  —También suelen salir mal paradas las personas que se acercan a otras a escondidas —replica Guybrush.
  —Vaya, ¿te vas a poner chulo? Tomaré nota de tu nombre.
  —Soy Guybrush Threepwood, un temible pirata. Acabo de llegar al pueblo.
  —Escucha, Peepwood…
  —«Threepwood». «Guybrush Threepwood».
  —Te llames como te llames, escucha. Soy el sheriff del lugar. Sheriff Fester Shinetop. Créeme, este es un mal momento para visitar la isla Mêlée. Muy mal momento. Mi consejo es que busques otro lugar para pasar tus vacaciones. Un lugar más seguro.
  El sheriff se marcha.
  Guybrush deja atrás la calle de la tienda, la iglesia y los calabozos, y se dirige hacia la mansión de la gobernadora Marley. El único acceso pasa por un camino custodiado por unos perros mortíferos: ¡caniches! Pero no caniches normales y corrientes, que ya son bastante desagradables de por sí, sino una variante conocida como caniches pirañas letales. Habría que estar muy loco para acercarse.
  Para avanzar en las tres pruebas, Guybrush va a tener que abandonar el pueblo e investigar por toda la isla. Aunque, antes, puede aprovechar para hablar con el tipo medio ciego y sordo al que conoció nada más llegar, ya que apenas cruzaron unas palabras en su primer encuentro.
  —Oye —dice Guybrush—, ¿alguna vez te has preguntado si solo somos personajes de ficción?
  —¡Ah! ¡Casi me matas del susto! ¿Cómo dijiste que te llamabas?
  —Guybrush Threepwood. He venido a la isla Mêlée porque quiero ser pirata.
  —Bueno, has elegido bien el sitio. Pero quizá no sea un buen momento. Y mejor no hablemos de la idoneidad de tu nombre… Tienes el nombre más estúpido que haya oído jamás.
  —¿Qué demonios pasa con «Guybrush Threepwood»?
  —Nada, si quieres dedicarte a vender zapatos. Pero, si quieres ser pirata, sigue mi consejo: cámbiate de nombre. Prueba algo como «Barbafatal» o «Pete Seis Dedos».
  —Vale, pues desde ahora podéis llamarme «El Tuerto».
  —Lo que tú digas.
  —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta Guybrush.
  —Soy el vigía de la isla Mêlée. Vigilo el océano por si se acercan tormentas y barcos, e informo directamente a la gobernadora. No le gustan las visitas inesperadas. Especialmente ahora. Aunque sería más correcto decir que estamos preocupados por las visitas esperadas. Un capitán pirata en particular. Uno muy peligroso, a pesar de estar muerto.
  —¿Cómo has conseguido el puesto de vigía, si estás más ciego que un topo?
  —¡Vigila tu lengua! ¡El sheriff Shinetop me eligió personalmente!
  Otro dato de lo más sospechoso…
  Ahora sí, Guybrush abandona el pueblo.

