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El árbol sangrante
(cuarta parte)
Tina y Masha intercambiaban notitas entre clase y clase. Como no compartían aula, ya que Masha era un año mayor, las dejaban en un árbol del patio trasero del colegio. Pero los meses pasaron, y Masha se graduó, por lo que aquel juego inocente entre ambas vulras llegó a su fin.
O así debería haber sido. Por algún motivo, Tina, ya en décimo curso, seguía yendo al árbol del patio trasero para intercambiar mensajes, en teoría, con Masha. Sin embargo, la propia Masha negó este hecho al ser interrogada por Dodo, Aura y Yía. Las tres chicas llegaron a una conclusión: alguien se estaba haciendo pasar por Masha. Esas notitas; o la mitad de ellas, al menos; eran falsas.
¿Quién podría estar interesado en suplantar la identidad de Masha? ¿Y con qué objetivo?
Mientras tanto, en su imaginación…
Foresta de la Luna. Parque. 12:57.
Todo aquel asunto, en apariencia intrascendente, de las notitas entre dos amigas, había desvelado una situación de extrema gravedad para la isla de Ine-Isu y sus habitantes. Cuando las DoYiRa descubrieron que varios árboles habían sido apuñalados, jamás sospecharon la auténtica motivación detrás de los actos de esa supuesta arboricida.
—Nuestros chamanes han detectado el olor de la sangre —aseguró Jérukj, un aenólyko amigo de Dodo y compañía—. Una sangre… maldita.
Jérukj y Yía llegaron a la misma conclusión: el apuñalamiento de los árboles era parte de un ritual de invocación de demonios. La demonología estaba mal vista en Ine-Isu por este mismo motivo: evitar su uso inadecuado. Pero en aquella isla había alguien que no pensaba igual. Alguien que, carente de sensatez, no parecía ser consciente del gran peligro en el que estaba sumiendo a todos los habitantes de Ine-Isu, ya fueran vulras o aenólykos. Un único demonio era todo cuanto se necesitaba para sembrar el caos más absoluto en la isla.
Se daba la casualidad de que Jérukj conocía a una vulra interesada en la demonología. Y esa imprudente vulra no era otra que… Masha.
Dodo, Aura y Yía estaban deseando volver a interrogar a Masha. Sin embargo, una confrontación directa podía no ser la mejor vía. Necesitaban más información sobre ella, pues, en realidad, apenas la conocían. Y sabían quién era la más indicada para darles lo que buscaban. La chica que se sacrificó por Masha; quien aceptó el castigo, no solo para proteger a su mejor amiga, sino para evitar que descubriesen su horrible secreto.
Varias horas después, en la realidad…
Encontrar la casa de Tina les llevó más tiempo del previsto. La vulra de décimo curso vivía en la Atalaya de las Olas, el barrio occidental de Ine-Isu, y, por lo tanto, el más alejado de la Foresta de la Luna, hogar de las DoYiRa. La hora de cenar estaba próxima, lo que suponía el fin de su libertad de movimiento por la isla. Nadie les prohibiría salir un rato con sus amigas después de la cena, siempre y cuando no tuviesen que madrugar al día siguiente, pero deberían mantenerse dentro de los límites de su barrio al anochecer. Una norma habitual para casi cualquier vulra de trece años, como ellas.
Dodo llamó a la puerta hasta en dos ocasiones, antes de convencerse de que nadie abriría.
—Tina nos está evitando… ¡Eso es que oculta algo!
—A lo mejor no hay nadie en casa —dijo Aura.
—Es posible —reconoció Dodo—. Pero ¿no te parece muy sospechoso? Primero, la descubro bajando de un árbol. Luego, huye por los pasillos del colegio cuando intento hacerle unas preguntas inocentes. ¿Y ahora no nos abre la puerta? Tres casualidades son demasiadas casualidades, ranita.
—Tienes razón —asintió Aura—. Pero vienen por ahí.
—¿Eh?
