Relato: Entre nosotros
Relato: Entre nosotros
Fecha de publicación: 5 de octubre de 2020
Autor: Chris H.
Categoría: Relatos
Etiquetas: Relatos
Fecha de publicación: 5 de octubre de 2020
Autor: Chris H.
Categoría: Relatos
Etiquetas: Relatos

(Relato basado en Among Us, videojuego multijugador para PC y dispositivos móviles, publicado por la compañía estadounidense InnerSloth)

Entre nosotros

– PRIMERA PARTE –

  Toda la tripulación se reunió en el ala médica, alertados por Rojo, quien acababa de toparse con una escena dantesca. Morado y Rosa yacían en el suelo, cubiertos de sangre, inmóviles. No necesitaron examinarlos de cerca para comprender que ambos estaban muertos. Las profundas laceraciones y los órganos desparramados por el suelo evidenciaban que aquello no había sido un accidente laboral, sino un asesinato en toda regla.
  —¡¿Quién ha sido?! —exclamó Marrón, mirando a sus compañeros con una mezcla de ira y perplejidad.
  —No tengo ni idea —respondió Rojo, tratando de conservar la calma—. Estaba realizando una inspección rutinaria, como todos los días, cuando escuché un fuerte golpe metálico. Vine corriendo a investigar… y me encontré con esto.
  —¿No viste a nadie más? —preguntó Naranja.
  —Me pareció ver una figura a lo lejos, en el pasillo, pero no estoy seguro de quién era.
  —¡Haz memoria! —insistió Marrón—. ¡Eres el único testigo!
  —Ya he dicho todo lo que sé. —Rojo se encogió de hombros—. Si lo recordara, os lo diría. Pero estaba todo muy oscuro, y…
  —Mirad esto —los interrumpió Azul—. Ahí, en el suelo.
  Azul señaló con la cabeza hacia uno de los laterales del ala médica, donde se hallaba el conducto de ventilación, con el suficiente tamaño como para dar cabida a una persona tumbada. La tapa que debería bloquear el paso al conducto estaba tirada a un lado, y presentaba unas manchas casi inapreciables, aún húmedas, de color rojo.
  —Es sangre —observó Verde—. ¿El asesino ha escapado por aquí?
  —¡O quizá estaba escondido antes de que llegaran las víctimas! —dijo Marrón.
  —Te acercas —asintió Azul—, pero estás obviando lo más importante: ¿cómo iba a matar a dos personas a la vez? Lo más probable es que se escondiera después de asesinar a Morado o a Rosa, de ahí las manchas de sangre. Cuando la segunda víctima encontró el cadáver, el asesino salió a toda prisa del conducto de ventilación y acabó con su vida del mismo modo en que lo había hecho pocos minutos atrás con la primera.
  —¿Y por qué no mató también a Rojo usando el conducto de ventilación? —preguntó Verde, tratando de seguir el razonamiento de Azul.
  —Por el ruido —dijo el propio Rojo, adelantándose a la explicación—. Cuando mató al segundo hizo mucho ruido; ése era el golpe metálico que oí. Así que no tuvo más remedio que salir corriendo.
  —¡Joder! —protestó Marrón—. ¡Deberías haberte dado más prisa! ¡Ahora sabríamos quién es el puto asesino!
  Blanco se interpuso entre ellos para evitar que la discusión pasase a mayores. Como capitán, era su responsabilidad mantener la convivencia lo más pacífica posible.
  —Señoras, señores, tranquilícense. No llegaremos a ninguna parte si entramos en pánico y nos dedicamos a gritarnos los unos a los otros.
  —¿Qué podemos hacer, capitán? —preguntó Amarillo, tembloroso.
  —¡Tenemos que encontrar al asesino y hacérselo pagar! —exclamó Marrón.
  —Debemos encontrarlo, sí —asintió Blanco—. Pero no por venganza, sino para evitar que se produzcan más asesinatos. —El capitán miró a su tripulación, con expresión pensativa—. Creo… Creo que ha llegado el momento de consultar al Ordenador.
  Por “Ordenador”, Blanco se refería al sistema de IA, o Inteligencia Artificial, de la estación espacial. Y es que aquellos hombres y mujeres no eran personas normales, sino los diez astronautas pioneros elegidos por la ONU para iniciar la colonización del planeta Venus. Una misión que, por desgracia, acababa de sufrir un duro revés.
  Blanco, Rojo, Marrón, Azul, Verde, Naranja, Amarillo y Negro se sentaron alrededor de una de las mesas redondas de la cafetería, lejos del baño de sangre en que se había convertido el ala médica, tras las muertes de sus dos compañeros. Sin tiempo para templar los ánimos, el capitán tomó el turno de palabra.
  —Ordenador, dos de nuestros tripulantes han sido asesinados. ¿Cómo deberíamos actuar, según el manual de procedimiento?
  —Analizando… —La voz robótica de la IA resonó por toda la nave—. Víctimas confirmadas: Morado y Rosa. Sus constantes vitales se han detenido por completo. Objetivo: identificar al asesino.
  —¡Eso ya lo sabemos! —protestó Marrón—. ¡Queremos saber cómo hacerlo!
  —Alerta: detecto una anomalía en el número de tripulantes. Según la base de datos, el equipo está formado por nueve tripulantes, no diez.
  —¿Estás seguro, Ordenador? —Blanco se quedó tan sorprendido como sus compañeros.
  —Afirmativo. Resultado del análisis: hay un impostor entre los miembros de la tripulación.
  Todos se miraron entre sí, estupefactos, como si aquello no fuese más que un mal sueño del que estaban a punto de despertar. Una de las personas que tenían alrededor, uno de los astronautas con los que llevaban semanas conviviendo, era en realidad un impostor dispuesto a matarlos a todos para sabotear la misión.
