A su sombra

  Me presento. Soy Núa. Y…, eh… ¿Qué más puedo decir? No tengo nada especial. No soy alta, no soy fuerte, no soy inteligente, no tengo habilidades extraordinarias… Más bien, todo lo contrario. No soy como ninguna de ellas. Si me cruzo por tu lado, lo más probable es que ni siquiera te fijes en mí. Tengo la piel pálida porque me gusta estar a la sombra. El pelo, de color plateado, me llega hasta los hombros. Mis ojos son negros como el carbón. Soy pequeñita y delgadita, de aspecto frágil. Em… No soy de la Tierra, al igual que ellas. Estoy aquí por Ae. Ella es lo más parecido que tengo a un hogar. Siempre vamos juntas. Siempre, siempre, siempre. Bueno, casi siempre. Ella pasó mucho tiempo encerrada por destruir el planeta Tierra. Eso enfadó a Punesut y a las demás. Sobre todo a Punesut. Desde que liberaron a Ae, nos obligan a estar juntas. A mí me gusta mucho, y a ella no le importa. Más que molestarla, intento hacerle la vida más fácil. Y eso me hace feliz. Quiero pensar que nos hace felices a las dos. Aunque la verdad es que Ae no siempre parece feliz. Se siente oprimida. No le gusta estar controlada ni que le prohíban cosas. Pero ¿qué podemos hacer? Si Ae desobedece, Punesut se pondrá triste y no tendrá más remedio que volver a castigarla. Eso pondría a Ae muchísimo más triste. Y ya no podríamos estar juntas. Sin ella, yo no sería necesaria. No quiero dejar de existir, así que tengo que esforzarme al máximo.
  Espero que haya sido suficiente presentación por mi parte. Ahora, os hablaré de la misión de Ae.
  El universo es inmenso. Punesut dice que no soy capaz de entender cuánto. Que, aunque me lo explicara, «lo malinterpretaría al ajustarlo a mis conceptos». Eso tampoco lo entiendo. Pero le dije que vale.
  De todos los lugares a los que pudo haber ido, Ae se fue a fijar en la Tierra. Le parecía un planeta muy divertido. Eso era todo cuanto buscaba: divertirse. Y no había nada más divertido en toda la Tierra que esas criaturas que no dejaban de multiplicarse y expandirse: los seres humanos. Le divertían, pero no le agradaban. No se divertía con los humanos, sino… a su costa. Jugaba con ellos. Los manipulaba. Los enfrentaba; un trabajo extremadamente sencillo, al parecer. Ae no tenía límites…, y resulta que los humanos tampoco. Estaban dispuestos a matarse unos a otros con tal de borrar todo aquello etiquetado como «diferente». Preferían destruir su mundo, el único lugar donde podían vivir, antes que cambiar de opinión. ¡Y eso fue lo que hicieron! No, no cambiaron de opinión; ¡arrasaron el planeta Tierra!
  Al principio, a Ae le hizo mucha gracia. Pero enseguida se dio cuenta de que había metido la pata. Cuando Punesut se enteró de lo que había hecho, la persiguió por todas partes. Ae corrió y corrió, hasta que no tuvo ningún lugar al que huir. Porque tal vez fuera posible escapar de Punesut, pero no de Usnar. Nadie, ni siquiera una de ellas, puede escapar de Usnar. O eso dice Ae. Yo no la he visto nunca.
  Cuando liberaron a Ae, lo hicieron con una condición: tenía que demostrar que había cambiado. Que había aprendido la lección. Que era capaz de controlarse y no supondría un peligro para el universo. Les dieron una segunda oportunidad, a la Tierra y a ella. Una segunda oportunidad de convivir.
  El planeta Tierra no es su posesión, sino su responsabilidad. Punesut dijo que: «Si el astro se hace un corte, será Ae quien sangre». Es una metáfora, claro. No todo lo malo que le suceda a este mundo es culpa de Ae. Basta con que la parte que sí lo es no cause su destrucción, ni la extinción de alguna de sus millones de criaturas. ¡Y esa es la parte difícil! Porque ¿os he dicho ya que a Ae no le agradan los seres humanos? Y no es que le falten razones para ello… Pero no puede culpar a toda una forma de vida de los actos de unos pocos. Creo que eso también lo dijo Punesut.
  Ya que la he mencionado tantas veces, ¿queréis que os hable de Punesut? Ella es muy muy inteligente. Tanto, que puede resolver la mayoría de tus dudas… antes de que las plantees. Ae dice que «no lee la mente, sino la situación». No se le puede mentir; no porque conozca la verdad de todas las cosas, sino porque sabría que estás mintiendo. Así que, cuando Punesut me pregunta por Ae, no tengo más remedio que decirle la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. ¡Tampoco es que quiera mentirle! Punesut es muy buena conmigo. Pero sé que Ae preferiría que, como dice ella, «adornara la verdad». Por mucho que lo intenté, creo que Punesut reconoce fácilmente esos «adornos».
  Punesut y Ae son algo así como hermanas. Algo así. Vosotros y yo tenemos que «adaptarlo a nuestros conceptos», así que nos conformaremos con eso. Usnar también es hermana de las dos. ¡Y hay más! Yo conozco a cuatro: Rucusire, Sar, Suné y Nuratsu. En cuanto a la mayor de todas… Bueno, no sé nada de ella. Ni siquiera Ae la conoce.
  Y esto es todo por ahora. Espero no haberos aburrido con mis explicaciones. La verdad es que fue Punesut quien me pidió que escribiera estas líneas. Dijo que era «necesario», aunque no tengo muy claro para qué. También dijo que era «una pieza fundamental dentro de un puzle mayor». Le respondí que vale.
  Espero que en adelante os acordéis de mí, porque yo siempre me acuerdo de vosotros. Haré todo lo posible por evitar que os pase lo mismo que a vuestros anteriores… Bueno, nada. Olvidad que dije esto y seguid con vuestras vidas como siempre. Al fin y al cabo, nunca se sabe cuánto durarán…

Pulsa aquí para ver los demás capítulos.