Guía argumental de Final Fantasy VII: Ever Crisis – The First Soldier – Parte 5
Guía argumental de Final Fantasy VII: Ever Crisis – The First Soldier – Parte 5
Fecha de publicación: 9 de noviembre de 2024
Autor: Chris H.
Fecha de publicación: 9 de noviembre de 2024
Autor: Chris H.

Podéis leer los capítulos anteriores pulsando AQUÍ.

Capítulo 13 – Soldier desaparecidos

  La historia de Ever Crisis – The First Soldier está dividida en temporadas. Los doce primeros capítulos comprenden la primera temporada, por lo que el capítulo trece, el actual, es el primero de la segunda temporada.
  Nos situamos en el año 1992 del universo Final Fantasy VII. Es la primera vez que utilizo esta terminología, así que voy a especificar un poco más, para tener el contexto apropiado. Apenas han transcurrido unos meses desde el inicio de la primera temporada de The First Soldier. Es decir, quince años antes de los sucesos de Final Fantasy VII y ocho antes del inicio de Crisis Core. Se trata de un gran paso atrás en el tiempo, ya que la historia de The First Soldier había avanzado ocho años en su tramo final, como adelanto para lo que estaba por llegar.
  Voy a aprovechar para explicar algo más. La denominación exacta del año es [μ]-εγλ 1992. No le busquéis explicación a los caracteres griegos, porque no la tiene. Lo que sí resulta importante saber es que, después del año [μ]-εγλ 2000, no va el [μ]-εγλ 2001, sino el [ν]-εγλ 0001. Por lo tanto, Final Fantasy VII comienza en el año [ν]-εγλ 0007.
  Por si os lo estáis preguntando, el nombre de cada carácter es el siguiente: ε es «épsilon», γ es «gamma», λ es «lambda», μ es «mi» y ν es «ni».
  Ahora, hablemos con propiedad. Nos situamos en el año [μ]-εγλ 1992. Un helicóptero de ShinRa sobrevuela la nación de Wutai. A uno de sus pasajeros ya lo conocemos: el legendario Soldier Sefirot, en su versión más joven. Sentado a su izquierda se encuentra un segundo Soldier, también joven, que porta un enorme mandoble. Es Angeal Hewley, otro conocido de la saga, pero nuevo en este videojuego, así que lo trataremos como tal. Aunque es un poco mayor que Sefirot, su situación es muy distinta. Es su primera misión como Soldier en territorio enemigo.
  Frente a ellos hay un hombre que graba la escena con una videocámara. Su nombre es Bachman.
  —Estamos en el año 1992. Este es el trabajo más importante de mi vida: inmortalizar el momento en el que la historia cambiará para siempre.
  Angeal hace todo lo posible por hablar con Sefirot, pero este no se muestra muy interesado.
  —Eh, ¿verdad que no aparento más de dieciséis años? Pues tengo veinte. Vengo de Banora, ¿te suena? Al menos habrás oído hablar de las Banoras blancas, ¿no? Se las conoce como «bobozanas». Las habrás probado, ¿verdad?
  —…
  —Ya, supongo que no… Creo que me hago una idea de por qué me han nombrado jefe del equipo antes que a nuestro joven héroe aquí presente. Aunque seas un Soldier sin igual, dejas mucho que desear como líder. ¿A eso te dedicas? ¿A poner cara de pocos amigos para que los demás te dejen en paz? ¿Crees que te va a funcionar conmigo?
  —…
  —Seguro que nadie se ha atrevido a recriminártelo antes…
  En eso se equivoca. Sefirot no olvida las palabras de Glenn Lodbrok. Al principio no se llevaban nada bien, pero podría decirse que acabaron siendo amigos.
  —Bueno —sigue Angeal, incansable—, acepto el reto.
  Sefirot parece a punto de decir algo, pero cambia de idea y permanece callado.
  El helicóptero aterriza en un claro de un bosque. Sefirot, Angeal y Bachman se apean de la aeronave.
  —Es septiembre de 1992 —narra el cámara, sin dejar de grabar—. Nos encontramos cerca de las ruinas de Robio, situadas en el extremo sudeste de Wutai. Dos jóvenes miembros de Soldier, Sefirot y Angeal, se hallan inmersos en una misión de rescate. Su objetivo es localizar a cuatro compañeros desaparecidos. Les habla Russ Bachman, director del departamento de registros y archivos de ShinRa.