  —¿Por qué no nos dices quién es, sin más? —pidió Verde a la IA.
  —Mi programa ha sido alterado para que me resulte imposible diferenciar al impostor mientras se encuentre dentro de la nave. Procedimiento: los tripulantes deben votar quién creen que es el culpable. El tripulante que más votos reciba será eyectado de la nave. Entonces, y sólo entonces, podré confirmar si era el impostor.
  —¿Y si nos equivocamos? —preguntó Azul, una de las dos únicas féminas de la tripulación, junto con Naranja.
  —El tripulante eyectado morirá, y no se permitirá realizar una segunda votación, salvo que haya un nuevo asesinato o se presione el botón de emergencia. Precaución: el botón de emergencia está limitado a un único uso por tripulante.
  —¡¿Pero qué mierda es ésta?! —Marrón golpeó la mesa con furia.
  —Así es el procedimiento, según el manual. Si no están de acuerdo, pueden presentar sus quejas al servicio técnico de…
  —Vale, vale —lo interrumpió Blanco—. Suficiente por ahora. Gracias, Ordenador.
  Cuando la Inteligencia Artificial dejó de hablar, la cafetería se vio inmersa en un tenso silencio, alimentado por el miedo y la desconfianza que afloraba entre aquellos ocho astronautas. Uno de ellos era un impostor. Pero ¿quién?
  Azul fue la primera en pronunciarse.
  —Entonces, Rojo, ¿no recuerdas a quién viste salir del ala médica?
  —Como ya dije, estaba todo muy oscuro. Ni siquiera estoy seguro de haber visto a alguien. A lo mejor fue mi imaginación jugándome una mala pasada…
  —Pues deberíamos actuar con sensatez y no votar a nadie —concluyó Azul—. Me niego a acusar a alguien sin pruebas. ¿Sería eso posible, Ordenador?
  —Afirmativo. Quien desee votar nulo, no debe más que solicitarlo. En caso de mayoría de votos nulos, nadie será eyectado. En caso de empate, tampoco será eyectado ningún tripulante.
  —Mi voto es nulo. —Una vez más, Azul fue la primera en dar el paso.
  —Creo que es una sabia decisión. —Blanco se sumó a la proclama de su subalterna—. Mi voto también es nulo.
  Uno tras otro, los tripulantes siguieron los pasos del capitán, reclamando su derecho a voto nulo. Nadie quería arriesgarse a provocar la muerte de alguien inocente. Antes de acusar, necesitarían pruebas concluyentes sobre las que sostenerse.
  —¿Y ahora qué? —preguntó Naranja, sin saber qué hacer.
  —Sé que no es lo que quieren oír —respondió Blanco—, pero debemos proseguir con nuestro trabajo, o todo esto habrá sido en vano.
  —Perdone el atrevimiento, capitán —dijo Marrón—, pero ¿cómo espera que sigamos trabajando con un impostor entre nosotros?
  —Comprendo su reticencia, Marrón. Pero, en realidad, es la mejor manera de librarnos de él. Una vez hayamos terminado las tareas que tenemos pendientes, podremos regresar a la Tierra y poner este caso en manos de las autoridades pertinentes. Si no lo hacemos, estaremos aquí encerrados… para siempre.
  Ante semejante planteamiento, nadie puso objeciones. Debían correr un alto riesgo si no querían pasar el resto de sus vidas en la estación espacial, acompañados por un impostor, que, volviese a actuar o no, suponía un peligro inminente para la vida de los siete tripulantes auténticos.
  —¿Puedo sugerir una idea, capitán? —dijo Rojo.
  —Adelante —Blanco le hizo un gesto para que siguiera hablando.
  —Deberíamos trabajar por parejas. Tardaremos el doble, sí, pero nos aseguraremos de que no haya más asesinatos. El impostor no se atreverá a matar a nadie, porque lo identificaríamos de inmediato, tan solo con ver quién es la víctima.
  —No lo veo —replicó Naranja—. ¿Qué pasa si me toca hacer equipo con el asesino y decide matarme igualmente?
  —Lo descubriríamos al instante —repitió Rojo.
  —¿Y eso a mí de qué me sirve, eh? ¡Ya estaré muerta para entonces!
  Naranja sintió un golpe en el cuello, que a punto estuvo de hacerla caer de la silla; no porque hubiese sido un impacto violento, sino por el susto. El artífice de aquel falso ataque fue Negro, sentado a su lado, quien no había abierto la boca en todo el rato.
  —¡¿Por qué has hecho eso, payaso?! —protestó Naranja.
  Negro le dedicó una inquietante sonrisa antes de contestar.
  —Si hubiese tenido un cuchillo en la mano, ahora estarías muerta.
  —¿Qué narices…? ¿Te has vuelto loco o qué?
  Pese al extraño comportamiento de Negro, sus palabras no carecían de significado. Blanco, a diferencia de Naranja, supo leer entre líneas.
  —Lo que Negro quiere decir, si no me equivoco —dijo el capitán—, es que el impostor podría asesinar a uno de nosotros aquí y ahora, sin mucho esfuerzo. Si no lo hace es porque, obviamente, no quiere ser descubierto. Por esa misma razón, no asesinará a nadie si vamos por parejas. ¿Es eso?
  Negro se limitó a sonreír, de brazos cruzados, apoyado contra el respaldo de la silla, como si estuviese disfrutando de aquella escena.
  —Está bien… —Naranja se dio por vencida—. ¡Pero no pienso ir con Negro!
  —Ni yo con Rojo —añadió Marrón—. Su versión me ha dejado muchas dudas.
  Rojo se encogió de hombros, sin darle más importancia.
  —Yo iré con él —se ofreció Azul.