Capítulo S.6 – Circo Fettucini

  Para no perderse en el bosque de la isla Mêlée, hay que seguir uno de los tres caminos disponibles. Los que llevan al norte y al este son los más largos, así que, por descarte, Guybrush toma el que está situado entre medias, y que concluye en la zona central de la isla. Allí encuentra una carpa de circo, con las luces encendidas, pese a ser de noche. En su interior hay dos hombres discutiendo. Son Alfredo y Bill, ¡los magníficos hermanos Fettucini!
  —[Alfredo] Me metería en el cañón, pero la pólvora me hace estornudar.
  —[Bill] Yo no puedo hacerlo, me duele la mano de adiestrar a los leones.
  Se refieren al cañón que hay en un extremo de la pista, apuntando a una caja llena de heno. Es el clásico número del hombre bala que sale propulsado. Y es evidente que ninguno de los dos quiere hacerlo.
  —[Alfredo] No creo que puedas comparar esa tontería con mi alergia crónica. ¡Métete tú en el cañón!
  —[Bill] No tienes ninguna alergia, mentiroso. ¡Métete tú en el cañón!
  —[Alfredo] ¡No, métete tú en el cañón!
  —[Bill] ¡No, métete tú en el cañón!
  —[Alfredo] ¡Gandul!
  —[Bill] ¡Perdedor!
  —[Alfredo] ¡Canalla!
  —[Bill] ¡Petimetre!
  Guybrush, cansado de esperar, decide intervenir.
  —Buenas noches, ¿dónde está el cuarto de baño?
  Los hermanos Fettucini corren a su encuentro.
  —[Alfredo] Dime, ¿te gustaría que te diésemos una oportunidad?
  —[Bill] Una oportunidad única.
  —[Alfredo] Para realizar una hazaña espectacular.
  —[Bill] Un reto a la muerte.
  —[Alfredo] Bueno, no es que sea un reto a la muerte…
  —[Bill] Es una hazaña peligrosa…
  —[Alfredo] No, realmente no es nada peligrosa.
  —[Bill] Es una hazaña fácil.
  —[Alfredo] ¡Pero emocionante!
  —[Bill] Con los increíbles…
  —[Alfredo] Aventureros, acrobáticos…
  —[Bill] Y superfamosos…
  —[Alfredo] Divinos y espectaculares…
  —[Bill] ¡Hermanos Fettucini!
  —[Alfredo] ¡Aquí estamos!
  —[Bill] Mi hermano Alfredo.
  —[Alfredo] Y mi hermano Bill.
  —[Bill] Realmente es muy sencillo.
  —[Alfredo] ¿Ves ese cañón? Solo tienes que…
  —[Bill] Meterte dentro del cañón…
  —[Alfredo] Y te lanzaremos al otro lado…
  —[Bill] De la carpa…
  —[Alfredo] Realmente no tiene peligro…
  —[Bill] ¿Y bien? ¿Qué dices?
  —¿Cuánto me vais a pagar si me meto en el cañón?
  —[Alfredo] ¿Qué te parece… 478 doblones?
  —Vale, lo haré.
  —[Alfredo] ¿Tienes un casco?
  —Claro que tengo un casco. ¿Qué clase de idiota creéis que soy?
  Es evidente que no tiene uno. Guybrush revisa su inventario y les muestra la cacerola.
  —[Bill] ¡Vaya, esto servirá!
  —[Alfredo] Ahora podemos hacer el truco. Ponte el casco.
  —[Bill] Y métete en el cañón.
  —[Alfredo] Nosotros haremos el resto.
  Guybrush obedece. El cañón lo envía por los aires…, directo contra el enorme poste que sostiene la carpa. El cañón no estaba muy bien calibrado, la verdad. Además, ha perdido la cacerola en mitad del vuelo, así que el golpe ha sido brutal.
  —[Alfredo] ¡Funciona!
  —[Bill] ¡Qué alivio!
  Los hermanos Fettucini se acercan a Guybrush, quien permanece tendido en el suelo.
  —[Alfredo] Oye.
  —[Bill] ¿Estás bien?
  —Me llamo Bobbin… ¿Eres mi madre…?
  Es otra referencia a Loom. El impacto contra el poste lo ha dejado aturdido.
  —[Alfredo] ¡Está bien!
  —[Bill] ¡Viva! ¡Nos hemos librado de una demanda legal costosa y embarazosa!
  —[Alfredo] Aquí tiene su dinero, caballero.
  —[Bill] Una simple recompensa por habernos ayudado.
  Guybrush recibe 478 doblones.
  —[Alfredo] La teoría básica es perfecta.
  —[Bill] Solo tenemos que cambiar ligeramente la puntería.
  —[Alfredo] ¡Yo probaré después!
  —[Bill] ¡No, lo haré yo!
  —[Alfredo] ¡No, yo!
  —[Bill] ¡No, yo!
  —[Alfredo] ¡Gandul!
  —[Bill] ¡Perdedor!
  —[Alfredo] ¡Canalla!
  —[Bill] ¡Petimetre!
  Guybrush sale dando tumbos de allí antes de que los hermanos terminen de destrozarle la cabeza, tanto por dentro como por fuera.

