Guía argumental de Kingdom Hearts II – Parte 1
Guía argumental de Kingdom Hearts II – Parte 1
Fecha de publicación: 5 de noviembre de 2018
Autor: Chris H.
Etiquetas: Kingdom Hearts
Fecha de publicación: 5 de noviembre de 2018
Autor: Chris H.
Etiquetas: Kingdom Hearts
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Kingdom Hearts: Chain of Memories
Kingdom Hearts II
Kingdom Hearts: 358/2 Days
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   + Kingdom Hearts χ Back Cover
   + Kingdom Hearts 0.2 – A Fragmentary Passage (final)
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   + Kingdom Hearts: Melody of Memory





“Retazos de un sueño que parecen recuerdos lejanos.
Recuerdos lejanos que parecen retazos de un sueño.
Me gustaría unirlos todos, junto a ti.”


Capítulo 1 – Villa Crepúsculo, primer día

  «Sora y Kairi charlan en la playa de las Islas del Destino. Instantes después, Sora compite contra Riku en una carrera. A continuación, los tres amigos contemplan el mar, pensando en un futuro lejos de aquel mundo. Sora encuentra a un hombre encapuchado dentro de la cueva subterránea. Finalmente, todo es consumido por la oscuridad.»

  Roxas despierta después de haber tenido aquel extraño sueño.
  —He vuelto a soñar con él…
  El sol se eleva sobre Villa Crepúsculo, indicando el comienzo de otro caluroso día de verano. Roxas y sus tres mejores amigos se reúnen en el lugar de siempre, disfrutando de los últimos días de vacaciones. Sin embargo, Roxas sigue preocupado por aquel sueño recurrente.
  —Tío, ¿no te toca las narices? —pregunta Hayner.
  —Sí —responde Pence—. Y que lo digas.
  —Seifer se ha pasado esta vez —protesta Olette, única chica del grupo.
  Roxas asiente, fingiendo que ha escuchado algo de la conversación.
  —Ya sé que han estado robando en la ciudad —dice Hayner—. Y que tenemos asuntos pendientes con Seifer; si quiere pensar que hemos sido nosotros, puedo entenderlo. Pero… no es eso lo que más me molesta. Lo que de verdad me fastidia, es que va por ahí diciéndole a todo el mundo que somos los ladrones. Y ahora todos nos tratan como si fuéramos unos mangantes. ¿Habéis estado tan cabreados alguna vez en la vida? Porque yo no. Nunca. Jamás —Hayner respira profundamente—. A ver, ¿qué hacemos?
  Tras reflexionar durante varios segundos, Roxas es el primero en aportar ideas:
  —¿Y si buscamos a los verdaderos ladrones? Eso aclararía las cosas.
  —¿Y qué pasa con Seifer? —pregunta Hayner.
  —Primero tenemos que limpiar nuestro nombre. Cuando encontremos al verdadero culpable, todo el mundo nos dejará en paz.
  —¡Oh, no! —exclama Pence, interrumpiendo la conversación—. ¡Han desaparecido! ¡Nuestras ___ no están!
  —¡¿Las ___ no están?! —contesta Hayner.
  Ambos se miran asustados. No por lo que ha desaparecido, sino por otro motivo más grave, que Olette también ha notado:
  —¿No podéis decir ___? ¿Pero qué…?
  —Pero sí entendéis lo que os digo, ¿no? —pregunta Pence—. ¡Nuestras ___ no están!
  —¿Robadas? —Roxas se queda pensativo—. No sólo las ___. ¡También han robado la palabra ___!
  —¿Qué clase de ladrón es éste? —dice Hayner, sintiéndose confuso—. Seifer no ha podido hacer algo así. ¡Venga! ¡Es hora de investigar!
  Cuando sus tres amigos abandonan la casa abandonada que usan para reunirse, Roxas siente un profundo mareo, y escucha una voz en su cabeza:
  —(Su corazón está regresando. No cabe duda. Pronto despertará.)
  Roxas se recompone y acompaña a sus amigos al exterior, junto a una tienda de ropa. El dueño se dirige a Roxas, preocupado:
  —Nunca creí que fueras capaz de hacer algo así…
  —No hemos robado nada, ¿vale?
  —Me gustaría creerte, pero… ¿Quién más querría robar cosas así?
  —¿Qué cosas?
  —Como si no lo supieras. No te lo pienso decir. Ve y pregunta en la tienda de dulces.
  Intrigado por saber lo que está ocurriendo, e interesado en limpiar su nombre, Roxas habla con la dependienta de la tienda de caramelos, una señora mayor.
  —¿Le han robado algo a usted?
  —Sí, hijos, sí. Algo importante.
  —Pues nosotros no hemos sido.
  —Te creo.
  —Gracias, señora. ¿Y qué le han robado?
  —Mis ___. Mis preciosas ___.
  —Parece que el culpable anda por ahí robando ___ —responde Hayner.
  —Y no sólo ___ —añade Olette—, sino la propia palabra ___ también. Me pregunto si Seifer sabrá algo.
  —Deberíamos hablar con él —propone Roxas—. Andando, ¡al Solar!
  En el llamado Solar Deportivo de Villa Crepúsculo, el grupo encuentra a los tres compinches de Seifer: Trueno, un chico grande y fuerte; Viento, una chica de pocas palabras; Vivi, un niño de aspecto muy raro.
  —¡Los cacos! —exclama Viento.
  —Sois de lo peor —dice Trueno.
  —…Ah, ¿sí? —responde Hayner.
  Seifer se une a sus tres colegas.
  —Eres todo un orador, rubito —dice a Hayner, bromeando sobre su tímida respuesta.
  —¿De qué vas?
  —Ya podéis ir devolviéndonos la ___. Ahora.
  —¡Sí! —añade Trueno—. Nada más que vosotros seríais capaces de robarla.
  —Era una prueba innegable de que os dimos para el pelo, pardillos. ¿Qué habéis hecho? ¿Quemarla? ¡Ja! No necesitamos una ___ para demostrar que sois unos pringados.
  —¡Una vez más! —dice Viento.
  —¡Así se habla! —Seifer se prepara para luchar—. Si os ponéis de rodillas y suplicáis, a lo mejor lo paso por alto.
  Harto de ser humillado, Roxas coge del suelo un bate de Struggle (un deporte que consiste básicamente en darse de hostias), dispuesto a enfrentarse al líder del denominado Comité Disciplinario. Para sorpresa de todos, Roxas consigue golpear a su rival.
  —Es que Seifer no está muy en forma —dice Trueno.
  —¡Ya veremos en el torneo! —añade Viento.
  Pence hace una fotografía para inmortalizar su primera victoria…, pero algo inesperado ocurre: un ser blanquecino, muy ágil y escurridizo, le arrebata la cámara y se marcha corriendo.
  —¿Qué era eso? —pregunta Hayner.
  —¿El ladrón? —responde Olette.
  Todos corren tras el monstruo, que sale de la ciudad y llega a la entrada del bosque, donde se encuentra una vieja mansión supuestamente abandonada. Roxas es el primero en darle alcance.
  —Hemos venido por vos, mi señor —dice el ser blanquecino.
  —¿Eh?
  Roxas intenta golpearle con el bate, pero el monstruo ladrón esquiva todos los ataques con suma facilidad. De pronto, del bate surge una luz, y su forma cambia a la de una especie de llave gigante.
  —¿Qué… qué es esto?
  El chico acaba de obtener el poder de la llave espada. Con ella logra destruir a su enemigo en cuestión de segundos, haciendo que deje caer todo lo que había robado: un montón de fotografías.
  Roxas, Hayner, Olette y Pence regresan a su lugar de reunión, llevando consigo el botín que acaban de recuperar de garras del ladrón.
  —Son unas fotos muy bonitas —dice Olette.
  —¡Eh! —exclama Pence—. ¡Acabas de decir “fotos”!
  Parece ser que no sólo han recuperado el objeto, sino también la palabra.
  —Bueno, Roxas —dice Hayner—, háblanos del ladrón de fotos.
  —No hay mucho que decir. Las fotos estaban allí tiradas.
  —¿Y cómo demostraremos que no fuimos nosotros?
  —Por cierto —interrumpe Pence—. ¿Nadie más se ha fijado que en todas las fotos robadas aparece Roxas?
  —¡Ah! —responde Olette—. Por eso todos creían que éramos nosotros.
  —¿Entonces la culpa no era de Seifer? —pregunta Hayner.
  Todos se quedan pensativos. Es cierto: en todas las fotografías aparece Roxas. Por ejemplo, en la que hicieron Seifer y sus esbirros después de vencerlos en combate, o la que el dueño de la tienda de ropa hizo con Roxas, su primer cliente.
  Pence tiene una extraña teoría:
  —¿Y si el ladrón quisiera robar al verdadero Roxas, o algo así?
  —No flipes, tío —contesta Hayner—. ¿Para qué querría alguien a un ceporro como Roxas?
  Los cuatro amigos ríen, aliviados tras haber resuelto aquel problema.