  Aunque no se atrevió a decir nada, Verde se sintió muy dolido por la decisión de Azul. Confiaba en poder trabajar con ella y tener una excusa para pasar tiempo juntos, a solas. Tal vez, incluso, podría haber llegado a confesarle lo que sentía por ella… Pero su gozo en un pozo. Ahora iba a tener que conformarse con aguantar los interminables monólogos de Marrón sobre deportes y política.
  Las cuatro parejas, por lo tanto, serían las siguientes: Azul y Rojo, Verde y Marrón, Naranja y Amarillo, Blanco y Negro.
  Durante los siguientes minutos, todos trataron de recobrar la compostura y terminar sus tareas cuanto antes. No era un plato de buen gusto, sobre todo la parte de eyectar los cadáveres de Morado y Rosa para evitar coger infecciones, pero era un precio a pagar a cambio de librarse de una muerte segura. Sólo necesitaban aguantar un poco más. Unas pocas horas más, y podrían activar el sistema de hibernación para regresar a la Tierra. Una vez activado, ninguno de los tripulantes, incluyendo al impostor, despertaría hasta llegar a su destino, lo que significaba que no tendría que morir nadie más…
  Pero las cosas no iban a ser tan sencillas.
  —Alerta: el sistema de emergencia ha sido activado. Por favor, reúnanse en la cafetería.
  Todos corrieron al punto de reunión, temiéndose lo peor. La sorpresa, en cambio, fue descubrir que no había muerto nadie. Los ocho estaban allí, sanos y salvos.
  —Ordenador, ¿qué ha pasado? —preguntó Blanco.
  —La tripulante Naranja ha pulsado el botón de emergencia. Procedimiento: la tripulación debe efectuar una nueva votación.
  —¡¿Por qué cojones pulsas el botón?! —protestó Marrón—. ¡Me has dado un susto de muerte!
  —Cállate y escúchame —replicó Naranja—. ¡Sé quién es el asesino! ¡Es Amarillo!
  —Pero… ¡yo no he hecho nada! —se defendió el acusado.
  —¡Exacto! Yo estaba ocupándome de todas las tareas, y él no hacía nada más que mirarme como un psicópata.
  —¡Porque tengo miedo! ¡Mira, me tiemblan las manos!
  —¡Te tiemblan porque te he descubierto! ¡Mi voto va para ti!
  —Ah, ¿sí? —Amarillo apretó los puños con rabia—. ¡Pues yo te voto a ti!
  —No os precipitéis —les recriminó Azul—. Cambiad el voto a nulo y sigamos con las tareas.
  —No está permitido cambiar los votos —informó la IA.
  —Bueno, no pasa nada —dijo Rojo—. Podemos votar nulo los demás y seremos mayoría.
  —Sí, podríamos hacer eso… —respondió Negro con una voz que casi fue un susurro—. Aunque, si Amarillo no va a hacer sus tareas, nunca nos podremos marchar de aquí…
  —¡Negro tiene razón! —exclamó Marrón—. ¡No pienso pasar el resto de mis días aquí por culpa de un cobarde! ¡Amarillo, te voto!
  —Yo no he dicho que fuera a votar a Amarillo… —Negro se encogió de hombros—. Pero, está bien, me has convencido.
  —¿Yo a ti? —Marrón lo miró con expresión de confusión.
  —¡¿A qué esperáis los demás?! —gritó Naranja, ansiosa—. ¡Os estoy diciendo que es él!
  —No lo tengo tan claro como tú —replicó Azul—. Es tu palabra contra la suya. Voto nulo.
  —Sí, yo opino igual —asintió Rojo—. Mi voto es nulo.
  —El mío también —añadió Blanco—. Naranja, no debería actuar de forma tan impulsiva.
  —¡Pero es que estoy convencida! —insistió Naranja, con ánimo incansable.
  —Faltan treinta segundos —informó la IA—. Resultados provisionales: Amarillo, tres votos; Naranja, un voto; tres votos nulos.
  Todos dirigieron sus miradas hacia Verde, el único que faltaba por votar. Su primer impulso fue el de no decir nada, dejar que terminara la votación con resultado nulo. No tenía ganas de pensar. Aunque jamás lo reconocería, estaba enfadado. Le molestaba profundamente ver a Azul y Rojo tan unidos, dándose la razón el uno al otro, como si fuesen los mejores amigos del mundo. “¿Acaso está Azul enamorada de Rojo?”. “¿Qué ve en él?”. “Se cree tan listo, el muy…”. La mente de Verde era un polvorín. Se sentía un cero a la izquierda. ¿Y cómo iba a dejar de sentirse así, si no hacía nada por remediarlo? En cambio, si tomaba la iniciativa y resultaba ser más listo que Rojo… Sí, eso haría. Apoyaría a Naranja. Si acertaba, Azul se daría cuenta de lo inteligente que era. Si fallaba, al menos confiaba en que se pusiera celosa al ver cómo se hacía amigo de Naranja.
  Con todas esas ideas difusas en la cabeza, Verde tomó la decisión que cambiaría el devenir de la tripulación.
  —Voto a Amarillo.
  —¡Nooo! —El acusado dio un paso atrás, aterrado—. ¡Que yo no soy!
  Pero ya no había nada que pudiera hacer para salvarse.
  —Votación terminada. Tripulante Amarillo, ríndase y diríjase a la sala de eyección.
  —¡No!
  Amarillo salió corriendo, con intención de escapar a través de los pasillos. Sin embargo, apenas pudo dar un par de pasos antes de recibir una descarga eléctrica de la propia nave, que lo noqueó al instante. Marrón y Naranja se bastaron para transportar su cuerpo inconsciente hasta la misma sala de eyección que habían utilizado para desprenderse de los cadáveres de Morado y Rosa.
  Los tripulantes supervivientes observaron a través de las ventanas de la nave cómo Amarillo salía disparado por la compuerta y se perdía en la negrura infinita del espacio, para nunca más despertar.
  —Amarillo no era el impostor.