Capítulo S.7 – Dominio de la espada

  Ahora que tiene una buena cantidad de dinero en el bolsillo, Guybrush puede comprar una espada. Cuesta 100 doblones, por lo que aún le sobran 380 (de los 478 del circo más los 2 que le dio el pirata por llevarse el acta de la AMPA). También podría comprar un mapa y una pala, pero vamos a dejarlo para más adelante. Su objetivo actual es aprender a manejar la espada para enfrentarse a la Maestra, la primera de las tres pruebas.
  A Guybrush le quedan dos caminos de la isla Mêlée por recorrer: el que lleva al norte y el que lleva al este. Por ahora, lo más útil es dirigirse a este último. Sin embargo, Guybrush no llega muy lejos, pues hay un puente en mitad del camino, custodiado por un trol armado con un garrote.
  —¡Alto! ¡Tienes que pagar el peaje!
  —Hazte a un lado, trol —le ordena Guybrush—. Soy un malvado pirata.
  —¡Tú qué vas a ser un pirata! ¡El borracho del pueblo podría insultar mejor que tú! Incluso con la boca tapada.
  —¡Insulto mejor que nadie, gusano de guacamole podrido! ¡Cacho cachimolis insectidus acuático!
  —Una vez tuve un perro más listo que tú. ¡Apúntatelo para tu repertorio! —Más adelante os explicaré a qué se refiere—. No podrás pasar hasta que no pagues el peaje.
  —Oh, porfa, déjame pasar.
  —Pareces una nenaza. No me gustan las nenazas.
  —¡Mira detrás de ti! ¡Un ratón!
  —A mí no me la das. ¡Despeja la zona, babosa de mar!
  Guybrush se da por vencido.
  —Está bien, ¿cuánto cuesta el peaje?
  —Dime, ¿qué tienes?
  —Umm… 380 doblones.
  —¿Osas ofenderme con una cantidad tan pequeña? Quiero algo que atraiga mi atención, pero que no tenga mayor importancia.
  —¿Unos pañales rositas con lunares? ¿Un collar para un mono de tres cabezas? ¿Mi álbum de fotos familiares cubierto de musgo?
  —Sigue así y te comeré.
  —También tengo un pez…
  —¡Oh! ¡Un arenque rojo! Puedes pasar.
  El trol se retira la capucha, revelando que no era más que un humano disfrazado, y se come el pescado de un solo bocado.
  Lo del arenque rojo merece una explicación, porque ha sido un chiste bastante sutil. Es un modismo del idioma inglés que hace alusión a una maniobra de distracción. En este caso, Guybrush ha usado un arenque rojo de manera literal para despistar al trol, pero también se podría llamar «arenque rojo» a una pista falsa en una novela de misterio para engañar y sorprender al lector.
  El camino del este se bifurca. Guybrush puede ir al astillero o a una solitaria cabaña. El astillero pertenece a una empresa de compra y venta de barcos de segunda mano. Lo dejamos para más adelante. Por ahora, Guybrush pone rumbo a la cabaña situada al final del camino. Frente a ella hay un cartel con el siguiente texto: «Gimnasio para piratas musculosos del capitán Smirk. Precios: Entrenamiento con espada, 30 doblones. Disparo de cañón, 160 doblones más suplemento de balas. Lucha con garfio, 130 doblones más suplemento de garfio». Los cañones y los garfios no son lo suyo, pero ese entrenamiento con espada es justo lo que necesita para derrotar a la Maestra de la Espada.
  El capitán Smirk no se muestra muy contento de recibir visita.
  —¿Qué quieres, pequeño e insignificante gusano?
  —Entréname para ser mejor que la Maestra de la Espada.
  —¿Tú, mejor que la Maestra de la Espada? ¡Ja, ja, ja! Nunca llegarías a ser la mitad de bueno que Carla. Incluso con horas de duro trabajo y sudando sangre. Recuerdo cuando Carla y yo luchamos mano a mano en Port Royal… ¡La policía del pueblo nos había rodeado! Parecía que estábamos perdidos, pero Carla dijo… Ah, me estoy yendo por las ramas. No vales para esto, no tienes agallas.
  —¡Sí que tengo agallas!
  —¡No tienes!
  —¡Sí tengo!
  —¡No tienes!
  —¡Sí tengo!
  —Me gusta tu espíritu —dice Smirk—. Haré todo lo que pueda por ayudarte. Aunque… tiene un coste.
  —En el cartel pone que las clases cuestan 30 doblones. Aquí los tienes.
  Guybrush paga al capitán.
  —Pues no se hable más. Manos a la obra —Smirk invita a Guybrush al interior de su gimnasio—. Muy bien, pipiolo, ¿por qué no sacas tu espada y vemos de lo que eres capaz?
  —Vale.
  Guybrush hace un par de movimientos cortando el aire.
  —¡Vaya! ¡Luchas como un ganadero! No suelo perder el tiempo con chusma como tú. Pero, puesto que LeChuck me ha dejado sin trabajo, no me queda más remedio que aceptar. Necesito el dinero. Y creo que esto requerirá unas medidas especiales… Solo quiero que sepas que no hago esto con todo el mundo. Es solo porque siento un vínculo especial. Un vínculo entre tus doblones y yo. Por eso, voy a enfrentarte contra… ¡la máquina!
  Música de tensión.
  —¿Eh? ¿Qué máquina? ¿Me va a doler?
  El capitán Smirk trae… algo que no sé muy bien cómo definir. Esta «máquina» tiene ruedas, una espada, un guante de boxeo, un hacha, un casco y algún que otro artilugio más. No se mueve por sí sola, así que necesita que Smirk y un mono con gorra (dato intrascendente, aunque curioso) manejen las palancas para luchar contra Guybrush. Y así pasan las horas, entrenando.
  —No está mal, vas mejorando —dice el capitán—. Ahora te enseñaré el verdadero secreto de la lucha con espada. Se parece a hacer el amor; no es siempre lo que hagas, sino lo que digas. Cualquier estúpido pirata puede manejar una cuchilla afilada y cortar algo, pero los profesionales saben cuándo cortar a sus oponentes con un insulto. Uno que los pille desprevenidos. Verás, muchacho, tu mente ha de ser el doble de rápida que tu espada. Probemos unos cuantos insultos, ¿te parece?
  —Vale.
  —Bien… Imagínate esto. Estamos luchando a muerte, tal y como hicimos Carla y yo en Port Royal… Hay un inciso en la pelea y te digo: «Luchas como un ganadero». ¿Qué respondes?
  —Eh… ¡Yo soy cola, tú pegamento!
  Esta respuesta mítica de Monkey Island es otro ejemplo de mala traducción. Lo que quiere decir es algo así como: «En mí rebota y en ti se pega». O, como diríamos nosotros: «Rebota, rebota y en tu culo explota».
  —Veo que nos queda mucho trabajo por delante… —se lamenta Smirk—. Tenías que haber respondido algo como: «Qué apropiado, tú peleas como una vaca». ¿Lo ves? Es esa mente afilada la que gana peleas. Probemos otro. Imagínate esto. Estás contra la pared, mi espada te acaba de cruzar la cara dos veces, y te digo: «¡Llevarás mi espada como si fueras un pincho moruno!». ¿Qué dirías tú?
  —Qué apropiado, tú peleas como una vaca.
  —¡No, no, no! ¡Esa es la respuesta al insulto anterior! ¡Ni siquiera tiene sentido en esta frase! —Smirk suspira, armándose de paciencia—. Una respuesta válida para «¡Llevarás mi espada como si fueras un pincho moruno!» hubiese sido algo como «Primero deberías dejar de usarla como un plumero». ¿Lo ves? ¡Directo! Ahora sugiero que te des una vuelta y aprendas unos cuantos insultos.
  Guybrush abandona el gimnasio.
  —Tengo el presentimiento de que me han timado. Seguramente estés sintiendo algo parecido con esta guía argumental…