Dodo siguió con la mirada la dirección en que apuntaba la vulra de melena azul. Tina y su familia estaban a punto de llegar al jardín frontal. No había tiempo para esconderse. Bueno, y tampoco había motivo para ello.
—Hola, guapas —dijo la madre de Tina—. ¿Queríais algo?
—Buenas tardes, señora —respondió Aura con educación—. ¿Podemos hablar con Tina? Solo será un momento.
Era evidente que a Tina no le hacía ninguna ilusión, pero aceptó para quitárselas de encima cuanto antes, sin levantar sospechas entre sus familiares. Las cuatro jóvenes vulras esperaron en el jardín hasta quedarse a solas antes de empezar a hablar.
—¿Qué más queréis de mí? —protestó Tina.
—¡La verdad! —dijo Dodo.
—¿La verdad de qué? Ya os he contado todo… —respondió, cansada de repetirse—. Masha y yo intercambiamos notitas en aquel árbol, no hay nada más que…
—¡Eso es mentira! —Dodo la señaló de forma acusadora—. Perdón, me he venido un poco arriba… Lo que quería decir es que es imposible que Masha y tú sigáis dejándoos notitas en el árbol, ¡porque ella ya no va al colegio!
Aquella aseveración causó un notable impacto en Tina. Su expresión, mezcla de ira y confusión, hablaba por sí sola.
—¡¿Os estáis dedicando a investigar nuestras vidas?! ¡¿No tenéis nada mejor que hacer?!
—Lo hacemos por tu bien —aseguró Aura—. Creemos que alguien está suplantando la identidad de Masha.
—¿«Suplantando la identidad de…»? —Tina no daba crédito—. ¿Os…, os habéis vuelto locas?
—Le hemos preguntado sobre esto mismo a Masha, y ha dicho que hace meses que no te deja ninguna notita en el árbol. ¡Otra persona podría estar haciéndose pasar por ella!
Tina abrió la boca para contestar, pero se había quedado sin palabras. Estaba muy nerviosa. Era el momento de dar el golpe de gracia.
Mientras tanto, en su imaginación…
Casa de Tina. Jardín. 20:34.
El detective Dodo cambió de estrategia. No quería ganarse la enemistad de Tina, sino desvelar su mentira, su falsa confesión en el apuñalamiento de árboles, para hacerle entender que ella misma podría estar en grave peligro.
—Escúchame, Tina… Lo sabemos todo sobre Masha. Sabemos que estudia demonología en secreto.
—¿Q-qué? ¿De dónde habéis sacado esa idea tan absurda?
—Nos lo ha contado Jeru. ¿Lo conoces?
—No. ¿Es un aenólyko?
—Ajá. —Dodo se acercó a Tina y bajó la voz—. Los chamanes aenólykos han olido sangre maldita en Ine-Isu. Y seguro que sabes de qué sangre estoy hablando…
Tina titubeó.
—¿La sangre de los árboles?
—¡Premio! —Volvió a bajar la voz—. El apuñalamiento de los árboles es parte de un ritual de invocación de demonios. Pero algo me dice que tú también sabías esto.
—¿Y-yo? ¿P-por qué iba a saber…?
—¡Se te nota a la legua! —aseguró Dodo—. Y también sabes quién es la principal sospechosa. La única vulra que se dedica a estudiar demonología en sus ratos libres. ¡Tu mejor amiga, Masha!
Tina se apartó de Dodo.
—¡Son solo conjeturas!
—Aun así —insistió Dodo—, estas conjeturas te llevaron a confesar un crimen que no habías cometido. Y, al hacerlo, estás poniendo en peligro toda la isla.
Tina se quedó bloqueada, sin saber qué decir.
—Las estrellas nos observan desde lo alto —dijo Yía—. Nos protegen, nos dan su bendición, pero no pueden evitar que el mal se propague por el mundo. Eso depende de cada una de nosotras. Tú también tienes un deber que cumplir, como hija de Ine-Isu, para evitar que la energía de la isla se torne oscura, preludio del fin de nuestra especie.