– SEGUNDA PARTE –

  El mensaje de la IA cayó como un jarro de agua fría. Acababan de provocar la muerte de un hombre inocente, cuyo único delito fue tener miedo de ser asesinado. De un modo u otro, sus peores temores acababan de hacerse realidad.
  —¿Por qué has hecho eso, Verde? —dijo Rojo.
  —¿Qué pasa? —Verde le dedicó una mirada poco amistosa—. ¿Tienes algún problema conmigo?
  —Creía que eras más sensato.
  Verde quiso replicar, pero sentía la mirada de Azul sobre él como un fuego abrasador. Fue eso, y no las palabras de Rojo, lo que hizo que se sintiera culpable.
  —¡La culpa es de Naranja! —Verde la señaló para desviar la atención—. ¡¿Por qué dices que estabas segura de que era Amarillo?!
  —Me he equivocado, vale —respondió ella con un tono que no denotaba arrepentimiento en absoluto—. Todos cometemos errores, no soy perfecta.
  —¡Es culpa tuya! —insistió.
  Lleno de rabia, Verde se giró hacia el botón de emergencia y lo pulsó sin dudarlo ni un segundo.
  —Alerta: el sistema de emergencia ha sido activado. Por favor, reúnanse en la cafetería.
  Todos se encontraban ya allí, por lo que no hizo falta esperar para iniciar la votación. Y fue Verde, quién si no, el primero en lanzarse.
  —¡Voto a Naranja! ¡Amarillo ha muerto por su culpa!
  —¡Os juro que yo no soy! —se defendió ella—. Ha sido un error, ¿vale? Lo siento mucho.
  —¿Un error? —Blanco negó con la cabeza—. Hemos perdido a otro valioso tripulante a causa de una decisión precipitada y poco reflexiva.
  —Bueno —murmuró Negro—, valioso, lo que se dice valioso…
  —Su error es imperdonable, Naranja —continuó el capitán—. Es mi deber aplicar justicia en esta nave, por lo que no me deja más remedio que condenarla por su crimen. Mi voto va para usted.
  —¿Quién soy yo para contradecir al capitán? —Negro se encogió de hombros, sin perder la sonrisa—. Ya tienes tres, maja.
  —¡Esperad! —Naranja había empezado a sudar—. ¡No podéis compensar un error con otro error! ¡Azul, Rojo, Marrón, lo siento mucho!
  Los tres la miraron en silencio, pensativos.
  —Amarillo era un buen tío, ¿sabes? —dijo Marrón con tristeza—. Me engañaste para que lo votara… Me manipulaste… Jamás me perdonaré lo que hice. Y tampoco te lo perdonaré a ti. ¡Eh, Ordenador! ¡Voto a Naranja!
  La votación había quedado decidida, por lo que los votos de Azul y Rojo no serían necesarios.
  —Votación terminada. Tripulante Naranja, ríndase y diríjase a la sala de eyección.
  —Bah, que os den a todos.
  Naranja caminó a la sala de eyección por su propio pie, resignada, sin armar un escándalo. Antes de perderse en el espacio, les dedicó una afectuosa despedida, mostrándoles el dedo medio de ambas manos y unas palabras obscenas que no llegaron a escuchar.
  —Naranja no era la impostora.
  —Vaya, vaya… —dijo Negro—. Otra vez nos hemos equivocado. ¿Va a aplicarse el mismo castigo a usted que a ella por este error, capitán?
  —Naranja no era inocente —replicó Blanco—. Amarillo sí.
  —Ah, qué fina es la línea que separa a un asesino de un justiciero…
  Los seis supervivientes decidieron continuar con el plan previo: trabajar por parejas. Era una idea que parecía estar funcionando antes de que Naranja convocara la reunión de emergencia que causó la muerte de Amarillo, además de la suya propia. Blanco y Negro se dirigieron al puente de mando, para asegurarse de establecer el rumbo correcto. Azul y Rojo se ocuparon de revisar los escudos de la nave. Verde y Marrón usaron el cañón delantero para destruir asteroides cercanos que pudieran dañar el casco.
  Por desgracia, la relativa calma duró poco.
  —Alerta: sobrecalentamiento del reactor. Posible fusión del núcleo inminente. Personal autorizado, diríjanse de inmediato a la sala de máquinas.
  El anuncio de la IA vino acompañado por el sonido ensordecedor de la sirena y el encendido de todas las luces de emergencia. Y es que no se trataba de un problema menor, sino de un malfuncionamiento tan grave como para hacer estallar la nave en mil pedazos, si no eran capaces de evitarlo en el próximo minuto.
  Cuando Azul y Rojo entraron a la sala de máquinas, Verde ya estaba allí. De Marrón, su compañero, no había rastro. Que Blanco y Negro tardasen un poco más era comprensible, pues el puente de mando se hallaba en el extremo contrario de la nave.
  —¡¿Cómo se apaga esto?! —gritó Verde para hacerse oír por encima de la sirena.
  —¡Hay dos paneles de control —explicó Azul—, uno en cada lado de la sala! ¡Tenemos que pulsar ambos al mismo tiempo!
  —¡Yo me ocupo del de la izquierda! —dijo Rojo—. ¡Vosotros id a por el otro!
  Azul también consideró que la mejor idea era acompañar a Verde, pues estaba demasiado nervioso como para dejar que se ocupara de un asunto tan importante. Y la situación no mejoraría cuando el Ordenador les advirtió del tiempo restante.
  —Treinta segundos para la fusión del núcleo.
  —¡Aparta! —pidió Azul a Verde—. ¡Yo me encargo!
  —¡No! —replicó él—. ¡Puedo hacerlo!
  El orgullo de Verde no le permitía reconocer su falta de conocimientos ni dejar que fuese ella quien estabilizase el reactor. Sería como proclamar su inutilidad y perder cualquier opción de ganarse el corazón de su compañera. Todos lo considerarían un lastre. Puede que, incluso, lo votasen por falta de colaboración, como hicieron con Amarillo. No, jamás se rendiría.
  —Veinticinco segundos para la fusión del núcleo.
  Verde pulsó varias veces el botón de enfriamiento del reactor, pero el sistema se negaba a obedecer.
  —¡¿Por qué no funciona?!
  —¡Tienes que mantenerlo pulsado! —le indicó Azul.
  Negro y el capitán accedieron a la sala cuando restaban poco más de veinte segundos. Así se lo hizo saber la voz automatizada de la IA.
  —Veinte segundos para la fusión del núcleo.
  —¡¿Lo tenéis bajo control?! —preguntó Blanco, mirando a ambos lados.
  Azul apartó a Verde de un empujón y ocupó su lugar. La astronauta mantuvo el botón oprimido, tal y como recordaba haber leído en el manual de situaciones de emergencia.
  —Quince segundos para…
  El mensaje se quedó a medias. La sirena cesó su insoportable pitido al mismo tiempo que se desactivaban las luces parpadeantes. Estaban a salvo.
  —Informe: la temperatura del reactor vuelve a ser estable.
  Los cinco se reunieron en el centro de la sala, aliviados. Verde, a diferencia de los demás, no parecía muy contento. Había vuelto a fracasar. Se sentía humillado. Y, por si eso fuera poco, estaba a punto de convertirse en el centro de todas las sospechas.
  —¿Dónde está Marrón? —le preguntó el capitán.
  —Se ha quedado en el cañón, destruyendo asteroides.
  —Alguien tiene que revisar su escala de prioridades… —murmuró Negro.
  —¿Qué queríais que hiciese? —Verde se encogió de hombros—. No tuve tiempo de convencerlo. Ya sabéis cómo es.
  —Siento ser yo quien diga esto —lo interrumpió Rojo—, pero… es un tanto sospechoso. Has sido el primero en llegar, has venido solo… ¿Estás ocultando algo?