Capítulo S.8 – Duelos de insultos

  En realidad, el capitán Smirk ha sido buen instructor. Pero, si nunca habéis jugado a Monkey Island, es posible que no estéis entendiendo nada, por lo que procedo a explicároslo con mis palabras.
  En la isla Mêlée, los duelos con espada son, en realidad, duelos de insultos. No vence quien hiere al rival, sino quien lo humilla con palabras. Y, para ello, es tan importante saber insultar como saber responder a tales insultos. Por ahora, Guybrush conoce tres insultos y dos respuestas. Lo que debe hacer es enfrentarse a otros piratas para aprender nuevos insultos y respuestas, hasta que haya dominado todos.
  Aquí tenéis una lista con todos los insultos y sus correspondientes contestaciones mordaces:
   
  «Luchas como un granjero». «Qué apropiado, tú peleas como una vaca».
  «Llevarás mi espada como si fueras un pincho moruno». «Primero deberías dejar de usarla como un plumero».
  «Una vez tuve un perro más listo que tú». «Te habrá enseñado todo lo que sabes».
  «¿Has dejado ya de usar pañales?». «¿Por qué? ¿Acaso querías pedir uno prestado?».
  «No hay palabras para describir lo asqueroso que eres». «Sí que las hay, solo que no las has aprendido».
  «He oído que eres un soplón despreciable». «Una lástima que nadie haya oído hablar de ti».
  «Obtuve esta cicatriz en mi cara en una lucha a muerte». «Espero que hayas aprendido a no hurgarte la nariz».
  «Mi pañuelo limpiará tu sangre». «Ah, ¿ya has obtenido ese trabajo de conserje?».
  «Ha llegado tu día, palurdo de ocho patas». «¿Ya has aprendido a usar el calendario?».
  «Verte me da ganas de vomitar». «Verte me hace pensar que alguien ya lo ha hecho».
  «Tienes los modales de un mendigo». «Quería asegurarme de que estuvieras a gusto conmigo».
  «La gente cae a mis pies al verme llegar». «¿Incluso antes de oler tu aliento?».
  «Nadie me ha sacado sangre jamás, y nadie lo hará». «¿Tan rápido corres?».
  «He hablado con simios más educados que tú». «Me alegra que asistieras a tu reunión familiar».
  «Eres demasiado estúpido para mi nivel de inteligencia». «Estaría acabado si la usases alguna vez».
  «No pienso aguantar tu insolencia aquí sentado». «Ya te están fastidiando otra vez las almorranas, ¿eh?».
   