  Restauración al 12 por ciento.

  En algún lugar, un hombre vestido de rojo, con la cabeza cubierta por vendajes, dialoga con otra persona cuyos negros ropajes le ocultan todo el cuerpo.
  —Los indeseables de la Organización nos han encontrado —dice el primero.
  —¿Por qué iban esos incorpóreos a robar las fotografías?
  —Porque lo ven todo como meros datos. Son tan necios que no notan la diferencia. No tenemos mucho tiempo. Naminé debe darse prisa.

Capítulo 2 – Villa Crepúsculo, segundo día

  «Sora ha llegado a Ciudad de Paso, donde se encuentra con Pluto y León, además de con varios sincorazón a los que debe derrotar con su llave espada. Después aparecen Goofy y Donald, quienes lo invitan a viajar a bordo de una nave espacial. Sora cierra, mediante un haz de luz, una cerradura. Y entonces…»

  Roxas despierta.
  —¿Una… llave espada?
  De camino al lugar de reunión, Roxas se cruza con un hombre vestido completamente de negro, al que no se ve la cara. Sin darle más importancia, el chico se reúne con sus tres amigos. Están comiéndose unos helados de sal marina, sus favoritos. Han comprado uno de sobra para el recién llegado.
  —Eh, chicos —dice Pence—. ¿Creéis que siempre estaremos juntos como ahora?
  —Espero que sí —responde Olette.
  —¿A qué ha venido eso? —pregunta Hayner.
  —Sólo pensaba en alto —contesta Pence.
  —Pues yo dudo que podamos estar siempre juntos. ¿Madurar no acaba siendo algo así? Lo que importa no es cuántas veces nos veamos, sino cuántas veces pensemos los unos en los otros.
  —¿Te has tragado un libro de frases célebres? —bromea Pence.
  —¡Se acabó! ¡Te has quedado sin helado! —todos ríen—. Tío, vaya rollazo de día.
  —Tal vez sea por el ladrón de recuerdos de ayer —dice Olette.
  —Nah… ¿Sabes qué es? Que se nos acaban las vacaciones. Nada más. Eh, tengo una idea. ¡Nos vamos todos a la playa! No hemos ido ni una vez en todas las vacaciones. El mar azul, el cielo azul… ¡Pillamos un tren y nos vamos! ¡Animaos, chicos!
  —¿Has olvidado que no tenemos pasta? —responde Roxas.
  —¡De ese detallito me ocupo yo! ¡Vamos a la Calle del Mercado!
  Antes de llegar a su destino, Hayner se detiene junto a un cartel, e indica a Roxas que se acerque. Hay un dibujo de un bate, sobre el que se lee la palabra “Struggle”.
  —Quedan sólo dos días. Nos apuntamos los dos y llegamos a la final. Así, gane quien gane, nos repartiremos el premio.
  —Vale —asiente Roxas—. Hecho.
  —¡Prometido! Bueno, manos a la obra. Un billete a la playa cuesta 900 platines. Cuatro billetes…
  —¡3600! —Olette hace el cálculo rápidamente.
  —Y 300 por barba para gastar allí. ¿Cuánto es?
  —4800 en total.
  —¿Para gastar en qué? —pregunta Roxas.
  —¡En galletitas saladas! —exclama Hayner, emocionado—. ¿En qué si no?
  —Pues podría ser en sandías, por ejemplo.
  —Son muy caras. Cada una cuesta unos 2000 platines.
  —…Pues entonces galletitas.
  Los cuatro amigos hacen recuento de sus ahorros. Entre todos no suman más de 1600 platines, por lo que siguen lejos de poder permitirse las vacaciones. Y es aquí donde entra la idea de Hayner: trabajar en la Calle del Mercado para conseguir dinero.
  —¡Cada uno tiene que conseguir 800 platines antes de que salga el tren!
  Entre todos logran reunir 5000 platines, que Roxas guarda en una pequeña bolsa de tela, regalo de Olette.
  —No podremos estar siempre juntos —dice Hayner—, así que aprovechemos el tiempo y hagamos algo inolvidable.
  Mientras todos caminan hacia el interior de la estación, Roxas se choca contra un hombre que va en dirección contraria. No es la primera vez que ve aquel traje completamente negro, con una capucha que le cubre la cara; ya se vieron aquella mañana, cuando iba camino de reunirse con sus amigos.
  —¡Vamos, Roxas! —exclama Hayner—. ¡El tren sale en tres minutos!
  Cuando el chico echa mano de su bolsillo, descubre que la bolsa de tela ha desaparecido.
  —¡Seguro que me lo ha quitado aquel tío!
  —¿Quién? ¿De qué estás hablando? No había ningún tío.
  —¿Qué? ¿De verdad no lo visteis?
  Resignados por la pérdida de su dinero, los cuatro amigos optan por una alternativa más económica: comprar helados y comérselos sentados sobre la torre del reloj.
  —Lo siento, chicos —Roxas se siente culpable.
  —¡Anímate, hombre! —Hayner no le da más importancia.
  —Es que ha sido muy extraño. ¿Puedes sentir a Sora?
  Roxas ha pronunciado esa última frase sin conocer el motivo. Es como si su cerebro le estuviese intentando comunicar algo.