Por la expresión de Tina, quedaba claro que no había entendido nada. Aura se lo explicó con otras palabras.
—¡Tenemos que evitar que Masha invoque a un demonio!
—¡Masha jamás haría algo así! —protestó Tina—. ¡Dejadla en paz!
La vulra de pelo oscuro y corto dio por terminada la conversación y se dirigió a la puerta de su vivienda. Cuando se disponía a abrirla, Dodo la detuvo.
—Por favor, Tina, recapacita. Si Masha sigue adelante con el ritual de invocación, podría morir. Sabes que es verdad. Y tú no quieres que le pase nada malo, ¿verdad?
—Dejad a Masha en paz… —repitió, agotada—. ¿Cómo más tengo que decirlo? La conozco mejor que nadie. Es mi mejor amiga. Pondría la mano en el fuego por ella.
—Pero es la única estudiante de demonología en toda Ine-Isu —insistió Aura.
—¿Y qué? Alguien podría…, eh…, no sé, haberle robado un libro, por ejemplo.
—¿Quién querría robar un libro sobre demonología? —preguntó Dodo, incrédulo.
—Pues cualquiera que estuviese pensando en invocar demonios —sentenció Tina, como si fuese algo obvio—. Por ejemplo, esa chica tan rarita que nos siguió ayer por la calle.
—¿Te refieres a Riff?
—No lo sé. Yo no la vi, pero Masha sí.
En efecto, Masha declaró haber visto a Riff durante la tarde del día anterior, en actitud sospechosa. Ella tampoco la conocía, pero la reconoció al verla allí mismo, frente a su casa, mientras hablaba con Dodo, Aura y Yía. Riff huyó a la entrada del bosque, donde se toparon con Jérukj. Y ahí acabó todo. No tuvieron oportunidad de interrogar a Riff. Lo cual, por supuesto, no significaba que la hubiesen descartado de la lista de sospechosas.
—¿Por qué os estaba siguiendo? —preguntó Aura.
—¿Y yo qué sé? —Tina se encogió de hombros—. Como os he dicho, ni siquiera la conozco.
—¿No la conoces o no la viste? —puntualizó Dodo—. No es lo mismo.
Tina titubeó.
—No sé si la conozco, porque no la vi —concluyó—. Pero, por la descripción que me dio Masha, diría que… —La vulra de décimo curso dejó la frase a medias—. Espera, ¿no será esa de ahí?
Dodo, Aura y Yía se giraron. Detrás de un árbol cercano asomaba media cabeza. Pese a la distancia, reconocieron ese inquietante ojo marrón y el cabello arenoso que le caía por la cara.
Mientras tanto, en la realidad…
—¡Es ella! —exclamó Aura—. ¡Riff!
Al oír su nombre, la vulra de la clase 8-B echó a correr. Una situación que empezaba a convertirse en costumbre. Sin embargo, esta vez no llegó lejos. Riff tropezó consigo misma y cayó al suelo de forma algo cómica.
—Ay.
Suficiente para que Dodo le diese alcance.
—¿Nos estabas espiando otra vez? —No hubo respuesta—. ¿Qué haces en la Atalaya?
Aura y Yía la rodearon. No tenía escapatoria. Riff las miró como un animal a punto de atacar.
—No vamos a hacerte daño —se apresuró a decir Aura, tan asustada como Riff—. Solo queremos que nos expliques por qué haces esto. —Nada—. Porfi. —Tampoco—. Si lo haces, te prometo que te prepararé más baos.
Riff suavizó su expresión. Ya no daba muestras de estar a punto de atacar o correr. ¿Había funcionado la estrategia de Aura?
—No… —empezó a decir—. No os estaba vigilando a vosotras.
—¿A quién, entonces? —preguntó Aura—. ¿A Tina?
—Sí…
Aura revisó su cuaderno.
—Tina te ha acusado de robar un libro de demonología a su amiga Masha. ¿Es verdad?