  Todo este entrenamiento no sirve de nada si Guybrush es incapaz de encontrar a Carla, la Maestra de la Espada. Por cierto, que el tendero sea el único que conoce su ubicación hace pensar que Guybrush es el primero en superar aquellas pruebas para convertirse en pirata. En cualquier caso, lo único que tiene que hacer nuestro joven aspirante es pedirle al tendero que vuelva a hablar con la Maestra de la Espada, no porque esta vez crea que vaya a aceptar encontrarse con Guybrush, sino porque así puede seguirlo en secreto a través del bosque hasta la cabaña de Carla.
  Ella no se alegra mucho de ver al anciano.
  —Ya te dije que te fueras al cuerno.
  —He venido en visita de negocios. Verás, vino un muchacho a mi tienda…
  —Venga ya, malhumorado gruñón —lo interrumpe Carla—. Sé que buscarías cualquier excusa para venir a molestarme.
  —Es verdad, pero…
  —Pues ya está bien. Me tienes harta. Lárgate y no vuelvas. Te podrían seguir y me convertiría en otra atracción para los turistas de la isla Mêlée.
  El anciano agacha la cabeza y se marcha. Guybrush aprovecha para hablar con Carla, aunque sabe que no será bien recibido.
  —¿Te atreves a acertarte a la Maestra de la Espada sin permiso?
  —Hola. Vendo estas cazadoras de cuero…
  —¿Tienes una de la talla 3?
  —Eh…
  —¡Claro que no la tienes! ¡Porque no eres un vendedor de cazadoras! Sé que estás aquí para demostrar tus dotes a los piratas jefes, con la ilusión de convertirte en un inmoral como ellos.
  —Sí, acertaste de pleno. Qué lista eres.
  —Puedo ver por esa expresión tan sarcástica que has sido entrenado a fondo por el capitán Smirk. Acabemos con esto.
  —¡Me llamo Guybrush Threepwood! ¡Prepárate para morir!
  Se inicia así el duelo de insultos definitivo. Este es un duelo diferente, ya que Carla es la única de los dos que lanza insultos, por lo que a Guybrush no le queda otra más que defenderse. Además, los insultos de la Maestra de la Espada son especiales, diferentes a todos los que ha aprendido Guybrush hasta ahora. ¿Qué es lo que tiene que hacer para vencer, entonces? Muy fácil: adaptar las respuestas que ha aprendido de los piratas convencionales a los insultos de la Maestra de la Espada.
  Se entiende mejor viendo la lista completa:
   
  «Mi lengua es más hábil que cualquier espada». «Primero deberías dejar de usarla como un plumero».
  «Ordeñaré hasta la última gota de sangre de tu cuerpo». «Qué apropiado, tú peleas como una vaca».
  «Ya no hay técnicas que te puedan salvar». «Sí que las hay, solo que no las has aprendido».
  «Ahora entiendo lo que significan basura y estupidez». «Me alegra que asistieras a tu reunión familiar».
  «Eres como un dolor en la parte baja de la espalda». «Ya te están fastidiando otra vez las almorranas, ¿eh?».
  «Te daré una lección que tardarás días en olvidar». «¿Ya has aprendido a usar el calendario?».
  «Espero que tengas un barco para una rápida huida». «¿Por qué? ¿Acaso querías pedir uno prestado?».
  «Solo he conocido a uno tan cobarde como tú». «Te habrá enseñado todo lo que sabes» o «Me alegra que asistieras a tu reunión familiar».
  «Nunca me verán luchar tan mal como tú lo haces». «¿Tan rápido corres?».
  «Si tu hermano es como tú, mejor casarse con un cerdo». «Verte me hace pensar que alguien ya lo ha hecho».
  «Cada palabra que sale de tu boca es una estupidez». «Quería asegurarme de que estuvieras a gusto conmigo».
  «Mi espada es famosa en todo el Caribe». «Una lástima que nadie haya oído hablar de ti».
  «Mi nombre es temido en cada sucio rincón de esta isla». «Ah, ¿ya has obtenido ese trabajo de conserje?» o «Una lástima que nadie haya oído hablar de ti».
  «Mis enemigos más sabios corren al verme llegar». «¿Incluso antes de oler tu aliento?».
  «Veo gente como tú arrastrándose por el suelo de los bares». «¿Incluso antes de oler tu aliento?» o «Me alegra que asistieras a tu reunión familiar».
  «Tengo el coraje y la técnica de un maestro». «Estaría acabado si la usases alguna vez».
  «Mi última pelea acabó con mis manos llenas de sangre». «Espero que hayas aprendido a no hurgarte la nariz» o «Ya te están fastidiando otra vez las almorranas, ¿eh?».
   
  Tras cinco respuestas ingeniosas, Carla se rinde.
  —Tú ganas. Espero que estés satisfecho. Ahora podrás fanfarronear con tus amigos sobre cómo venciste a la Maestra de la Espada. Toma, quédate esto como prueba.
  Carla entrega una camiseta a Guybrush en la que pone: «He vencido a la Maestra de la Espada». Y, con esto, finaliza la primera de las tres pruebas.