  Restauración al 28 por ciento.

  En otro lugar, todavía desconocido, vuelven a reunirse el hombre de rojo y el hombre de negro. Este último lleva una bolsa con dinero en la mano, mientras que su compañero está observando la pantalla de un ordenador.
  —¿Tan difícil es hacer una playa? —pregunta el de negro.
  —Sería darle al enemigo otro punto de entrada.
  —¿Y esto? —le muestra la bolsa de tela.
  —Siempre podemos gastárnoslo en helados de sal marina —ríe—. Todo cuanto pertenece a esa ciudad debe mantenerse fuera del mundo real. Bórralo.

Capítulo 3 – Villa Crepúsculo, tercer día

  «Sora y sus amigos viajan a un mundo submarino, a un coliseo, a una ciudad en el desierto, a un lugar de pesadillas, al interior de una ballena, a un barco pirata… Durante sus viajes han conocido a decenas de personas, aunque la imagen más recurrente en la cabeza de Sora es la de una chica. Sin embargo, tanto su cara como su nombre están borrosos.
  Por último, el sueño muestra a una chica rubia, dentro de una sala completamente blanca.»

  Cuando Roxas despierta, mira rápidamente a un lado, asustado. Le ha parecido ver por el rabillo del ojo a esa chica rubia de sus sueños, allí mismo, en su habitación. Sin embargo, no hay nadie.
  Hayner ha dejado una nota a sus tres amigos, convocándolos en la Plaza de la Estación. Esperan tener más suerte que el día anterior, y poder ir a la playa. Una vez en la calle, Roxas se encuentra con Pence y Olette. Sin embargo, cuando se acerca a saludarlos, descubre que se han quedado totalmente paralizados, como si se hubiera detenido el tiempo a su alrededor. Y para hacer la situación más extraña aún, la chica rubia del sueño aparece frente a él.
  —Hola, Roxas.
  —…Hola. ¿Tú eres…?
  —Quería verte al menos una vez.
  —¿A mí?
  —Sí, a ti.
  La chica rubia se marcha, dejando a Roxas sin saber qué hacer ni qué decir. Antes de poder reaccionar, Pence y Olette están a su lado, actuando como si nada hubiese pasado.
  —Olette me ha liado para ir de compras con ella.
  —Eh, Roxas, ¿nos acompañas?
  —Esperad… —Roxas mira hacia la calle por la que se acaba de marchar la chica rubia—. ¿No habéis visto eso?
  —Ya está poniendo excusas —responde Pence.
  —Tú te lo pierdes —añade ella—. Nos vemos luego en la estación.
  Roxas se separa de sus amigos, y corre tras la chica rubia, siguiendo sus pasos hasta la entrada del bosque. Una vez allí la pierde de vista, por lo que Roxas supone que se dirigía a la mansión abandonada. Sin embargo, antes de poder acercarse al edificio, un portal mágico aparece de la nada. A través de él surgen muchos de esos seres blanquecinos, idénticos al ladrón de fotografías.
  Roxas intenta huir, pero los monstruos le dan alcance en el Solar Deportivo. Afortunadamente para él, allí se encuentran Seifer y su banda, quienes no dudan en plantar cara a las criaturas. Por desgracia, no es que vaya a servir de mucho, pues ninguno de los cinco es capaz de golpear a aquellos seres tan ágiles. Además, Seifer y sus compañeros se han quedado literalmente paralizados, como les ocurriera previamente a Pence y Olette.
  —¡Roxas! —grita la chica rubia, observando desde una terraza—. ¡Usa la llave espada!
  El chico recuerda lo ocurrido dos días atrás, cuando derrotó al ladrón de fotografías. No lo hizo con un bate de Struggle, sino con una llave espada que apareció en su mano, y desapareció tras el combate. Ahora, Roxas vuelve a sentir ese mismo poder.
  Los monstruos caen ante los ataques de la llave espada…, aunque el auténtico peligro está por llegar, cuando aparece una criatura blanca gigantesca: Penumbra Espinosa. Roxas consigue derrotarlo, pero no puede librarse de una oscuridad que lo rodea y atrapa. El chico se retuerce, intentando soltarse, sin éxito. ¿Va a ser consumido por la oscuridad…?
  De pronto, una mano tira de él. Cuando Roxas abre los ojos, está en una sala totalmente blanca, frente a una chica rubia que ya le es conocida.
  —Me llamo Naminé. Roxas, ¿recuerdas tu verdadero nombre?
  El hombre de negro encapuchado aparece tras la chica.
  —Controla tu lengua, Naminé.
  —Pero si nadie se lo dice, Roxas se…
  —Es mejor que no sepa la verdad.
  —¡Eh! —exclama el chico—. ¡Tú eres quien me robó el dinero!
  El hombre de negro hace aparecer un portal oscuro, y empuja a Roxas a través de él.
  De pronto, como si lo último no hubiese sucedido, Roxas descubre que está en el Solar Deportivo, rodeado por la banda de Seifer. Sus compañeros le están haciendo varias fotografías, en pose victoriosa.
  —¿Qué estáis haciendo? —pregunta Roxas.
  —Recuerdos —responde Viento.
  —Para celebrar que esos malajes blancuchos se han pirado —añade Trueno.
  —Pan comido.
  —¿Qué eran esas cosas? —dice Roxas.
  —Forasteros —contesta Seifer—. Eso eran. Y si no siguen las reglas de por aquí, tendré que darles unas lecciones de disciplina.
  —¡Anda que no! —exclama Trueno—. Seifer siempre se preocupa por la ciudad.
  Roxas se dirige al lugar de siempre, donde todos los días se juntan los cuatro amigos. Allí están Hayner, Pence y Olette, comiendo helados de sal marina.
  —Así que… —dice el primero—. ¿Has estado con la pandilla de Seifer?
  Roxas acaba de darse cuenta de que no acudió a tiempo al encuentro en la estación. Es posible que diera la impresión de que prefirió estar con Seifer y los demás, aunque realmente su encuentro fue casual.
  —No, no es eso —se defiende Roxas—. ¿Qué tal la playa?
  —No hemos ido —responde Olette—. No sería lo mismo sin ti.
  —…Lo siento. ¿Por qué no vamos mañana?
  —Ya tengo otros planes —contesta Hayner de forma fría.
  —Oh…
  —Me largo de aquí.
  Hayner sale apresuradamente del lugar de reunión, dejando a los demás sin saber qué decir.