  —Deja de grabar —le ordena Sefirot.
  —Lo siento, pero es mi trabajo. Estoy aquí para filmar la Zona Prohibida Igara y Robio, además de para grabaros en acción. Sobre todo a ti, Sefirot.
  —¿Es una especie de vídeo promocional? —pregunta Angeal.
  —Puede ser. —Bachman se encoge de hombros—. Eso lo decidirá el departamento de relaciones públicas. Venga, al lío. Sefirot, háblame de tus aspiraciones.
  —…
  —Di algo audaz. Algo inspirador.
  Ante el silencio de Sefirot, es Angeal quien decide contestar.
  —Los Soldier desaparecidos eran mis compañeros. Mis mentores. Mis amigos. Pienso llevarlos de vuelta a Midgar, cueste lo que cueste. Eso es lo único que importa ahora. ¿Queda claro?
  —Sí, sí. —Bachman retira la cámara—. Todos somos profesionales aquí. Y los profesionales respetan el trabajo de los demás.
  —Bien. En total son cuatro los Soldier desaparecidos. No han enviado señales de socorro, así que tendremos que buscarlos al modo tradicional.
  —Estupendo. —Bachman vuelve a enfocar con la cámara—. ¡Estamos rodando!
  Angeal, Sefirot y Bachman se internan en el bosque de las ruinas de Robio. Varios monstruos salen a su encuentro. Angeal se encarga de ellos en solitario, ante la indiferencia de su compañero.
  —¿Qué pasa? ¿Por qué no luchas? —le recrimina el jefe del equipo.
  —Lo tenías todo bajo control. —Sefirot se encoge de hombros.
  —A ver, una cosa —dice Bachman—. Ya sé que en Soldier es importante la eficiencia, pero necesito material para la grabación. Los de relaciones públicas quieren imágenes del legendario Sefirot en acción. Para eso estoy aquí. Como ya os dije, todos somos profesionales, así que vamos a ayudarnos los unos a los otros, ¿vale?
  —No he recibido ninguna instrucción acerca de ser filmado —replica Sefirot.
  —Eso te pasa por no venir a las reuniones de trabajo —protesta Angeal.
  —Bah. —Sefirot les da la espalda y sigue caminando.
  —Enfurrúñate todo lo que quieras, no te vas a librar de mí.
  Angeal, Sefirot y Bachman continúan avanzando por el bosque de las ruinas de Robio. Llegados a un punto, el director del departamento de registros y archivos les da el alto.
  —Los wutaianos conocen este lugar como «Zona Prohibida Igara». Nadie se atreve a poner un pie dentro. Por eso los altos mandos pensaron que debía ocultar algo. Algo gordo. No es de extrañar que enviasen a un escuadrón de Soldier a investigar.
  —Algunos de los mejores, según tengo entendido —puntualiza Angeal.
  —Y todos desaparecieron. Sin señal de socorro, sin rastro de su paso… Nada.
  Angeal se dedica a investigar la Zona Prohibida Igara, mientras Sefirot se cruza de brazos y Bachman documenta la misión en vídeo.
  —Vista una aldea destruida, vistas todas —dice Bachman—. Este lugar lleva mucho tiempo abandonado.
  —Los restos son una pista en sí misma —responde Angeal—. Para causar esta clase de destrucción hace falta un poder monstruoso.
  —¿Tú qué opinas, Sefirot?
  —Buscar a los Soldier desaparecidos. No estorbar tu grabación. Aparte de eso, mi trabajo no consiste en pensar u opinar.
  —Pues tú te lo pierdes —replica Angeal.
  —¿Eh? ¿Qué quieres decir?
  —Una experiencia nueva nunca es una pérdida de tiempo. Aprenderías mucho más si dejaras de tratar todo como parte de tu trabajo.
  —Discrepo.
  —Ah, ¿sí? Venga, convénceme de lo contrario.
  Angeal y Sefirot se dedican una mirada desafiante.
  —¡Ja! —exclama Bachman—. ¡Tío, no me lo puedo creer! ¡Ojalá estar presente cuando los de relaciones públicas vean esta grabación y se tiren de los pelos!
  Desde luego, no es la mejor versión del «legendario Sefirot»…