Capítulo S.9 – Robo

  Para hacerse con el ídolo de múltiples brazos, Guybrush debe dar esquinazo a los caniches pirañas letales que custodian la mansión de la gobernadora Marley. Aún no tiene forma de lograrlo, así que debe seguir investigando.
  Guybrush se dirige a uno de los edificios que ignoró en su anterior recorrido por las calles de Mêlée: los calabozos. Nada más entrar, un preso llama su atención.
  —¡Tienes que sacarme de aquí! Soy una víctima de la sociedad.
  —Y de halitosis —Guybrush da un paso atrás—. ¡Qué asco!
  —Oye, es difícil mantener mi aliento fresco con sabor a menta cuando no puedo comer más que ratas.
  Guybrush quiere hablar con él, pero no puede ni acercarse. Para solucionarlo, decide volver a la tienda a comprar un caramelo de menta. Un paquete solo cuesta un doblón, así que aún le sobran 349.
  Gracias al sabor refrescante del caramelo, Guybrush puede acercarse a la celda del prisionero maloliente.
  —¿Has venido a rescatarme?
  —¿Cómo te llamas?
  —Otis. Al menos, eso creo. Llevo tanto tiempo aquí dentro que casi ni me acuerdo. ¡Tienes que sacarme antes de que me vuelva loco! ¡Soy inocente!
  —¿Por qué estás en la cárcel si eres inocente?
  —¡Me han incriminado! ¡Nunca toqué esas estúpidas flores!
  —¿Qué flores?
  —Las flores Dórmilus Caníchelus amarillas del bosque. Es un delito cogerlas.
  Suena a algo que podría ser de utilidad para el aspirante a pirata…
  —¿Qué tal os dan de comer aquí? —pregunta Guybrush.
  —Lo de siempre… Agua sucia, grog, gachas, ratas, bichos y piojos, si soy capaz de cogerlos. Tengo una tarta de la tía Tillie, aunque ella ya sabe que detesto las tartas. —Un poco sospechoso, esto de la tarta—. El cocinero del bar es un buen amigo y a veces me da comida a escondidas, como restos de cerdo; sobre todo los morros y los pies. Y, de vez en cuando, ese extraño asado.
  —¿Qué tiene de malo el asado?
  —Es el único asado que he visto con cola prensil.
  —¿Puedo traerte algo?
  —Pues algo para deshacerme de las ratas sería un detallazo. Te lo cambiaría por la tarta de mi tía Tillie.
  —Dime, ¿quién querría incriminarte?
  —No lo sé. —Otis se encoge de hombros—. Creo que fue una conspiración. Y si hay algún tipo de piratería que no me gusta, es la conspiratación.
  Es complicado traducir ese juego de palabras al castellano, lo sé.
  —El sheriff Shinetop es un idiota, ¿verdad? —dice Guybrush.
  —Ni que lo digas. Fester Shinetop es el hombre más malvado de la isla Mêlée. Menos mal que la gobernadora lo vigila casi siempre. Antes teníamos a un hombre justo y decente como sheriff, pero murió recientemente de forma misteriosa. Si quieres mi opinión, creo que el nuevo sheriff tuvo algo que ver.
  En ese preciso instante, Shinetop entra a los calabozos.
  —Creo que ya has hablado más de la cuenta, Otis.
  —¡Ahí va!
  El prisionero se retira.
  —Espero que no hayas tomado en serio a este sucio vagabundo —dice Shinetop a Guybrush—. Diría lo que fuese por librarse de pagar su deuda con la sociedad.
  —A mí me parece inocente. ¿Por qué no lo dejas en libertad?
  —¿Por qué no te preocupas por ti, forastero? Yo decido quién es inocente y quién culpable por aquí.
  —La verdad es que es muy sucio y huele mal.
  —Tienes mucha cara al venir al pueblo y juzgar a los ciudadanos. Si no te gusta su olor, puedes marcharte cuando gustes.
  —Vale, perdona.
  —No sé lo que pretendes, pero, sea lo que sea, seguro que es ilegal. Así que ya lo puedes ir olvidando. Vayas donde vayas, te estaré vigilando. Y si tramas algo, te encerraré para el resto de tus días.
  El sheriff se marcha.
  —¿Ves? —dice Otis—. Menudo idiota. ¿Has visto lo que tengo que aguantar? Será mejor que te vayas antes de que nos metamos en un lío.
  Otis mencionó unas flores amarillas, cuyo nombre no pasó desapercibido para Guybrush: Dórmilus Caníchelus. Desde luego, se parece a «dormir caniches». El chico recuerda haber visto unas flores de ese color cuando iba en busca de la Maestra de la Espada, así que decide ir a por un manojo. Después, roba un trozo de carne de la cocina del bar Scumm. Guybrush introduce las flores en la carne y se la arroja a los dulces perritos, que se desploman en cuestión de segundos. El juego se asegura de dejar claro, con un enorme letrero, que están dormidos, no muertos.