  Restauración al 48 por ciento.

  El hombre de negro y el hombre de rojo están junto al ordenador.
  —¿Era una Naminé hecha de datos? —pregunta el primero.
  —No. Naminé ha pirateado esos datos ella solita. ¡Mira lo que acaba de hacer! Está totalmente fuera de mi control —el hombre golpea un panel del ordenador.
  —Cálmate.
  —No importa. Mientras Naminé cumpla con su objetivo, no tendremos que preocuparnos por lo que le pase a Roxas.

Capítulo 4 – Villa Crepúsculo, cuarto día

  «Sora llega a un castillo, donde se enfrenta a un chico de pelo gris, que menciona el nombre “Ansem”. Finalmente ha encontrado a su amiga: Kairi. Ella le entrega un amuleto. Sora cierra la última cerradura, haciendo que todos los mundos se separen.»

  Roxas empieza a acostumbrarse a esos sueños. Todos ellos parecen contar la vida de ese tal Sora. ¿Acaso hay algún tipo de conexión entre ambos?
  Al fin ha llegado el día en que da comienzo el torneo de Struggle. Roxas y Hayner van a apuntarse…, aunque por separado, pues la situación está algo tensa entre ambos. Pence y Olette se encuentran entre el público, animándolos a los dos.
  En el centro del cuadrilátero, el organizador del torneo pronuncia unas palabras:
  —¡Damas y caballeros de Villa Crepúsculo! ¡Ya está aquí el enfrentamiento más electrizante del verano! ¡Hoy se celebra el torneo por el título de Struggle! ¿Será alguien capaz de vencer al actual campeón, Setzer? ¿Quién saldrá coronado hoy como campeón?
  El público (especialmente las mujeres) se viene arriba cuando Setzer entra en escena, con el cinturón de campeón colgando del hombro. No sólo es fuerte, sino también apuesto y elegante.
  —El público está que arde —continúa el organizador—, y ya saben qué viene ahora. ¡Que empiece el Struggle!
  Roxas consigue superar los preliminares, alcanzando así la fase final, junto a Hayner, Seifer y Vivi. El ganador se llevará el llamado “Trofeo de los Cuatro Cristales”, y podrá enfrentarse a Setzer por el cinturón de campeón.
  Las reglas son simples: en cada combate, ambos participantes comienzan con el mismo número de esferas. Al recibir un golpe, el participante deja caer varias esferas, que el rival puede recoger, sumándolas al total. Es decir: no gana quien incapacite al otro, sino quien más esferas tenga cuando el tiempo se agote.
  La casualidad ha querido que Roxas y Hayner se vean las caras en semifinales.
  —Oye —dice Roxas—, perdona por dejaros plantados ayer.
  —¿Sigues preocupado por eso? Aprende a olvidar esos rollos.
  —Son demasiadas cosas.
  —Lo siento, tío. Espera, ¿por qué iba a sentirlo?
  Ahora que han hecho las paces, y el buen ambiente reina entre ellos, no hay mejor manera de sellar su amistad que repartiéndose una buena somanta de palos con el bate de Struggle. El combate termina con Roxas como vencedor.
  —Veo que te he enseñado bien —dice Hayner.
  —Me he divertido mucho luchando contigo.
  —Ya. Pues yo no, listillo.
  —Venga, hombre, anímate un poco.
  En la otra semifinal también deben enfrentarse dos amigos: Seifer y Vivi. Contra todo pronóstico, el niño sale vencedor, mostrando una fuerza y rapidez que ni siquiera sus colegas sabían que tenía.
  —Ése no es Vivi —dice Seifer a Roxas—. Machácalo.
  Los dos finalistas se enfrentan por el Trofeo de los Cuatro Cristales. Cuando el contador llega a cero, Roxas posee más esferas que su rival. Sin embargo, las cosas no terminan como esperaban. De pronto, todo a su alrededor se detiene, como si, una vez más, el tiempo hubiera dejado de correr, con la única excepción de Roxas y Vivi.
  El cuerpo del niño comienza a brillar…, y se convierte en uno de esos monstruos blancos. Seifer no se equivocaba al creer que “ése no es Vivi”. Por si fuera poco, otros seres similares aparecen en el cuadrilátero, rodeando a Roxas. La llave espada se manifiesta en su mano; es hora de repartir leña.
  Cuando se deshace de los monstruos, un hombre cubierto completamente de negro (pero diferente al que robó la bolsa de monedas) aparece ante él, aplaudiendo.
  —Roxas, tú como siempre. Pelea tras pelea. ¿Me recuerdas? Soy yo, Axel.
  El hombre se quita la capucha, desvelando su puntiagudo pelo rojo.
  —¿Axel?
  —Tu mente está completamente en blanco. ¡Qué pasada! ¡Ni los umbríos van a poder con eso!
  —¿Qué está pasando?
  —Ésta es su ciudad, su creación, ¿verdad? Así que no hay tiempo para preguntas —Axel saca dos shurikens de fuego—. Tú te vienes conmigo, consciente o no. Ya hablaremos luego.
  —¡¿Qué está pasando?!
  Roxas arroja la llave espada al suelo…, pero ésta vuelve inmediatamente a su mano.
  —El número trece: Roxas. El elegido de la llave espada.
  —¡De acuerdo! ¡Tú te lo has buscado!
  Otro hombre, el de rojos ropajes y la cara cubierta por vendajes, interrumpe el inminente combate.
  —¡Conque eras tú! —exclama Axel.
  El hombre ignora a Axel y se dirige a Roxas.
  —¡Ignora las falacias de este insensato!
  —¡Roxas, no dejes que te engañe! —replica Axel.
  —¡Roxas!
  —¡Roxas!
  El chico cae de rodillas, tapándose las orejas con las manos.
  —Hayner… Pence… Olette…
  De pronto, todo vuelve a la normalidad. Sobre el cuadrilátero sólo están Vivi y él. El niño parece especialmente confuso.
  —¿…Cómo he llegado aquí?
  —¡Damas y caballeros! —anuncia el presentador—. ¡Roxas es nuestro nuevo gran campeón!
  El Trofeo de los Cuatro Cristales tiene dueño, aunque antes de la entrega debe producirse el combate final, que decidirá quién alza el cinturón de campeón. Roxas y Setzer suben al cuadrilátero, bates de Struggle en mano.
  —Eh, paquete. ¿Qué tal si te rajas y nos vamos a casa? —Setzer no es tan elegante como parecía, después de todo—. Déjame y ganar y sabré recompensarte.
  —¡Venga ya!
  —Aquello que consideras lo correcto, no lo es. Y eso es un gran error.
  La historia continúa sea quien sea el ganador, así que saltemos esta parte intrascendente. Dejo en vuestras manos quién se queda el cinturón: Roxas o Setzer.
  Quedémonos con lo importante: la obtención del Trofeo de los Cuatro Cristales. Tras reunirse en lo alto de la torre del reloj, Roxas arranca esos cuatro cristales que dan nombre al trofeo, y entrega uno a cada amigo: el amarillo a Olette, el rojo a Hayner, el verde a Pence. El azul se lo queda él.
  —Lo prometido —dice Roxas.
  —¡Muchas gracias! —exclama Pence.
  —Otro tesoro que compartir —añade Hayner.
  —Yo también tengo un regalo para todos —responde Olette.
  La chica saca cuatro helados de sal marina, sus favoritos. Roxas se pone en pie, emocionado…, con tan mala suerte que tropieza y cae de la torre.