Capítulo 14 – Camaradería

  Continúa la búsqueda de los cuatro Soldier desaparecidos en la Zona Prohibida Igara, dentro de las ruinas de Robio, al sudeste de Wutai. Angeal es el único que está buscando de verdad, ya que Sefirot no mueve un dedo y Russ Bachman se limita a grabar con su videocámara. El jefe del equipo encuentra el cadáver de uno de sus compañeros Soldier.
  —Es Marco Morse. Por su aspecto, diría que lleva muerto más de tres días. Sus heridas son horribles. No habríamos podido salvarlo.
  —¿Lo conocías? —pregunta Bachman.
  —Todos los Soldier son mis camaradas. Mis amigos. Vendré a por su cuerpo más tarde… Antes, tenemos que encontrar a los demás. —Angeal se agacha junto al cuerpo—. Volveremos, te lo prometo.
  Los tres recorren las ruinas en busca de los otros Soldier desaparecidos. A Angeal le llama la atención el brillo del suelo.
  —Nunca había visto nada parecido a esto. Hay una capa tan fina como la ceniza, pero que brilla como el cristal.
  —Supongo que tiene algo que ver con que consideren a este lugar una zona prohibida —concluye Bachman.
  —Sabremos la respuesta en cuanto encontremos a los supervivientes. Pero tenemos que darnos prisa.
  No tardan en hallar un segundo cadáver.
  —Radam Phon, un Soldier de modelo-P —dice Angeal—. También lleva muerto varios días… Joder, no era mucho mayor que nosotros…
  Por si es necesario recordarlo, los Soldier modelo-pasivo, o modelo-P, son aquellos cuyos cuerpos no han sido modificados genéticamente. Los Soldier de Clase Cero, como Glenn, Lucía y Matt, son modelo-pasivo.
  —Ahora que lo pienso… —dice Bachman, como si me hubiese leído la mente—. Oye, Sefirot, tú conociste a Lucía, ¿verdad? Estaba a cargo de entrenar a los modelo-P. Ella y otros dos compañeros, Glenn y Matt, golpearon a un ingeniero y huyeron. Nadie los ha vuelto a ver desde entonces. Pero tú estuviste con ellos, ¿no? ¿Cómo eran?
  Sefirot piensa qué responder. Al final, opta por mentir.
  —Nunca hablamos de cuestiones personales. No éramos más que compañeros de misión.
  —Seguro que estaban encantadísimos contigo —bromea Angeal.
  —Esos traidores estaban tan ocupados confabulando con el enemigo —dice Bachman— que ni siquiera prestaron atención al héroe que tenían al lado. En fin, es mejor que no te involucres con esos idiotas.
  Sefirot se muerde la lengua y cambia de tema.
  —Angeal Hewley, supongo que ya lo sabes, pero lo diré de todos modos, por si acaso: soy un caso especial, incluso dentro de Soldier. Soy el único con permiso para hablar libremente con el profesor Hojo, el máximo responsable del proyecto encargado de expandir nuestros límites. Por lo tanto, aunque trabajemos juntos, tú y yo nunca seremos amigos.
  —Vaya, no me lo esperaba. ¿Te sientes mejor ahora que lo has soltado? —No hay respuesta—. Veo que la influencia del profesor está siendo buenísima para su personalidad…
  —Es mejor que no te oigan decir eso, Angeal —le advierte Bachman—. Pero, si te soy sincero, opino igual que tú.
  El grupo encuentra al tercero de los cuatro Soldier desaparecidos. Este tampoco ha sobrevivido.
  —Es Ed Schuder —dice Angeal—. No ha salido mejor parado que los demás…
  —Solo queda uno —responde Bachman—. Me ocuparé de llamar al helicóptero.
  Sefirot examina el cadáver.
  —Son heridas de arma blanca.
  —¿En serio? —pregunta Angeal—. Las de Marco y Radam eran idénticas.
  Bachman se acerca a ellos.
  —¿De qué habláis?
  —Es probable que hayan sido asesinados por seres humanos —explica Angeal—. Son cortes hechos con una espada, no con garras o colmillos.
  —¿Creéis que puede haber sido un ninja de Wutai?
  —No podemos descartarlo. Avísanos si descubres algo más, Sefirot. Compartir información no es pedirte demasiado, ¿verdad?
  El Soldier de cabello plateado se pone en pie.
  —Algo se acerca.
  Se trata de un monstruo, al que despachan sin complicaciones.
  —¿Ves? —dice Angeal—. No cuesta tanto compartir información.
  —Pero tú lo sabías tan bien como yo —replica Sefirot.
  —Aun así, la comunicación es importante. Además, no olvides que no estamos solos.
  Deben continuar buscando, pues aún hay un Soldier desaparecido.
  —Después de ver a los otros tres —dice Bachman—, no pondría la mano en el fuego por encontrar al último con vida.
  —No subestimes a los Soldier —responde Angeal.
  —Oye, Sefirot. Angeal dice que todos los Soldier son amigos suyos, incluso aquellos a los que no conoce en persona. Pero tú tienes pinta de ser más del tipo «corazón que no ve, corazón que no siente». Me hace preguntarme qué pensarán los demás Soldier…
  —Seguro que piensan como yo —asegura Angeal, convencido—. Puede que seamos lo mejor de lo mejor, pero la camaradería es muy importante para nosotros. El tiempo que pasamos juntos fortalece nuestros vínculos, y esos vínculos nos vuelven más eficaces en combate.
  —Por lo que yo he visto —dice Bachman—, os las apañáis bastante bien por vuestra cuenta. ¿Quién necesita tácticas y trabajo en equipo cuando basta con la fuerza bruta?
  —Se suele decir que un Soldier es tan eficaz como todo un escuadrón completo de soldados —responde Angeal—. Pero, cuando trabajamos juntos, tardamos menos y aumentan las opciones de supervivencia. ¿Verdad, Sefirot? Hace tiempo que quería trabajar contigo. No te estoy pidiendo que seas mi amigo, solo que muestres un poco de camaradería.
  —¿«Camaradería»? No soy más que un arma. Una máquina fabricada para arrebatar vidas. Un falso héroe utilizado para dar buena imagen a ShinRa. ¿Quién querría a un camarada así?
  —Pues yo. Así que seguiré hablándote, incluso aunque me ignores y pongas mala cara. ¿Que eres un arma? ¿Una máquina? Pues vale, me parece bien. Pero ¿sabes qué? Por eso mismo nos insisten tanto en que los Soldier debemos fomentar nuestra humanidad. Y el único modo de hacerlo es mediante la construcción de vínculos con nuestros compañeros.
  —Todo eso no es más que un obstáculo en el campo de batalla —replica Sefirot—. No te interpongas en mi camino.