  La escena que se desarrolla en el interior de la mansión es difícil de explicar. Más que nada, porque la mayor parte de lo que sucede no se ve, sino que solo se oye. Lo único que podemos ver son los comandos de texto que se supone que usa Guybrush, pero sin que lo manejemos nosotros. Me explico. Al ser una aventura gráfica, podemos desplazarnos, observar objetos, agarrarlos, empujarlos, etcétera. Esas son las únicas instrucciones de lo que está ocurriendo. Y cuesta imaginarse la escena, cuando lo que leemos son cosas como «Hipnotizar rinocerontes peleones», «Empujar botón rojo», «Usar quitagrapas en tremendo yak con aspecto peligroso» o «Usar repelente para ardillas con grupo de ardillas».
  El sheriff Fester Shinetop entra a la mansión después de Guybrush, por lo que también se supone que ambos luchan; pero, como ya digo, no podemos ver nada, así que queda a la imaginación de cada uno.
  Guybrush sale de la mansión con varios nuevos objetos en el inventario, de los cuales solo nos interesa uno: el repelente para ardillas. Por si tenéis curiosidad, los demás son un quitagrapas, un manual de estilo y unos labios de cera. Pero no sirven para nada.
  ¿Y qué pasa con el ídolo de múltiples brazos? De nuevo, no podemos saberlo; pero Guybrush deja caer que necesita una lima para conseguirlo, por lo que se intuye que está protegido por alguna clase de barrera metálica.
  Guybrush regresa a los calabozos para hablar con Otis.
  —No tendrás una lima, ¿verdad? —pregunta Guybrush.
  —¿Crees que estaría aquí dentro si tuviese una? Lo único que tengo es esta tarta de mi tía Tillie. Y no me gustan las tartas. Puedes quedártela si me traes algo para librarme de estas ratas.
  —Tengo un repelente de ardillas.
  —¡Vaya, gracias! ¡A lo mejor funciona con las ratas!
  Guybrush y Otis intercambian el repelente por la tarta. ¿Qué motivo podría tener la tía Tillie para enviarle una tarta a su sobrino, pese a saber que no le gustan? Pues esconder una lima dentro, claro. Con ella, Otis podría haber roto los barrotes de su celda. Pero Guybrush le ha encontrado un mejor uso: utilizarla para robar el ídolo de múltiples brazos.
  Antes de que Guybrush pueda huir de la mansión con el ídolo, el sheriff Shinetop le corta el paso.
  —¡Aún no he acabado contigo!
  —Verás, puedo explicarlo…
  —Yo también. Has envenenado a los caniches de la gobernadora…
  —¡Solo están durmiendo!
  —Has irrumpido en su casa…
  —¡La puerta estaba abierta!
  —Y has robado una de sus más preciadas obras de arte…
  —¡Es todo un malentendido! —se excusa Guybrush.
  —No me digas. Venga, oigamos tu explicación.
  —Eh… ¡Debería estar en un museo!
  —¡Ja!
  —En realidad, los jefes piratas me obligaron a robarlo.
  En ese momento, la gobernadora Marley se une a ellos.
  —¿Qué está pasando?
  —Gobernadora —dice Shinetop—, he pescado a este gorila llevándose su ídolo. Dice que lo han obligado los jefes piratas.
  —No es la primera persona a la que llevan por mal camino —se lamenta Marley—. Aunque lo que realmente me preocupa es cómo ha podido entrar a mi casa estando tú de guardia.
  —Yo… Eh…
  —Déjanos, Fester. Yo me encargo de esto.
  —Hm. Ya ajustaré cuentas contigo más tarde —susurra a Guybrush.
  El sheriff se marcha.
  —Ruego que lo disculpes —dice Marley—. Es nuevo en el puesto. Soy la gobernadora Elaine Marley, por cierto.
  —Uh… —Guybrush se ha quedado sin palabras, impresionado por la belleza de aquella mujer.
  —Así que te han obligado los jefes piratas, ¿eh?
  —Eh…
  —Relájate, señor Threepwood. Sé por qué estás aquí. Créeme, no eres el primero que lo ha intentado. Aunque, lo admito, nadie ha llegado tan lejos como tú.
  —Oh…
  —El vigía me informó de tu llegada. Quise conocerte desde el momento en que oí tu fascinante nombre. Dime, Guybrush, ¿por qué quieres ser pirata? No pareces uno de ellos. Tu rostro es demasiado… dulce.
  —Blfft…
  —Ya veo… Obviamente, no tienes ganas de charlar, ¿verdad? Supongo que tienes otras cosas más emocionantes que hacer. No quiero malgastar tu tiempo, señor Threepwood.
  —¡Bhhlw! ¿Mfrnkf? Dmnkly… —Guybrush no puede hacer otra cosa más que observar cómo Elaine Marley se aleja—. Vaya… Ojalá supiese cómo hablar a las mujeres.
  La parte positiva es que le ha permitido llevarse el ídolo de múltiples brazos. Segunda prueba superada.