Riff negó con la cabeza.
—Creo que está siendo sincera —dijo Dodo—. Lo veo en su ojo. De hecho, ni siquiera estoy seguro de que sepa leer. Así que no creo que haya sido ella, Tina. —No fue hasta ese momento cuando las vulras se dieron cuenta de que Tina no estaba con ellas—. Oh… Sí que tenía prisa por librarse de nosotras.
—Pero… no he oído la puerta —aseguró Yía, extrañada.
—¿Y qué quieres decir con eso? —Dodo miró a su alrededor—. Aquí no está.
—Se ha ido —sentenció Riff—. Ha ido… al colegio.
Dodo, Aura y Yía cruzaron una mirada. No necesitaron decir nada más. Las tres corrieron hacia el colegio, en Júbilo del Sol, el barrio central de Ine-Isu.
La entrada del colegio permanecía vacía y silenciosa, tal y como correspondía en los días de descanso, cuando el edificio estaba cerrado. Las DoYiRa tuvieron que saltar la valla, sin preocuparse de que alguien pudiese verlas. No era momento de dudar. Las tres vulras se dirigieron de inmediato a la parte trasera del colegio. Y no fue ninguna sorpresa encontrarse allí con…
—¡¿Qué estáis haciendo aquí?! —protestó Tina.
—No, ¿qué estás haciendo tú aquí? —replicó Dodo.
—¡¿Y a ti qué te importa?! ¡Dejadme en paz!
De pronto, Dodo y sus dos amigas escucharon pasos a su espalda. Supusieron que se trataba de Riff, quien tal vez las hubiese seguido de nuevo. Pero se equivocaban.
—¿Qué estáis haciendo vosotras aquí? —preguntó Masha.
—No, ¿qué estás haciendo tú aquí? —replicó Dodo—. Espera, ¿no he dicho esto antes?
Aura dio un paso al frente e hizo un gesto para pedir calma.
—No es necesario discutir. Debe de haber una explicación razonable.
La vulra de melena azul miró a Masha y a Tina, cada una situada a un lado. Esa explicación estaba a punto de llegar.
Mientras tanto, en su imaginación…
Colegio de Ine-Isu. Patio trasero. 20:57.
—¡No dejéis que toque el árbol! —gritó Masha.
Pero ya era tarde. Ni Aura, ni Yía ni Dodo podrían llegar a tiempo de evitarlo. Cuando Tina puso la palma de su mano sobre el tronco de uno de los árboles sangrantes, una onda de energía tiró al suelo a las otras cuatro vulras. Dodo se puso en pie de un salto y trató de llegar hasta Tina, pero una especie de muro invisible le impedía seguir avanzando.
—¿Q-qué está pasando? —preguntó Aura, asustada.
Tina comenzó a reír a carcajadas. Su voz sonaba diferente, como más grave y adulta.
—¡Ja, ja, ja! ¡Al fin soy libre! ¡He esperado este momento durante siglos!
El viento se alzó a su alrededor como un tornado. Dodo salió volando varios metros antes de volver a caer al suelo. Por suerte, solo sufrió heridas leves.
—¡Tina, aléjate del árbol! —exclamó el detective.
—¡Esa ya no es Tina! —replicó Masha, elevando la voz para hacerse oír por encima del ruido del tornado—. ¡Es Ghi Kuok, una demonia ancestral! ¡Quiere poseer el cuerpo de Tina para volver a la vida! ¡Si lo consigue, convocará a sus hordas para conquistar Ine-Isu!
—¡¿No hay nada que podamos hacer?! —preguntó Aura.
—¡Necesitaríamos a una demonóloga experta! ¡Solo hay una en toda Ine-Isu…, y se da la casualidad de que está aquí, con vosotras! —Por primera vez, sus conocimientos serían de ayuda. Masha entregó una tiza blanca a Aura—. ¡Dibuja un círculo grande alrededor de Tina y del árbol! ¡Procura no acercarte demasiado a la barrera mágica!
—¡V-vale!