  Mientras tanto, en otro lugar lejano, dos chicas con traje de colegialas caminan juntas.
  —Oye, Kairi, ¿te apetece ir a la isla? Tidus y Wakka están liados con su partido, y no quieren ir conmigo.
  —Hoy no. Lo siento, Selphie.
  —Vaya… ¿Por qué no?
  —¿Te acuerdas de aquellos chicos que venían por aquí con nosotras?
  —¿Riku?
  —Sí.
  —Me pregunto qué habrá sido de él. Lo echo mucho de menos.
  —Está muy lejos —responde Kairi—, pero sé que lo volveremos a ver.
  —¡Claro! Claro que sí.
  —¿Y el otro chico?
  Selphie se queda pensativa.
  —¿Qué otro chico?
  —Ése que siempre estaba con Riku y conmigo. Jugábamos en la isla pequeña. Antes recordaba su voz, pero ya no. Tampoco su cara ni su nombre. Me da rabia. Así que he decidido no volver a esa isla hasta que lo recuerde todo sobre él.
  —¿Seguro que no te lo has inventado?
  De repente, Kairi cae inconsciente, mientras oye una voz en su cabeza.
  —(¿Naminé?)
  —¿Quién eres? Yo no me llamo así. Soy Kairi.
  —(Kairi… Yo te conozco. Eres la chica que le gusta.)
  —¿A quién? ¡Por favor, di su nombre!
  —(Soy Roxas.)
  —Vale, Roxas, pero ¿cómo se llama él?
  —(¿No recuerdas mi nombre? Muchas gracias, Kairi. Está bien, supongo que puedo darte una pista. ¡Empieza por “S”!)
  Selphie ayuda a Kairi a reincorporarse. La chica parece haber recordado algo gracias a la voz de su cabeza. Kairi se dirige inmediatamente a la playa, y lanza una botella al mar.
  —¿Qué es eso? —pregunta Selphie.
  —Una carta. Se la escribí ayer al chico que no recuerdo. Yo sé que, esté donde esté, lo encontraré algún día. Cuando terminé de escribir la carta, recordé que hicimos una promesa. Algo importante. Esta carta es el comienzo. Lo sé.
  —Vaya.. Espero que llegue.
  —Seguro que sí. Empezaba por “S”… ¿Verdad, Sora?

  Restauración al 79 por ciento.

  El hombre de rojo y el hombre de negro (que, repito, no es Axel, pese a compartir vestimenta) siguen frente al ordenador.
  —Su progreso es asombroso —dice el primero.
  —¿Qué ha sucedido? —pregunta el otro, jugueteando con la piedra azul del trofeo.
  —El encuentro de Naminé con Roxas puso su corazón en contacto con el de Kairi. Y eso, de paso, ha afectado a Sora.
  —Naminé es todo un prodigio.
  —No nació como los otros incorpóreos. Puede interferir en los corazones y los recuerdos de Sora y de quienes están con él.
  —¿Quién es el origen de su incorpóreo?
  —Podría decírtelo…, pero quizá tú podrías iluminarme antes con tu verdadero nombre.
  —Es Ansem.
  El hombre de negro se quita la capucha, demostrando que no miente. La melena grisácea no deja lugar a dudas. Por algún motivo, su compañero ríe a carcajadas.
  —¡Es un honor, Ansem!

  En una sala blanca llena de tronos, varios hombres vestidos de negro charlan entre sí.
  —¡De eso nada! —exclama Axel—. Será broma lo de librarse ya de él. Es demasiado pronto.
  —Son órdenes —responde un hombre armado con una lanza—. ¿Por qué las cuestionas? Sobre todo tú, que nunca has tenido piedad con las ovejas descarriadas de la Organización.
  —¡No es el caso! Él no nos ha traicionado. ¡Es que no puede volver aún!
  —Si no regresa, sabes bien qué debes hacer. Si no, atente a las consecuencias.
  —Me convertiréis en un umbrío… Entendido. ¡Lo haré si eso es lo que queréis!