  La mirada que Verde dedicó a Rojo fue tan intensa, que a punto estuvo de volver a hacer saltar las alarmas de la nave.
  —¡¿Por qué no me dejas en paz de una puta vez?! ¡¿Qué problema tenéis todos conmigo?!
  —Con esa actitud te respondes tú solo, colega. —Rojo negó con la cabeza, decepcionado—. Pierdes la calma con facilidad, no cumples órdenes, votas a inocentes… No entiendo cómo pudiste superar las pruebas de admisión.
  Ésa fue la gota que colmó el vaso. Verde sacó un cuchillo que llevaba escondido bajo el cinturón, ante el asombro de todos sus compañeros, y amenazó con él a Rojo, quien se limitó a retroceder, levantando las manos en gesto de rendición. Blanco inmovilizó a Verde desde la espalda, pasándole el brazo alrededor del cuello, mientras Azul se ocupaba de sacar a Rojo de la sala de máquinas. Era mejor mantenerlos separados hasta que se calmasen los ánimos.
  Negro, por su parte, se dedicó a observar con interés desde una distancia prudencial, sin mover ni un dedo. Sólo cuando Verde soltó el cuchillo decidió acercarse a ellos, para recogerlo del suelo y evitar que se repitiese una escena similar.
  —¿Qué tarea estabas realizando con esto? —preguntó Negro, sonriente—. ¿Cortar cebolla espacial?
  —¡Era para defenderme! —respondió Verde—. Con un asesino suelto, todos deberíamos ir armados.
  —¿Y quién nos defiende de usted? —replicó Blanco.
  —¡Yo no he hecho nada!
  Azul y Rojo regresaron al interior de la sala de máquinas. Esta vez no iban solos; Marrón los acompañaba.
  —Vaya, pero si estás vivo —dijo Negro sin mucho entusiasmo.
  —¿Por qué no iba a estarlo? —Marrón arqueó una ceja, desconcertado.
  —Verde es el impostor —le informó Rojo—. Y yo he estado a punto de convertirme en su última víctima.
  Negro le mostró el cuchillo.
  —Llevaba esto encima.
  —¡Para defenderme! —insistió Verde.
  —Tiene un concepto de “defenderse” nunca antes visto —concluyó Negro—. Consiste en matar a alguien cuando se siente ofendido.
  Todos acudieron de inmediato a la cafetería, decididos a acabar con aquella pesadilla cuanto antes. El capitán fue el encargado de accionar el botón de emergencia que daba inicio al proceso de votación. Las continuas quejas de Verde cayeron en saco roto; resultaba complicado creer nada de lo que dijera después de la forma en que había actuado.
  —¿Quieren debatir o pasamos directamente a la votación? —preguntó Blanco.
  —Espere, capitán —dijo Marrón—. Me gustaría oír un resumen de lo que ha ocurrido, para no volver a equivocarme.
  Todos se miraron entre sí, esperando que alguno de ellos se ofreciese como voluntario para informar a Marrón. Fue Azul quien asumió el papel de portavoz del grupo.
  —Rojo y yo estábamos reparando los escudos de la nave cuando nos sorprendió la alarma del reactor. Corrimos de inmediato a la sala de máquinas, donde encontramos a Verde, solo y muy nervioso. Él no sabía cómo funcionaba el panel de control, así que fuimos Rojo y yo quienes nos ocupamos de estabilizar la temperatura del reactor. Blanco y Negro llegaron a falta de veinte segundos, cuando ya estábamos terminando, por lo que no tuvieron tiempo de hacer nada.
  —¿Y qué pinta el cuchillo en todo esto? —preguntó Marrón, confuso.
  —Ahora llegamos a esa parte. —Azul le hizo un gesto para pedirle paciencia—. Verde dijo que te habías quedado atrás, disparando a asteroides con el cañón, lo cual nos hizo sospechar que se tratase de una mentira.
  —Por cómo lo contó —añadió Rojo—, temía que Verde hubiera podido asesinarte cuando estabais a solas, y que todo esto del reactor no era más que un intento de crearse una coartada. Así se lo hice saber…, y, bueno, se volvió loco y me sacó un cuchillo.
  —¡Eso no significa nada! —exclamó Verde—. ¡No tenéis pruebas de que haya matado a nadie!
  —¿Y cómo llamas al cuchillo que has estado a punto de clavarme? —protestó Rojo.
  —Lo llamo “enajenación mental transitoria”. En caso de juicio es un eximente, así que no se me puede culpar por ello.
  —Pero esto no es un juicio —replicó Negro.
  —¿Desde cuándo sabes tanto de leyes? —preguntó Marrón, sorprendido.
  El capitán hizo un gesto para captar la atención de sus subalternos, antes de que la conversación siguiera desviándose por caminos que no conducían a ninguna parte.
  —Lo que ha hecho usted, Verde, es una infracción grave del código de conducta de la tripulación. Se decida lo que se decida en esta votación, me veo en la obligación de apartarlo de su cargo hasta que regresemos a la Tierra, donde será entregado a la justicia. Será un juez profesional quien decida si esa supuesta “enajenación mental transitoria” es justificación suficiente para un intento de asesinato.
  —¿Y tendremos que convivir juntos hasta entonces? —Rojo parecía poco convencido—. ¿Qué le impide volver a intentar matarme, con o sin enajenación de por medio? No puedo asegurar que Verde sea el infiltrado, pero… no os voy a engañar: tengo miedo. Lo siento, Verde, pero te lo has buscado. Mi voto va para ti.
  —¡Qué sorpresa! —respondió Verde con tono irónico—. La habéis tomado conmigo y os da igual lo que diga, ¿verdad?
  —Deja de hacer el ridículo, por favor…
  —¿Y si tiene razón? —El comentario de Negro los pilló desprevenidos—. ¿Por qué todo el mundo habla del cuchillo de Verde, y nadie menciona que Marrón se dedicó a disparar asteroides mientras los demás salvábamos la nave?
  —¡Eso, eso! —Verde vio un rayo de esperanza—. ¡Seguro que quería quedarse solo para tramar algo! ¡Mi voto va para Marrón!
  —¡¿Serás cabrón?! —gruñó el acusado—. ¡Estaba dispuesto a darte el beneficio de la duda, pero ahora sí que no! ¡Voto a Verde!
  —Hmm… —Negro alternó la vista entre ambos—. No sé a quién creer…
  —Fue Verde quien manipuló el reactor de la sala de máquinas —le recordó Rojo—. Por eso estaba allí cuando llegamos Azul y yo. —Miró a su compañera—. ¿Verdad?
  La chica asintió con la cabeza, en silencio.
  —Parece un buen argumento —reconoció Blanco—, pero debo mantenerme al margen y ser imparcial, así que voto nulo.
  —¡Capitán! —protestó Rojo, algo molesto—. ¡Verde ha matado a dos de nuestros compañeros y ha intentado matarme a mí! ¿Por qué no puede votar por él igual que hizo con Naranja?
  —No es el mismo caso —respondió Blanco—. Naranja causó la muerte de un tripulante, todos lo vimos. Verde es sospechoso de los asesinatos de Morado y Rosa, pero no tenemos ninguna prueba concluyente de su culpabilidad. A usted lo amenazó, eso es cierto, y pagará por ello…, pero no con su vida, sino con la pena establecida tras un juicio justo.
  —Un discurso precioso —Negro aplaudió cuando el capitán terminó de hablar—. Pero, como dije antes, esto no es un juicio, así que poco importan aquí las leyes constitucionales. Voy a quedarme tu cuchillo, Verde; no creo que te haga falta cuando estés dando vueltas por el espacio exterior. ¡Ordenador, voto a…!
  —Espera un momento —lo interrumpió Azul.

