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Capítulo 9 – Recordados por el Planeta
Han pasado diez días desde que Sefirot y su equipo lograron asegurar las ruinas de Logues. El Soldier de cabello plateado acabó con los últimos rhadoranos, ancianos y niños incluidos. Ya nadie queda allí para proteger su hogar.
Los ingenieros de ShinRa están concluyendo los preparativos para iniciar la construcción de un pequeño reactor de Mako. La excavación comenzará de un momento a otro. Una vez más, la gran compañía de Midgar se ha salido con la suya, a costa de la vida de los demás.
Sin nada mejor que hacer, Glenn, Matt y Lucía pasan los días contemplando el paisaje de la isla de Sijad, con esa columna de humo blanco permanente alzándose desde la chimenea de piedra. Desde el punto de vista del pequeño Rosen, Rhadore está a salvo. Si supiera el destino que han sufrido sus paisanos…
El ingeniero jefe informa a los Soldier de que han visto monstruos deambulando por las inmediaciones de los barracones. Como Sefirot no está presente, se ocuparán de espantarlos sus tres subordinados.
Mientras realizan la ronda, los Soldier de Clase Cero tienen tiempo de hablar de un rumor desagradable que ha llegado a sus oídos. Al parecer, Sefirot se dedica a saquear cadáveres. Nadie sabe qué busca, pero ya son varios los empleados de ShinRa que lo afirman. Glenn, Matt y Lucía no tardan en confirmar este hecho con sus propios ojos. O, al menos, esa es su primera impresión.
—¡Vaya! —exclama Glenn—. ¡¿Así que era verdad que estabas saqueando cadáveres?!
—¿Qué? —Sefirot tarda en entender de qué está hablando—. Ah, comprendo el malentendido.
—¿Estás buscando algo? —pregunta Lucía.
—La verdad es que sí. El collar con la fotografía de mi madre. Pensé que podría estar debajo de uno de estos cuerpos. Je… Supongo que sí estoy saqueando cadáveres, después de todo.
Glenn, Matt y Lucía se ofrecen a ayudar en la búsqueda. Hace diez días que deberían haberse encargado de retirar los cadáveres, pero lo han estado postergando, así que ahora pueden hacer ambas cosas a la vez.
—¿Es cosa mía, o hay menos cadáveres que antes? —se pregunta Glenn.
—Habrán sido los monstruos —responde Sefirot.
—¡Ugh! ¡No pienso morir aquí y dejar que me coman!
—He notado que habéis bajado la guardia —les advierte su superior—. Los tres. Que creáis estar a salvo no significa que lo estéis. No podéis permitiros ser descuidados. Porque… —Sefirot carga un hechizo de fuego. Sus compañeros se quedan en tensión, sin saber cómo reaccionar. ¿Qué piensa hacer?—. No siempre estaré aquí para protegeros.
Sefirot lanza el hechizo… sobre un monstruo volador que se aproximaba a ellos. Por un momento, temieron ser el objetivo de su ataque. Ese chico es impredecible.
—Oh, ¿así que has estado protegiéndonos todo este tiempo? —dice Glenn con cierto tono de burla.
—Sí —responde Sefirot—. Es mi obligación, como vuestro líder.
—Me gustaría que todos los líderes tuvieran esa mentalidad —dice Matt—. No como cierta persona que trata a su equipo con violencia.
Es evidente que habla de Glenn.
—Y los fuerza a oler sus asquerosos calcetines —añade Lucía, en referencia a esa vez que Glenn estuvo a punto de ponerle un calcetín en la nariz para reanimarla. Por suerte, se recuperó antes de ello.
—Ese líder suena horrible —concluye Sefirot.
—Horriblemente memorable, diría yo —replica Glenn.
—Ya veo… Quizá no sea horrible. Quizá, simplemente, tenga miedo de ser olvidado.
Continúa el saqueo de cadáveres. Los ingenieros deben de creer que todos los Soldier están locos.
—No hay tantos rhadoranos como pensaba —dice Glenn.
—Debe de ser duro vivir aquí —responde Matt.
—Sí, no parece el lugar más cómodo al que llamar “hogar”. Es una lástima que no tuvieran buena relación con ShinRa. Con tanto Mako, podrían haber firmado un buen acuerdo. La verdad, no sé por qué tenían tantas pegas a que construyéramos un reactor. No puedo imaginar una vida sin ellos.
Matt se queda pensativo.
—Las creencias de los rhadoranos tienen mucho en común con la planetología.
—¿Qué es eso? —pregunta Lucía.
—Es una teoría que postula que, cuando uno muere, su energía espiritual regresa al Planeta, a la Corriente Vital, de donde brota nueva vida. Los rhadoranos llaman a esta energía “maná”, como dijo Rosen. A medida que el maná fluye a través del planeta, enriquece la vida salvaje, la humanidad y el mundo entero. Aunque nosotros lo veamos como un simple recurso, no es de extrañar que se opongan a consumir algo tan valioso.
—Pero es que solo es un recurso —replica Glenn—. Sigo sin pillarlo.
—Recuerdo algo que me dijo el profesor Hojo —dice Sefirot—: “No importa la lógica con que expliques algo, siempre habrá gente que no lo comprenda, debido a que tienen una concepción diferente del mundo”.