Capítulo 5 – Villa Crepúsculo, quinto día

  Roxas despierta sobresaltado. No está bajo la torre del reloj, sino en su cama.
  —Estaba soñando… Pero ¿qué partes eran reales y cuáles eran un sueño?
  Los cuatro amigos se juntan en el lugar de siempre.
  —Sólo quedan tres días de las vacaciones de verano —dice Hayner—, así que ni nombres los deberes.
  —Pero quedamos en que los terminaríamos hoy —replica Olette.
  Roxas, que tiene otros asuntos en la cabeza, no puede evitar compartir con los demás su preocupación:
  —Ayer me caí de la torre de la estación, ¿no?
  —¡Entonces no estarías aquí! —contesta Hayner.
  —Pero tío —añade Pence—, te faltó un pelo.
  —¡Dejad de cambiar de tema! —protesta Olette.
  —Está bien, tú ganas —Hayner se da por vencido—. Maldita redacción libre… Bueno, ¿alguien tiene alguna idea brillante para el tema?
  —Hay un extraño rumor circulando por ahí —dice Pence—. Conocéis las escaleras de la Estación del Atardecer, ¿no? Subimos y bajamos por ellas sin fijarnos mucho. Pero no son normales, ¿sabéis? El número de escalones varía según subas o bajes.
  —¡¿En serio?! —Hayner parece impresionado.
  —Y hay otras seis historias extrañas como ésa. Algo así como “las Siete Maravillas de Villa Crepúsculo”.
  —¡Podríamos investigarlas para nuestro trabajo de la escuela!
  Los cuatro toman un tren interurbano gratuito que los llevará a la Estación del Atardecer. Durante el trayecto, Olette saca su cristal amarillo. Hayner y Pence hacen lo mismo con los suyos. Sin embargo, Roxas no encuentra el cristal azul.
  Una vez en su destino, el grupo se divide en dos para cubrir más terreno. Hayner y Olette se alejan, mientras Roxas y Pence se dirigen a las escaleras de aquel extraño rumor.
  —¿Éstos son los escalones que cuentan distinto al subir y al bajar? —pregunta Roxas.
  —En realidad es una estupidez… Fue Trueno quien los contó. Dijo: “Nunca me salen los mismos escalones, colega”.
  —Entonces… ¿simplemente contó mal?
  Primera Maravilla desvelada. Resultó ser un simple error de Trueno.
  Roxas encuentra un muro del que surgen pelotas blancas. Al inspeccionarlo, su visión se nubla por unos segundos, como si su cerebro estuviese fallando. Cuando se recupera, el muro ha recuperado la normalidad. No hay duda de que esa es otra de las Siete Maravillas.
  La Tercera Maravilla está en un túnel, donde Roxas encuentra a Vivi. El niño parece dispuesto a combatir, pues lleva un bate de Struggle. Y no lo hará solo, ya que de repente han aparecido múltiples Vivis. La superioridad numérica no es suficiente, ya que todos ellos desaparecen tan pronto como Roxas les acierta con la llave espada. Entonces, su cabeza vuelve a nublarse. Al recuperar la visión, allí hay un solo Vivi, y no parece tener ganas de luchar.
  —¿Qué pasa, Roxas? ¿Has venido a practicar?
  —Eh… No… Es que… había muchos tú.
  —¿Eh? ¿Muchos yo? No comprendo.
  Tan pronto como Roxas se marcha de allí, Vivi se transforma en un umbrío. Otro misterio que sumar a la lista, y otra Maravilla que restar.
  La Cuarta Maravilla se oculta en una fuente. El reflejo de Roxas cobra vida propia y abandona la fuente, para a continuación atacar al original. Cuando Roxas vence, inmediatamente cae inconsciente. Pence lo encuentra poco después. La fuente parece haber vuelto a la normalidad. ¿O quizá simplemente se lo imaginó?
  La Quinta Maravilla aguarda en la Colina del Atardecer. Allí hay una bolsa de basura muy curiosa. Primero, por sus grandes dimensiones; y segundo, porque se mueve. Roxas descubre que no es ningún asunto paranormal, sino un perro que ha quedado encerrado dentro. Pence y Roxas se marchan, empezando a sentirse estafados por todas aquellas Maravillas…, sin saber que el perro era en realidad otro umbrío.
  Hayner y Olette llegan corriendo con información sobre la Sexta Maravilla.
  —¡El misterio del tren fantasma! —dice la chica.
  —¿Sabéis por dónde pasa? —pregunta Roxas.
  —Por la Colina del Atardecer.
  Los cuatro se dirigen al lugar del que acaban de volver Roxas y Pence, donde el perro de la bolsa de basura. Justo por debajo hay un túnel, atravesado por las vías del tren.
  —Se cuenta que el tren va vacío —Pence pone tono de historia de miedo—. Sin maquinista, sin revisor, sin pasajeros…, sin regreso.
  Por mucho que esperan, el tren no aparece.
  —El año que viene tenemos que ir a la playa —dice Olette.
  —Sí —responde Hayner—. Habrá que buscar trabajo al empezar las vacaciones.
  Seifer entra en escena, estropeando el buen ambiente.
  —Buenas tardes, piltrafillas. ¿Qué estáis haciendo aquí?
  —¿Y a ti qué te importa? —replica Hayner.
  —No me importa, pero decídmelo.
  —Estamos esperando al tren fantasma —explica Pence.
  Seifer ríe a carcajadas.
  —¿Por qué siempre que os veo me pongo de los nervios?
  —No lo sé —contesta Roxas—. Tal vez sea el destino.
  —El destino… En ese caso, seamos amigos. Paso de dejarme guiar por el destino.
  —¿Y cuándo te has dejado tú guiar por algo?
  Seifer sonríe y se marcha, dejando a los cuatro sorprendidos por su actitud.
  —¡Mirad! —exclama Roxas de repente.
  Un extraño tren morado (de un solo vagón) recorre las vías. No parece haber nadie a bordo. Los cuatro corren hacia la Estación del Atardecer, ya que probablemente fuera ése su destino.
  —¡Subamos! —dice Roxas, dirigiéndose al tren.
  —Cuidado —Hayner le agarra el brazo—. Podrías caerte a las vías.
  Cuando Hayner suelta a su amigo, no hay rastro del tren. Roxas parece ser el único que lo ha visto (algo demasiado habitual ya).
  Todas sus investigaciones han sido un fracaso. El grupo regresa a la Plaza de la Estación, bajo la torre del reloj.
  —Vamos a casa a hacer la redacción —dice Hayner.
  —“Los rumores eran falsos. Fin” —broma Pence.
  —Puede quedar bien si escribimos todo lo que hemos hecho —responde Olette.
  Roxas se detiene.
  —Pero ¿qué pasa con la última, la Séptima Maravilla?
  —¿A quién le importa? —protesta Hayner, harto de aquello.
  —A mí. Vamos, Pence.
  —Está en la mansión encantada —responde éste.
  Roxas y Pence se dirigen a la mansión del bosque, ya sin la compañía de sus otros dos amigos.
  —Es un sitio de lo más misterioso —dice Pence—. Íbamos a investigarla mañana. Hasta la panda de Seifer nos iba a ayudar.
  —¿Seifer?
  —Sí, se lo pidió Hayner.
  —¿Y qué estamos buscando?
  —Bueno, dicen que hay una niña que se aparece en la ventana del segundo piso, aunque hace años que nadie vive aquí.
  Al mirar al lugar indicado por Pence, Roxas cree ver algo…