– TERCERA PARTE –

  Verde llevaba dos votos. Marrón, uno. El capitán, por su parte, había votado nulo. A falta de los votos de Negro y Azul, parecía que el futuro de Verde estaba sellado…, hasta que la mujer intervino para evitarlo.
  —¿Qué pasa ahora? —gruñó Negro, cuya frase había quedado a medias.
  —Acabo de recordar algo. —Todos miraron a Azul, expectantes—. Ordenador, ¿es posible alterar los sistemas de la nave a distancia?
  —Afirmativo.
  —¿Sería posible, por tanto, desestabilizar el reactor desde cualquiera de los paneles de control repartidos por la nave?
  —Afirmativo.
  Azul asintió con la cabeza, satisfecha.
  —¿Qué significa eso? —preguntó Marrón, tan desconcertado como los demás.
  —Muy sencillo —respondió Azul—: cualquiera de nosotros pudo causar el sobrecalentamiento del reactor, sin importar dónde nos encontráramos, ya que todos los controles de la nave están conectados. Lo único que hace falta es conocimientos informáticos avanzados…, cosa de la que Verde carece.
  —¿Y tú qué sabes? —Marrón seguía sin verlo claro.
  —Por algún motivo, Verde tiene la costumbre de contarme toda su vida, aunque no le pregunte. Recuerdo que me dijo haber estudiado las carreras de Derecho e Ingeniería Aeroespacial, en ese orden; nada que ver con informática de alto nivel. Ni siquiera sabía cómo funcionaba el panel de control de la sala de máquinas…
  —¡O lo estaba fingiendo! —sugirió Negro.
  —¿De qué le habría servido? —Azul se encogió de hombros—. Yo estaba con él. No me habría costado ningún esfuerzo accionar el botón en su lugar. De hecho, eso fue exactamente lo que hice.
  Todos se quedaron en silencio, asimilando aquella información. ¿Se estaban equivocando al votar a Verde?
  —Faltan treinta segundos.
  El final de la votación estaba próximo.
  —¡Qué dilema! —exclamó Negro—. ¿Verde o Marrón?
  —Vota a Marrón —le pidió Azul.
  —¡¿Por qué a mí?!
  —Eso —dijo Negro—. ¿Por qué a él?
  —Faltan veinte segundos.
  —¡No tenemos tiempo de explicaciones! —replicó Azul—. ¡Acabo de darme cuenta de algo, pero necesito más tiempo para desarrollarlo! ¡Rápido, vota a Marrón!
  Negro titubeó.
  —Faltan diez segundos.
  —¡Bah, está bien! —Negro golpeó la mesa, en lo que pretendió ser una imitación del hombre al que estaba a punto de acusar—. ¡Hemos venido a divertirnos! ¡Voto a Marrón!
  —Faltan cinco segundos.
  —Bien hecho. —Azul sonrió—. Yo voto nulo.
  Todos la miraron sin entender nada.
  —Votación terminada. Se ha producido un triple empate entre el tripulante Verde, el tripulante Marrón y votos nulos. Por lo tanto, nadie será eyectado.
  —¿A qué coño estás jugando, Azul? —protestó Marrón—. ¿Por qué me acusas para después votar nulo?
  —Negro estaba decidido a votar a alguien —explicó ella con calma—, y necesitaba que no fuese a Verde. Eras el candidato perfecto.
  —Pero ¿por qué dices que a Verde no? —preguntó Rojo—. ¡Intentó matarme!
  —Eso es cierto —reconoció ella—. Sin embargo, estoy convencida de que Verde no es culpable de las muertes de Rosa y Morado, así que no hay motivo para eyectarlo de la nave. De hecho, ante la acusación de ser el impostor, no sólo es “no culpable”, sino que, más bien, es “inocente”. Como licenciado en Derecho, Verde conoce bien la diferencia. Y ahora, si me disculpáis…
  Azul pulsó el llamativo botón que presidía aquella gran mesa redonda.
  —Alerta: el sistema de emergencia ha sido activado. Por favor, reúnanse en la cafetería.
  —¿Otra votación? —Marrón suspiró—. Yo estoy perdidísimo…
  El capitán pidió silencio a los tripulantes para ceder nuevamente el turno de palabra a Azul. Era ella quien había presionado el botón de emergencia y quien había evitado que expulsaran a Verde, así que era de recibo que también fuese ella quien comenzase dando explicaciones.
  —Esto no me llevará mucho. Por favor, escuchad lo que tengo que decir…, y, cuando acabe, votad todos a Rojo.
  —¿Qué estás diciendo? —Rojo se giró hacia ella, perplejo.
  —Calla la boca y deja que hable —dijo Negro con una sonrisa—. ¡Esto se pone interesante!
  Azul aguardó al cese de los murmullos antes de continuar.
  —Su coartada me pareció muy floja desde el principio, la verdad. Ése fue el motivo de que pidiera formar pareja con él, para poder vigilarlo de cerca. Según su versión de los hechos, Rojo encontró los cadáveres de Morado y Rosa por casualidad, cuando llegó atraído por un ruido metálico.
  —Era la tapa del conducto de ventilación —dijo Rojo—. Estaba suelta, todos la visteis.
  —Sí, todos la vimos —asintió Azul—, porque el impostor la dejó suelta cuando decidió salir corriendo por los pasillos. Qué extraño, ¿no? ¿Por qué arriesgarse a que lo vieran en el pasillo, en vez de huir por el conducto de ventilación, tal y como tenía pensado?
  —Pues así fue —insistió el acusado—. Lo vi salir del ala médica.
  —¿Y de verdad no supiste distinguir quién era? Es posible, sí, aunque poco probable. Ni siquiera tenías que verle la cara. Cada uno de nuestros trajes es de un color distinto, lo que hace muy fácil distinguirnos. Pero, vaya, qué mala suerte, tú no supiste ver quién era ese asesino a la fuga…
  —Entonces, ¿qué es lo que insinúas que pasó, Azul? —preguntó Marrón, impaciente e intrigado.