—Más allá de creencias y leyendas —insiste Glenn—, ¿no es mejor vivir la vida con la máxima comodidad posible? Mira lo que ha pasado; los rhadoranos se aferraron a su mentalidad, y ahora solo queda Rosen. —Lo dice como si no hubieran sido ellos quienes los han aniquilado—. Además, ¿quién sabe cuánto durará la construcción del reactor? Para cuando esté funcionando, nadie recordará a los rhadoranos.
—El Planeta lo hará —sentencia Sefirot—. Al menos, eso es lo que ellos creen.
Ahora es Glenn quien se queda pensativo. Casi le sale humo de la cabeza.
—Vale, creo que ya lo voy pillando… El maná está compuesto de vida, recuerdos y experiencias. Contiene la prueba de la existencia de las personas; su vida entera. Si lo consumimos a modo de energía, el Planeta acabará olvidando que los rhadoranos existieron. Y por eso se oponen a los reactores.
La búsqueda del colgante de Sefirot no resulta fructífera. Los Soldier empiezan a darse por vencidos. Aunque el chico está convencido de haberlo perdido en esa zona, no hay rastro de él.
—Quizá deberíamos enterrar los cuerpos —propone Glenn—. Puede que no sea el método que emplean los rhadoranos, pero no se me ocurre otra manera.
—¿Otra manera de qué? —pregunta Lucía.
—De disculparnos.
Ante eso, nadie pone pegas. Hasta Sefirot se ofrece a ayudarlos.
Capítulo 10 – Evacuación
Los ingenieros de ShinRa han comenzado la excavación, paso previo a la construcción del reactor. En primer lugar, usarán explosivos bajo tierra. Sefirot informa a sus tres subordinados de que deben regresar al campamento y evacuar la zona en helicóptero. Así lo indica el protocolo de seguridad.
—En el pasado, hubo al menos un caso en el que este método desencadenó una reacción en cadena, energizando el mako, lo que condujo a un evento catastrófico.
—¿Qué sucedió exactamente? —pregunta Glenn.
—La explosión provocó una erupción de mako; un fenómeno que los rhadoranos denominan “torrente de maná”.
El camino de vuelta se ha visto bloqueado por la caída de varios árboles. Sefirot aprovecha esta ocasión para mostrarles algo que desconocían: cómo emplear Materia para canalizar la magia. Quienes hemos jugado a Final Fantasy VII ya estamos acostumbrados a esas esferas brillantes con todo tipo de propiedades mágicas, pero, para Glenn, Matt y Lucía, es algo novedoso y asombroso. Lo que Sefirot utiliza, en cualquier caso, no es una Materia procesada, sino un fragmento que encuentran en la naturaleza. Por lo tanto, no es tan bonita… y se rompe con el uso.
Más adelante, Sefirot utiliza otro fragmento de Materia para congelar un río y poder cruzar su superficie. Glenn alucina con él, y la verdad es que Sefirot no hace ascos a este reconocimiento. Empiezan a comportarse como amigos.
Los Soldier llegan al campamento. Antes de montar en el helicóptero, Glenn pide al ingeniero jefe que retrase la activación de los explosivos.
—Hay alguien viviendo en una de las pequeñas islas del norte. Deberíamos advertirle de esto.
El ingeniero niega con la cabeza.
—Lo siento, pero ya es tarde. Ya hemos comenzado. Vamos, subid a bordo.
—¡No, espera! ¡Te lo suplico!
—¡No puedo hacerlo! ¿Es que no sabéis cuánto dinero ha invertido la compañía en esta operación?
—¡Pero hay una vida en juego!
Glenn, lleno de rabia, tumba al ingeniero jefe de un puñetazo. Este trata de conservar la calma.
—Mira, chaval… Si no obedeces, tendré que informar al cuartel general de esto. Ya puedes despedirte de tu empleo.
Pero Glenn se mantiene en sus trece. Y no solo eso, sino que, además, convence a sus compañeros para que lo apoyen. Los demás trabajadores se marchan de la isla, dejando atrás el último helicóptero, secuestrado por Lucía a punta de ametralladora. Cuando se disponen a utilizarlo, un viejo amigo acude a visitarlos. Es Stamp, el Gallonbaloir, ahora potenciado por el Mako. Ha llegado la hora de decirle adiós, pues, al fin, los Soldier acaban con el persistente baloir gigante.
El helicóptero del ingeniero jefe regresa para evacuar a Sefirot. Sin embargo, el chico de pelo plateado decide mantenerse fiel a sus compañeros hasta las últimas consecuencias. Viajará con ellos a la isla de Sijad para advertir del peligro a Rosen y Refu.
—¿Estás seguro de esto, Sefirot? —pregunta Glenn—. Vas a conseguir que te despidan, ¿sabes?
—Que lo intenten.
Glenn se parte de risa mientras el helicóptero despega.
Enlaces:
– Parte 1: introducción, capítulos 1-6
– Parte 2: capítulos 7-8
– Parte 3: capítulos 9-10
– Parte 4: capítulos 11-12
Saga completa: MakoSedai.com/guias-argumentales
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