  De repente, Roxas tiene una visión. Está dentro de una habitación blanca, llena de dibujos hechos a mano. Es como si estuviera viendo a través de los ojos de otra persona.
  —(Roxas…)
  —¿Naminé?
  La chica se dirige hacia uno de los dibujos de la pared, donde se ven cuatro personas con traje negro.
  —¿Éste soy yo? Y también está Axel.
  —(Sois amigos íntimos.)
  —Muy graciosa.
  —(¿No quieres saber la verdad? ¿Saber quién eres realmente?)
  —Nadie me conoce mejor que yo mismo. Pero… no entiendo qué está pasando últimamente.
  Naminé observa otro dibujo, en el que aparecen tres personas.
  —(Conoces a estos tres, ¿verdad?)
  —Sí. Sora, Donald y Goofy. Estaban en mis sueños.
  —(Hace casi un año, sucedieron ciertas cosas, y tuve que separar los recuerdos enlazados del corazón de Sora. Pero ahora voy a volver a colocarlos justo donde estaban. Me ha llevado tiempo, pero pronto Sora volverá a ser el de siempre. El proceso también te está afectando a ti, Roxas.)
  —¿Te refieres a los sueños?
  —(Sí. Sora y tú estáis conectados. Y para estar completo de nuevo, digamos que Sora… te necesita.)
  —¿A mí? ¿Para qué?
  —(Tú conservas la mitad de su ser. Te necesita, Roxas.)
  —Naminé…, ¿quién eres?
  —(Una bruja, con poderes sobre los recuerdos de Sora y los que lo rodean.)
  —¿Una bruja?
  —(Así es como me llama DiZ. Pero no sé por qué tengo este poder. Simplemente lo tengo. Ni siquiera sé si hay un modo adecuado de usarlo.)
  —Hmm… No puedo ayudarte. Es curioso. Siento como si no me conociera a mí mismo. Quizá me gustaría saber… ¿qué sabes tú de mí que yo no sepa?
  —(Tú… Tú no deberías haber existido, Roxas.)
  —¿Qué? ¿Cómo puedes decir algo así? Aunque fuera verdad…
  —(Lo siento. Supongo que hay cosas que es mejor no decir.)

  Pence sacude los hombros de Roxas hasta que éste se recupera. Se había quedado paralizado, mirando fijamente hacia la ventana del segundo piso.
  —¿La has visto? —pregunta Pence.
  —Sí. Mira la ventana. Fíjate bien.
  Sin embargo, Pence no ve a nadie.
  —Supongo que sólo eran las cortinas moviéndose. Bueno, volvamos al lugar de siempre. Hayner y Olette nos esperan.
  Cuando los dos amigos vuelven al punto de reunión, allí sólo encuentran a Olette.
  —Hola, chicos. ¿Qué tal ha ido?
  —La niña de la ventana ha resultado ser una cortina que se movía con el viento —explica Pence.
  —Me lo imaginaba. Ya tenemos la redacción.
  —¡Genial!
  —¿Vamos a buscar a Hayner? Seguro que está en la estación.
  Lo encuentran sentado en la torre del reloj, comiéndose un helado de sal marina. Al fin tienen un momento para relajarse y disfrutar del tiempo libre, a sólo dos días del final de las vacaciones de verano.

  Ansem se aproxima al hombre de rojo para hacerle una pregunta:
  —¿Por qué le has mostrado el tren?
  —Porque se perdió la excursión a la playa.
  —Te estás volviendo un blandengue.
  —Bueno… ¿Y tú qué? ¿Empiezan a llenarse las lagunas de tu memoria?
  —Sí —responde Ansem—, la bruma se va despejando.
  —Lo mismo les está pasando a todos los que estaban relacionados con Sora. Muy pronto, para ellos será como un buen amigo que se ha ido un año de viaje.
  —He esperado, pero ahora quiero saberlo. ¿Qué es lo que pretendes?
  —Venganza —el hombre de rojo cambia de tema rápidamente—. Ahora, los últimos retoques. Primero, debemos librarnos de Naminé. Ha hecho un trabajo espléndido con Sora, pero ahora debe desaparecer. Roxas no es el único que no tenía que haber existido nunca. Encárgate de ello, Ansem.

  Restauración al 97 por ciento.

Capítulo 6 – Villa Crepúsculo, sexto día

  «Sora, Donald y Goofy están en un mundo de oscuridad, invadido por los sincorazón. Deben derrotar a Ansem para devolver la normalidad a todos los mundos, aunque ello implicará que se desconecten entre sí. Sora se enfrenta a Ansem y lo derrota. Usando sus últimas fuerzas, Ansem intenta cruzar las puertas de Kingdom Hearts en busca de oscuridad. Sin embargo, lo que surge es una luz que lo hace desaparecer. Después, Sora y sus amigos, incluyendo a Riku y Mickey, logran cerrar las puertas de Kingdom Hearts. La desconexión de los mundos provoca que Sora y Kairi se separen. Por último, Sora, Donald y Goofy llegan a un castillo.
  El sueño cambia radicalmente, mostrando a dos chicos vestidos totalmente de negro, y armados con llaves espada. Uno tiene la cabeza cubierta por una capucha; el otro, en cambio, deja ver su pelo largo plateado, con toques morados, y sus ojos tapados por una venda. Cuando eliminan a los sincorazón, ambos se enfrentan entre sí.»