  —Creo que el impostor no huyó por el pasillo ni por el conducto de ventilación, sino que se quedó allí y denunció la aparición de un cadáver, para evitar que otro lo hiciera antes y tuviera motivos para acusarlo. Me explico. Supongamos que Morado fue la primera víctima. Rojo no tendría dificultades para matarlo, porque el pobre Morado no podía ni imaginar que hubiera un impostor a bordo de la nave. Tras acabar con su vida, Rojo trató de huir por el conducto de ventilación, dejando manchas de sangre en la tapa. Fue entonces cuando Rosa llegó al ala médica y se encontró la desagradable escena: la víctima tirada en el suelo y el asesino a punto de escapar. Antes de que ella pudiera denunciar la aparición del cadáver, Rojo lo hizo en su lugar, como coartada. Inmediatamente después asesinó a Rosa, justo antes de que los demás llegásemos a la escena del crimen. Rojo fingió haberlos encontrado así para parecer inocente.
  —Perdone que la interrumpa —dijo el capitán—, pero tengo una duda: si fue Rojo quien movió la tapa del conducto de ventilación, ¿por qué no tiene manchas de sangre?
  —Ah, claro que las tiene —aseguró Azul—. Lo que pasa es que en su momento no supimos verlas, porque eran del mismo color que su traje. Es irónico, pero fue su intento de sabotaje lo que acabó por revelar esos rastros de sangre. Las altas temperaturas de la sala de máquinas provocaron que la sangre húmeda se secara y adquiriera un tono marrón. Pude verlo cuando Verde lo amenazó con un cuchillo y levantó ambas manos.
  Blanco examinó las mangas y los guantes del traje de Rojo. Tal y como afirmaba Azul, presentaba una pequeña mancha marrón en la parte anterior de la muñeca derecha.
  —No tuvo tiempo de cambiarse de traje —concluyó Azul—. Su segunda víctima había estado tan cerca de descubrirlo, que decidió cambiar de estrategia. En vez de matarnos uno a uno, optó por sabotear la nave. Su propuesta de trabajar por parejas era la coartada perfecta: fingir cordialidad y cooperación, para después, cuando menos lo esperásemos, ¡boom! Adiós núcleo.
  —¡Pero si fui yo quien estabilizó la temperatura del reactor! —protestó Rojo.
  —Ah, sí, eso… —Azul miró a Verde—. Te debo una disculpa. No es que no supieras activar el panel de control, sino todo lo contrario: eras el único que lo estaba haciendo. Para que funcionen, los dos paneles de control deben ser activados a la vez. Rojo, como es obvio, estaba dejando pasar el tiempo sin hacer nada mientras nosotros discutíamos al otro lado de la sala. Fue una suerte que el capitán y Negro aparecieran cuando lo hicieron. Si Rojo no hubiera apretado el botón en ese momento, se habrían dado cuenta de que el impostor era él, así que no tuvo más remedio que actuar.
  —¡De nada! —dijo Negro con una gran sonrisa.
  —Se quedó a diez o quince segundos de destruir la nave —continuó Azul—. Pero fue listo, porque, en vez de amilanarse, vio en medio del caos la ocasión perfecta de eliminar a otro de los tripulantes. Sabía que no le caía muy bien a Verde, así que se dedicó a sacarlo de sus casillas hasta que explotó. Que Verde tuviera un cuchillo encima fue una sorpresa también para él, aunque, no nos engañemos, todos sabemos que no haría daño ni a una mosca.
  —¡Os lo he dicho mil veces! —Verde por fin pudo respirar aliviado.
  —Aun así, espero no tener que volver a trabajar con él nunca más.
  —¿Qué…?
  —¡Vaya golpe bajo! —Negro soltó una carcajada.
  —Calma, por favor. —Blanco tuvo que intervenir para mantener la concordia—. Creo que ya hemos oído suficiente. Rojo, ha estado a punto de engañarnos…, pero acaba de aprender una valiosa lección: la justicia siempre prevalece. ¡Ordenador, voto a Rojo!
  Marrón y Verde se sumaron al voto de su capitán. Sólo faltaba uno más para dar por terminada aquella votación. Ya no había nada que…
  —Esperad un momento —dijo Negro de repente—. ¿No estamos olvidando algo?
  —No —replicó Marrón—. ¡Vota ya!
  —¿Seguro que no? ¿Y qué pasa con el arma homicida? Si Rojo no salió del ala médica, ¿dónde está el arma con la que abrió en canal a Morado y Rosa?
  —¡Eso es! —Rojo señaló a Negro, emocionado—. ¡Para hacer esas heridas se necesita algo más que un cuchillito que pueda esconderme en una bota! ¿Queréis registrarme?
  Rojo se abrió de brazos, dispuesto a colaborar.
  —No será necesario —dijo Azul, conservando la calma—. Sí que estábamos olvidando lo más importante, pero no era el arma homicida, sino el origen del impostor. Estamos en una estación espacial que orbita alrededor de Venus… Éste es tu hogar, ¿verdad? Has venido para evitar que invadamos vuestro planeta. Por eso estabas dispuesto a hacer volar la nave por los aires.
  La respiración de Rojo se volvió más agitada. Tenía los dientes y los puños apretados con fuerza. Estaba a punto de perder su fachada de fingida calma.
  —¡Ordenador, mi voto va para Rojo! —exclamó Azul, dando por finalizado el debate.
  —Votación terminada. Tripulante Rojo, ríndase y diríjase a la sala de eyección.
  Rojo emitió un gruñido inhumano mientras elevaba el puño, del que surgieron garras afiladas…, y eso fue todo lo que tuvo tiempo de hacer antes de recibir una descarga eléctrica de la nave, que lo noqueó al instante. Los demás tripulantes lo arrastraron hasta la sala de eyección, esperando oír el mensaje de su victoria.
  —Rojo sí era el impostor.