Capítulo 15 – Masamune

  Angeal Hewley, Sefirot y Russ Bachman buscan al cuarto Soldier desaparecido en la Zona Prohibida Igara.
  —¿Alguna vez habéis combatido a ninjas de Wutai? —pregunta el director del departamento de registros y archivos—. ¿Son duros de pelar?
  —Solo he luchado contra ellos en las simulaciones virtuales —responde Angeal.
  —¿Y tú, Sefirot?
  —No.
  Por unos instantes, podemos ver a Sefirot, bajo la atenta mirada del profesor Hojo, combatiendo a ninjas de Wutai con ayuda de una versión digital de Angeal. En este recuerdo ya dejaba claro, aunque solo fuese con su mirada, lo poco que le gustaba el trabajo en equipo.
  —En las simulaciones eran luchadores ágiles —dice Angeal—. Muy difíciles de abatir. Ahora que lo pienso, el simulador nos emparejaba con los mejores. Sefirot siempre ha estado muy por encima del resto, así que era habitual que me emparejase con él. Pero el simulador no me preparó para la experiencia de conocerlo en persona… Yo también estaba muy arriba en la clasificación; seguro que alguna vez te emparejaron conmigo, Sefirot.
  —Ni idea. Ninguno me pareció especialmente memorable.
  Tras decir esto, Sefirot se aleja.
  —Tan frío como siempre… —murmura Angeal.
  —En cualquier caso —dice Bachman—, será mejor que no nos crucemos con ningún ninja. Cuando me dijeron que tendríamos que internarnos en la zona prohibida, pensé que quizá no volviera con vida. Pero, ahora que os conozco, me siento a salvo.
  —No bajes la guardia. Este lugar es peligroso, de eso no cabe duda. Tengo una sensación extraña, como si… estuviésemos en medio de un campo de batalla. Algo va mal.
  —¿Cómo lo sabes?
  Que hayan muerto tres Soldier y un cuarto esté desaparecido ya es una buena pista de por sí, la verdad.
  —Llámalo «intuición de Soldier».
  —¿«Intuición»? —pregunta Sefirot, quien ha escuchado parte de la conversación.
  —Tenemos sentidos más agudizados que la media —responde Angeal—. Tú también debes de sentirlo.
  —Diría que no. Quizá, simplemente, estás asustado. —Sefirot mira a su alrededor—. Nos están vigilando.
  —¿Eso también es «intuición de Soldier»? —bromea Bachman.
  —No. Yo no tengo ningún poder tan ridículo como ese.
  —Te dije que nos avisaras si notabas algo raro —le recuerda Angeal.
  —No es nada. Si fuese importante, os lo diría.
  Al fin, los tres encuentran al último Soldier desaparecido. Por el uniforme, se trata de una Soldier de Segunda Clase.
  —¡Está viva! —Angeal corre hacia ella.
  —¿Sois… la unidad de rescate?
  —Afirmativo.
  —Menos mal… Pero tened cuidado, aquí hay…
  No tiene tiempo de acabar la frase cuando un hombre de avanzada edad, con el pelo y la barba de color blanco, cae sobre Sefirot, espada en mano. El Soldier de modelo-activo logra repeler el ataque.
  —Esa espada es impresionante —dice Sefirot.
  —Je, je… —El anciano espadachín ríe—. Un joven de gustos refinados, ¿eh?
  —Sé reconocer un trabajo bien hecho cuando lo veo. Y también sé distinguir cuando su poseedor es indigno.