Aura se armó de coraje para la tarea que le había sido encomendada.
—¡Tú! —Masha señaló a Yía—. ¡Eres Mística, ¿verdad?!
—¡Sí!
—¡Utiliza tus poderes para contener a Ghi Kuok hasta que tu amiga haya terminado de dibujar el círculo blanco en el suelo!
Yía asintió con la cabeza y caminó unos pasos hasta situarse cerca del tornado. Entonces, juntó sus manos y cerró los ojos.
—¡Oh, espíritus de nuestros ancestros! ¡La isla que tanto os esforzasteis por mantener a salvo está ahora en peligro! ¡Prestadme vuestra energía para crear una jaula capaz de contener a esta criatura maldita que trata de acceder a nuestro plano!
La ropa y la larga coleta blanca de Yía comenzaron a agitarse con fuerza, como si ella estuviese fabricando su propio tornado. Un haz de luz salió disparado de entre sus manos, directo a la barrera que protegía a Ghi Kuok. No sirvió para romper la barrera, pero sí para evitar que siguiera aumentando de tamaño e intensidad.
—¡Qué pasada! —exclamó Dodo desde el suelo, asombrado—. ¡¿Qué tengo que hacer yo?!
—¡Sujétame las cosas! —Masha le entregó su bolsa y se situó al lado de Yía—. ¡Ánimo, chicas! ¡Podemos con esto!
Masha comenzó a recitar unas palabras ininteligibles, en un idioma que era mejor no conocer.
—¡¿Creéis que podéis detenerme?! —Ghi Kuok no parecía preocupada—. ¡Ja, ja, ja! ¡Si apreciáis vuestra vida, arrodillaos ante mí! ¡Seré misericordiosa!
Cuando Aura estaba a punto de finalizar el círculo, una ráfaga de aire la derribó. Dodo soltó la bolsa de Masha y corrió en ayuda de su amiga.
—¡¿Estás bien, ranita?!
—¡S-sí…! ¡Pero…! —Aura miró a su alrededor—. ¡La tiza! ¡He perdido la tiza!
Dodo la ayudó a buscar, sin éxito. La tiza había salido volando hasta… a saber dónde. De pronto, los demás árboles sangrantes comenzaron a brillar. A diferencia del primero, este era un brillo oscuro, que ponía los vellos de punta solo con verlo. Y ahí no acabó la cosa. En sus troncos apareció un pequeño agujero negro, al principio apenas del tamaño de una uña, pero que aumentaba por momentos.
—¡Son portales mágicos! —advirtió Masha—. ¡Ghi Kuok está invocando a otros demonios menores! ¡Tenéis que terminar el círculo!
—¡Pero… no encontramos la tiza! —respondió Dodo, alarmado—. ¡¿Tienes otra?!
—¡¿Qué?! ¡No! ¡Buscadla, rápido!
—Que la busquemos, dice… —masculló el detective—. Como si fuese tan…
Una nueva ráfaga de viento derribó a Dodo y Aura. Masha y Yía aguantaron en pie gracias a la energía protectora conjurada por la Mística.
—Dodo… —Aura se agarró a su brazo—. Tengo miedo…
—Yo también, ranita… Pero tienes que ser valiente. Te necesitamos. Si no acabas el círculo, esa demonia convertirá nuestra isla en un infierno.
—Ayúdame, porfa…
—Eso no tienes ni que pedirlo.
Los portales mágicos habían alcanzado el tamaño de una sandía. A este ritmo, en poco más de un minuto adquirirían la altura de un aenólyko. Confiaban en que los demonios no supiesen agacharse…
Antes de ponerse en pie, Dodo y Aura sintieron una presencia a su espalda. Al girarse, ambas se quedaron de piedra. Ante sus ojos había aparecido una tiza. Esa tiza estaba sostenida por dos dedos, unidos a una mano que, a su vez, estaba unida a todo un brazo. Ese brazo pertenecía a un cuerpo. Un cuerpo de vulra. Una vulra joven de cabellos arenosos que le cubrían media cara.