– DESENLACE –

  Blanco, Marrón, Verde, Negro y Azul lo celebraron con gritos de júbilo y choques de manos. Aquella había sido, sin la más mínima duda, una de las partidas más emocionantes que habían disputado.
  Cuando la puerta de la sala de eyección volvió a abrirse, Rojo fue el primero en acceder al pasillo interno.
  —¡Ya casi os tenía! —se lamentó, sin perder la sonrisa, mientras se desprendía de su caluroso disfraz—. Bien jugado, Azul, como siempre.
  —Tú tampoco lo has hecho nada mal.
  Rosa, Morado, Amarillo y Naranja volvieron del falso espacio exterior en el que habían estado esperando hasta la finalización de la partida.
  —Eh, Blanco —dijo la primera—, ¿qué ha sido eso de “la justicia siempre prevalece”?
  —No sé, me sonaba bien —respondió él, acompañado de las risas de sus colegas.
  —Bueno, cualquier cosa mejor que tener a Negro de capitán —concluyó Morado.
  —¡¿Por qué nunca me toca ser la impostora?! —protestó Naranja, resignada.
  Tras el éxito de las Escape Room, “Entre nosotros” se había convertido en el juego de moda para quienes buscaran alternativas divertidas a los bares, cine y demás planes de ocio. Día tras día, numerosos grupos de amigos se juntaban en aquel escenario ficticio, donde obtenían roles aleatorios que debían interpretar. Era una forma de entretenimiento barata y saludable.
  Con la partida terminada, todos pusieron rumbo a la salida. Sin embargo, aún les aguardaba un obstáculo inesperado: la puerta se negaba a abrirse.
  —Se ha quedado pillada —dijo Marrón—. En el baño de mi casa pasaba igual. Sólo hay que hacer así…
  Por mucho que tratase de girar el pomo, éste no cedía ni un milímetro. Más que un pestillo roto, el problema parecía deberse a que alguien había cerrado con llave.
  —¡Eh, que ya hemos acabado! —Naranja golpeó la puerta con el puño cerrado.
  —¿Se habrán quedado dormidos? —Rojo miró alrededor en busca de alguna salida alternativa o una forma de comunicarse con el exterior—. Por cierto, ¿dónde está Negro?
  —Otro que se ha quedado dormido —bromeó Blanco—. Voy a buscarlo.
  —Te acompaño —se ofreció Azul.
  Su primer destino, el más obvio, fue la zona en que se hallaban las salas de eyección y el espacio exterior, el último lugar donde recordaban haberlo visto. Ambas estaban vacías, por lo que decidieron dar una vuelta rápida por los pasillos mientras el resto del grupo esperaba a que los dueños de “Entre nosotros” abriesen la puerta.
  La búsqueda duró poco y concluyó en la cafetería. Negro estaba allí, inclinado sobre la mesa de votaciones. Tenía uno de los brazos estirados, con la mano justo al lado del botón de emergencia… y el cuello rajado.
  Habría pasado por el inicio de una de aquellas emocionantes partidas, de no ser porque, esta vez, se trataba de sangre real.
  —Alerta: hay un impostor en el grupo de amigos. ¡Ahora sí que vamos a divertirnos!


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3 Comentarios

  1. ElRisas

    Vaya, vaya…

    Spoiler Inside Mostrar

    ¿Para cuándo la segunda parte? Me ha gustado lo que he leído. Un abrazo, nene. ¡Sigue así!

    Responder
    • Chris H.

      Muy pronto, no os haré esperar mucho.

      Responder
  2. Alex
    Spoiler Inside Mostrar
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  1. ElRisas

    Vaya, vaya…

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    ¿Para cuándo la segunda parte? Me ha gustado lo que he leído. Un abrazo, nene. ¡Sigue así!

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    • Chris H.

      Muy pronto, no os haré esperar mucho.

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