  Pese a la inferioridad numérica, el anciano está dispuesto a luchar contra ellos.
  —¡Es hora de trabajar en equipo, Sefirot! —exclama Angeal—. ¡Carguémonos a este vejestorio!
  El jefe del equipo logra herir al espadachín. Sefirot va un paso más allá y clava su espada en el pecho del anciano…, pero la hoja se quiebra sin hacerle apenas daño. Sefirot observa su espada rota, desconcertado.
  —Soy Masamune, maestro herrero de Robio. Puse todo mi corazón y mi alma en forjar esta espada. Llevará mi nombre para siempre. Y nunca habrá otra igual. Pero no importa cuánto espere, nunca ha aparecido nadie digno de reclamarla… No puedo seguir esperando. Debo cedérsela a un guerrero digno.
  El herrero Masamune se marcha. Parece evidente que ha sido él quien ha asesinado a los tres Soldier. Y, a poco que conozcáis la saga Final Fantasy VII, su nombre os será más que familiar… Si no es así, tendréis que seguir leyendo.
  —¿Dónde está Ed? —pregunta la Soldier de Segunda Clase, ya recuperada—. ¿Y los demás?
  —No hay más supervivientes —responde Angeal.
  —Oh… Pero podemos repatriar los cadáveres, ¿verdad?
  —Por supuesto.
  —Supongo que debería presentarme. —La Soldier se retira el casco—. Soy Alissa Goldie, Soldier de Segunda Clase. Empezaba a temer que nadie vendría a buscarnos. La cosa pintaba mal hace unos instantes, pero ahora estoy tan feliz que os abrazaría.
  Sefirot se ha quedado petrificado al verla. Aquella Soldier es sospechosamente parecida a la mujer que aparece en la fotografía que Sefirot siempre lleva consigo. Para él, es Jénova, su madre. En realidad, se trata de la científica Lucrecia.
  —¿Por qué me miras así? —pregunta Alissa—. ¿Es que me parezco a tu novia? ¿O a tu madre?
  Un comentario no menos sospechoso. Aunque, salvo que se indique lo contrario, vamos a suponer que se trata de una mera casualidad.
  —Bachman —dice Angeal—, Alissa y tú adelantaos y esperadnos en el punto de encuentro. Voy a reunir los cuerpos de nuestros camaradas caídos. Ya pensaremos después qué hacemos.
  Russ Bachman aprovecha para grabarse a sí mismo hablando a cámara.
  —La misión de Robio se ha desarrollado sin incidentes. Hemos tardado menos de un día, y hemos encontrado a los cuatro Soldier desaparecidos. Por desgracia, solo hay una superviviente. Y apenas he tenido ocasión de grabar a nuestro «héroe» en acción. La destreza en combate de Sefirot no tiene igual, ni siquiera entre los Soldier. ShinRa no sería lo que es sin él. Antes de embarcarme en esta misión, había oído que era un espécimen perfecto. Pero ni los rumores más optimistas hacen honor a la verdad. Está muy por encima de las capacidades humanas… Esa es la impresión que me dio verlo empuñando una espada. Sin embargo, una vez enfundada, dejó a la vista sus defectos. Es un chaval atormentado e incapaz de colaborar con los demás, ya ni hablemos de mostrarse amigable. Su interés en la misión parece casi nulo. Nada que pueda aprovechar el departamento de recursos humanos, eso seguro… ¡Pero mi trabajo consiste en hacerlo brillar!