Capítulo S.10 – Agua y amor

  Puede que la gobernadora Elaine Marley haya decidido pasar por alto el robo del ídolo, pero el sheriff Shinetop no será tan benevolente. Está esperando a Guybrush fuera de la mansión para detenerlo.
  —¿Adónde crees que vas, Throomwald?
  —Voy a depositar este ídolo en una caja fuerte.
  —No me digas. Y yo te voy a depositar a ti en el fondo del mar.
  —Shinetop, aún no es demasiado tarde para que seamos amigos.
  —Ya… Y tampoco es demasiado tarde para matarte y llegar a tiempo al bar en la hora feliz. —Shinetop lleva a Guybrush al muelle. El sheriff ata el tobillo de Guybrush al ídolo con una cuerda—. Aquí acaba tu historia, pequeño merluzo. Ya no volverás a causar problemas en la isla Mêlée. Mis planes para la gobernadora son demasiado importantes, y están a punto de cumplirse… No dejaré que un aprendiz de pirata como tú los estropee. Hasta nunca, don Caratarta, o Caratorta, o como te llames. —Shinetop arroja el ídolo al fondo del mar, arrastrando a Guybrush tras él—. Vaya, quizá resulte ser un buen día después de todo.
  Guybrush trata de romper la cuerda, pero es incapaz de hacerlo con sus manos desnudas. El sheriff le ha arrebatado la espada, el único objeto de su inventario que podría sacarlo del atolladero. ¡Pero no está todo perdido! Para empezar, no olvidemos que Guybrush ya presumió de ser capaz de aguantar diez minutos sin respirar. Eso será fundamental para sobrevivir. En cuanto mira a su alrededor, descubre que hay muchos objetos cortantes: un cuchillo, unas tijeras, un hacha, una espada, una sierra… El problema es que no alcanza ninguno por culpa de la cuerda. Qué irónico, tener todos esos objetos a la vista y no poder usarlos…
  La solución a este problema requiere de una dosis de pensamiento lateral. Esto es Monkey Island, así que puede que haya que emplear un método algo absurdo. Guybrush se guarda el ídolo en el inventario, con lo que automáticamente deja de pesar, y regresa a la superficie. ¡Fácil y rápido!
  A todo esto, no he mencionado que el ídolo de múltiples brazos no tiene ni un solo brazo…
  De vuelta en tierra firme, Guybrush descubre que Elaine Marley está allí, en el muelle.
  —¡Estás vivo!
  —¡Gobernadora!
  —Anda, pero si sabes hablar.
  —¿Qué haces aquí? ¿Has venido para rematarme?
  —Al contrario, he venido para salvarte. Fester no actuaba bajo mis órdenes cuando te arrojó al mar.
  —¿Has venido a rescatarme? —Guybrush no da crédito—. Creía que ni siquiera te caía bien…
  —Bueno, es cierto que nuestro primer encuentro fue un poco… raro. Parecía que tenías dificultades para construir frases completas. Ocurre lo mismo con la mayoría de mis ciudadanos.
  —Pero yo no soy uno de tus ciudadanos. —La música se vuelve emotiva de repente, sin venir a cuento—. Solo soy un vagabundo, un donnadie, un aspirante a pirata… Si me hubiese ahogado, ¿quién se habría enterado? ¿A quién le hubiese importado?
  —A mí, Guybrush.
  —Oh, gobernadora…
  —Oh, Threepwood…
  —¡Oh, Elaine!
  —¡Oh, Guybrush!
  —Cuchufleta…
  —Bizcochito…
  —Palomita…
  —Pichurri…
  ¿Qué acaba de pasar aquí?
  —¡Bésame, Elaine!
  —¡No! ¡No debemos!
  —¿Qué?
  —No aquí, donde todos nos puedan ver.
  —¿Por qué? ¿Te avergüenzas de mí?
  —Claro que no… Lo que pasa es que se me han declarado muchos piratas, y, por no herir sus sentimientos, siempre les respondo que mi padre me hizo prometer que nunca me enamoraría de un pirata. Si nos viesen juntos, sabrían que les mentí.
  —En tal caso, vamos a tu casa.
  —Vale. Pero termina tus pruebas primero. No quiero que tengas la mente en otra parte.
  La gobernadora se marcha.
  —De repente, tengo muchas ganas de terminar las pruebas cuanto antes… —concluye Guybrush.

Enlaces:

Introducción
The Secret of Monkey Island, parte 1: capítulos 1-10 cursor
The Secret of Monkey Island, parte 2: capítulos 11-20
Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge, parte 1: capítulos 1-9
Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge, parte 1: capítulos 10-18
The Curse of Monkey Island, parte 1: capítulos 1-10
The Curse of Monkey Island, parte 2: capítulos 11-22

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