—¡Venga! —apremió Riff.
Dodo aceptó el regalo de buen grado. El detective de pelo anaranjado cogió la tiza y dio la mano a Aura para ayudarla a levantarse y acompañarla hasta el círculo inacabado.
—¡Termínalo, ranita! ¡Yo te protejo!
Dodo entregó la tiza a Aura y usó su cuerpo para evitar que las ráfagas de aire la desplazasen. Al fin, la vulra pudo completar la figura.
—¡Ya está! —gritó, para que Masha pudiese oírlo.
La experta en demonología recitó a pleno pulmón las últimas palabras de su conjuro, que repitió una y otra vez, hasta que la barrera mágica y los portales se desvanecieron por completo. Tina cayó al suelo, como si hubiese perdido el sentido. Masha corrió a socorrerla.
—¡Tina! ¡Háblame!
—Masha… —Tina abrió los ojos al oír su voz.
—¿Por qué lo has hecho?
Tras unos instantes de dudas, Tina decidió confesar. No tenía sentido seguir ocultando la verdad.
—Nunca me dejas compartir contigo tu afición… Te quité un libro para demostrarte que yo también puedo hacerlo… Pero no quería que ocurriese esto…
—La demonología es muy peligrosa, Tina. Te lo he dicho mil veces. Ghi Kuok se ha aprovechado de tu ignorancia para manipularte.
—Lo siento mucho…
Masha ayudó a Tina a ponerse en pie.
Mientras tanto, en la realidad…
Tina devolvió a Masha el libro que tomó prestado, sin permiso, de la estantería de su habitación.
—Ahora lo entiendo… —dijo Masha—. Cuando decías que venías a este árbol a leer mis notitas…
—En realidad, estaba leyendo el libro de demonología —reconoció Tina—. No quería que nadie me viese con él, así que tenía que esconderme.
—Tina… Te considero una de mis mejores amigas. No necesitas estudiar demonología para eso, ¿entiendes? Compartimos otras cosas, nos lo pasamos bien juntas…
—Pero sé lo importante que es para ti —insistió Tina—. Me…, me gustaría saber más sobre demonología, porque creo que es la mejor forma de conocerte. De conocer a la auténtica Masha.
Aura se aproximó a ellas.
—Perdón por entrometerme, pero… Masha, no creo que apartar a Tina sea buena idea. Quizá, si le hablases un poco de tus estudios, ella no se sentiría así, ni habría hecho todo esto. Obligarla a mantenerse al margen no es la solución. Ha actuado por desconocimiento, no por maldad.
Masha se colocó las gafas mientras reflexionaba acerca de aquellas palabras.
—¿Sabes qué? Creo que tienes razón. La mejor forma de evitar un accidente marítimo no es prohibir los barcos, sino aprender a manejarlos.
—¡Eso, eso! —respondió Aura—. Tú eres el mejor ejemplo de que la demonología no es mala de por sí. El conocimiento nunca es algo negativo.
Dodo asintió en silencio, orgulloso de su amiga.
—Tina —dijo Masha—, ¿de verdad quieres estudiar demonología? Te aviso que puede resultar muy aburrido…
—Si me aburro, lo dejo. Tampoco es que vaya a dedicar toda mi vida a la demonología. O sí. ¿Quién sabe? Pero me gustaría ser yo quien lo decida.
—Entendido —respondió Masha, sonriente—. Nada de prohibiciones.
Las dos vulras se fundieron en un abrazo.
—Creo que es hora de irnos —dijo Yía.
—¡Espera, espera! —Aura no podía apartar la mirada, emocionada.
Dodo tiró de ella.
—Esto ya no es asunto nuestro. Vámonos a casa, que nos esperan para cenar. ¡Y eso también va por ti, Riff!
Las DoYiRa vieron una sombra moverse detrás de un árbol. No había nada que temer. Aquella vulra de aspecto salvaje había demostrado ser de fiar.
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