Capítulo 16 – Sueños

  Vamos a presenciar una escena misteriosa, que se lleva a cabo en una sala desconocida, con aspecto de instalación de ShinRa. Sefirot, sentado en una caja, acaba de despertar. Ante él hay una mujer con bata de científica. Es Jénova. Es decir, es Lucrecia, pero tanto para Sefirot como para The First Soldier se llama Jénova, así que voy a mantener la nomenclatura.
  —Bienvenido, Sefirot. ¿Qué tal te ha ido en la misión?
  —¿Madre…? ¿Qué estás haciendo aquí?
  —No digas tonterías. ¿Por qué no iba a estar aquí?
  —No puede ser… Te he buscado durante tanto tiempo…
  Recordemos que Sefirot no conocía a su madre en persona. Obviamente, no cuenta cuando era un recién nacido. De hecho, no sabe casi nada sobre ella.
  —Seguro que estás cansado de tanto trabajar. —El tono de la científica es completamente despreocupado, todo lo contrario que el de su hijo—. Supuse que tendrías hambre, así que te he cocinado tu plato favorito.
  Jénova le entrega un cuenco vacío, porque ni siquiera se han molestado en dibujar la comida. Pero se supone que está lleno, vaya.
  —Sopa de calabaza… —Sefirot se siente tan confundido que casi no puede ni hablar—. No dejo de soñar con volver a comer esto…
  —¿De qué hablas? Te hago sopa de calabaza todos los días. ¿O es que te gusta tanto que te has obsesionado?
  —Si eso fuese verdad…, me haría muy feliz.
  —Es que es verdad —insiste Jénova—. Estoy aquí, a tu lado, como siempre. Nunca me marcharé.
  —S-sí, claro… Estás aquí… Lo siento, madre. Es solo que… me siento muy confundido.
  —No pasa nada. Me basta con que recuerdes lo feliz que soy cocinando para ti. Ah, te he traído un regalo. Es un amuleto de la suerte. Espero que haga tu trabajo algo más llevadero.
  Jénova le muestra una especie de pulsera trenzada.
  —Es muy bonito —dice Sefirot.
  —Ponlo en tu espada. Así estará siempre contigo. Incluso cuando yo no esté.
  —Me parece bien. Lo haré.
  —Siempre serás mi pequeño…
  Jénova lo abraza.
  —Gracias, madre… Esto es… Esto es…

  —… Un sueño —dice para sí mismo al despertar.
  Era evidente, en cualquier caso, si tenemos en cuenta el título del capítulo.
  Angeal sigue durmiendo. Vamos a saltar de una mente a otra para ver con qué sueña el jefe del equipo. En realidad, más que un sueño, lo que viene ahora parece un recuerdo, así que lo voy a narrar en pasado.

  Era el cumpleaños de Gillian, la madre de Angeal. El Soldier, más joven que en la actualidad, y su padre, cuyo nombre no nos revelan, porque sería pensar demasiado, le habían preparado una comida muy variada y especial.
  —No sé si vamos a poder comernos todo —bromeó ella.
  —Habrá que intentarlo —respondió el padre.
  —Lo hemos hecho con mucho cariño —añadió Angeal—, como muestra de agradecimiento.
  —Gracias a los dos.
  Los tres disfrutaron de una agradable comida juntos.
  —Os ha quedado todo muy bien —dijo Gillian.
  —Me alegra oírlo —respondió Angeal—. Sobre todo porque eres tú quien me ha enseñado a cocinar. Aunque todavía me queda mucho por mejorar… Así que he decidido que seré yo quien cocine los próximos días.
  —No tienes que molestarte. Si no hago nada, me sentiré culpable.
  Hay que ver cuánto idealizan el papel de «madre tradicional» los videojuegos japoneses…
  —Después de este día tan maravilloso —dijo el padre, dispuesto a fastidiarlo—, temo que pase algo malo para compensar.
  —Seguro que vosotros estaréis bien —respondió Gillian—. Ambos hacéis mucho por ayudar a los demás.
  —Yo no hago gran cosa. Sobre todo comparado con Angeal.
  —Ayudo en lo que puedo —dijo Angeal con humildad—. Todavía estamos buscando formas de procesar las manzanas en productos que podamos vender, así que he pensado en invertir más dinero.
  —¿Después de haber donado toda esa maquinaria agrícola? —Su padre rió—. No me extraña que te quiera todo el pueblo. Pero no tanto como nosotros, que conste.
  —Esta primavera empezaré a trabajar como Soldier. Voy a ganar más dinero del que puedo gastar. Así que, si puedo contribuir a mejorar la vida en Banora, lo haré. Al fin y al cabo, le debo todo lo que tengo a mi familia y a mi aldea.
  —¿Estás seguro de que es lo que quieres hacer? —preguntó Gillian, preocupada—. Es un trabajo muy peligroso… ¿No tienes otras opciones?
  —Quiero haceros la vida más fácil, mamá. Después de todas las penurias que habéis soportado, os merecéis un descanso. Nada me haría más feliz. Si al unirme a Soldier puedo seguir colaborando con la aldea, no se me ocurre ningún trabajo mejor.
  —Si estás seguro, haremos todo lo posible por apoyarte.
  —¡Brindemos! —exclamó el padre—. ¡Por mi encantadora mujer y mi maravilloso hijo!
  Salud.

Enlaces:

Parte 1: introducción, capítulos 1-6
Parte 2: capítulos 7-8
Parte 3: capítulos 9-10
Parte 4: capítulos 11-12
Parte 5: capítulos 13-16 cursor

Saga completa: MakoSedai.com/guias-argumentales

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