  Roxas despierta, asombrado por la nitidez de ambos sueños. Tan pronto como se ha cambiado de ropa, se dirige al lugar de siempre, donde se encuentra con Hayner, Pence y Olette.
  —Tíos, he dormido fatal esta noche —sus amigos lo ignoran—. ¿Hola?
  Roxas intenta tocar el hombro de Hayner, pero lo atraviesa. No puede oír lo que dicen, y ellos ni siquiera pueden verlo. Roxas observa una fotografía en la que aparecen los otros tres solos, pese a que él recordaba haber estado con ellos en el momento en que la hicieron. La situación es cada vez más extraña y preocupante…
  Al salir de la casa abandonada, Roxas se topa con varios umbríos, además de Axel.
  —Mira a lo que hemos llegado, Roxas. Me han dado la sucia orden de eliminarte si te niegas a volver conmigo.
  —Somos buenos amigos, ¿no?
  —Claro… Pero no dejaré que me conviertan en un umbrío por… ¡Un momento! ¿Ya te acuerdas?
  —Sí.
  —¡Genial! Pero… tengo que comprobarlo. Así que… Hmm… ¿Cómo se llama nuestro jefe?
  Roxas no tiene ni idea, por lo que Axel da por hecho que en realidad no recuerda nada. Debe cumplir la orden de eliminarlo. El pelirrojo se prepara para lanzar uno de sus shurikens de fuego…, pero, de pronto, se queda inmóvil. El tiempo ha vuelto a detenerse.
  —(¡Roxas, ven a la mansión!) —una voz de hombre suena en su cabeza—. (¡Ha llegado la hora!)
  El chico sale corriendo hacia el bosque. Por el camino no encuentra ni una sola persona, lo que resulta bastante extraño. Y lo es más que en su lugar haya decenas de umbríos.
  Al llegar a la puerta de la vieja mansión, descubre que está cerrada. Entonces, tiene una idea. Al igual que hacía Sora en sus sueños, Roxas apunta hacia el cerrojo con su llave espada. Un haz de luz surge de la punta de la llave, abriendo al instante la cerradura.
  Roxas se interna en la mansión, sin sospechar lo que está ocurriendo fuera. Un grupo de umbríos se arremolina en la puerta, intentando entrar. Entonces aparece otro encapuchado (Ansem), dispuesto a hacerles frente para salvar a Roxas.
  El interior de la mansión es un caos. No solamente por la suciedad y el mobiliario roto, sino porque allí también hay umbríos. En el segundo piso, Roxas encuentra la sala blanca llena de dibujos, aunque no hay rastro de Naminé.
  Al observar uno de los dibujos, el chico tiene una visión.

  Roxas camina por una ciudad de aspecto moderno. Lleva una vestimenta negra, como la de Axel. De hecho, el pelirrojo también está allí.
  —¿Te has decidido?
  —¿Por qué me escogió la llave espada? Tengo que saberlo.
  —¡No puedes traicionar a la Organización!

  Cuando la visión desaparece, Roxas descubre que Naminé está a su lado.
  —Organización XIII… —el chico ha recordado el nombre—. No es nada bueno.
  —Buenos o malos… No sé. Son un grupo de seres incompletos que desean ser completos. Con ese fin, buscan algo desesperadamente.
  —¿Qué?
  —Kingdom Hearts.
  —Creo que… he estado esquivando la pregunta que de verdad quiero hacer. ¿Qué me va a pasar ahora? Dime al menos eso. Todo lo demás ya no importa.
  —Tú eres…
  Naminé se queda en silencio, paralizada. Su cuerpo empieza a difuminarse poco a poco, hasta que desaparece. En ese mismo instante, otro hombre llega a la sala; el de traje rojo y cabeza llena de vendajes.
  —Nada que averigües tendría el poder para cambiar tu destino.
  —Aunque no lo cambie, quiero saberlo. ¡Tengo derecho a saberlo!
  —Un incorpóreo no tiene derecho a saber. Ni siquiera tiene derecho a ser.
  —¿Pero qué es un incorpóreo?
  La conversación se ve interrumpida con la irrupción de Ansem, cuya cara está oculta por la capucha negra.
  —DiZ, no hay tiempo. ¡Demasiados incorpóreos!
  El hombre de rojo abre un portal mágico para marcharse de allí. Sin embargo, para su sorpresa, Naminé surge de él.
  —Roxas —dice la chica—, los incorpóreos como nosotros sólo somos seres a medias. No desaparecerás. ¡Estarás completo!
  —¿Voy… a desaparecer?
  —¡No permitiré más salidas de tono! —replica DiZ.
  —¡No desaparecerás! —repite Naminé—. ¡Roxas, volveremos a vernos! Entonces podremos hablar de todo. Tal vez yo no sepa que eres tú, y tú no sepas que soy yo, pero volveremos a vernos. Algún día. Pronto.
  DiZ agarra a Naminé, y se la lleva a través del portal. El encapuchado también desaparece, dejando a Roxas solo y confuso.
  Por ahora, Roxas sabe que tanto él como Axel pertenecían a la llamada Organización XIII, que busca Kingdom Hearts. El otro encapuchado (Ansem, al que no conoce) no parece ser parte de la Organización. Por alguna razón, Roxas, elegido de la llave espada, acabó traicionando a la Organización, motivo por el que quieren matarlo. Todos en la Organización son incorpóreos; también lo es Naminé. Con ayuda de la chica, DiZ está intentando que Roxas “esté completo”. Y eso, irónicamente, conllevará su desaparición.
  Para obtener más respuestas, Roxas se dirige a la biblioteca de la mansión. Allí encuentra una entrada secreta al sótano, de aspecto mucho más pulcro y moderno. Lo primero que llama su atención es un ordenador con múltiples paneles y monitores.
  Roxas siente un fuerte dolor de cabeza, que da paso a otra visión.

  Hay una sala redonda, con varios tronos situados a distintas alturas. Son trece tronos en total (como el “XIII” de la Organización). Axel ocupa uno de ellos; Roxas, otro.
  La siguiente escena muestra a Roxas en la calle, junto al chico de pelo largo plateado y ojos vendados, con el que ya soñó esa misma noche.
  —¡¿Por qué?! —protesta el desconocido—. ¡¿Por qué tienes la llave espada?!
  —¡Cállate!
  Los dos se enfrentan en combate, con victoria para el chico de pelo plateado.
  En la última escena, Roxas está inconsciente, rodeado por DiZ y Ansem.
  —¿Funcionará? —pregunta el encapuchado.
  —Podemos mantener la ciudad virtual hasta que Naminé termine de enlazar los recuerdos de Sora.
  —¿Qué le ocurrirá a Roxas?
  —Conserva la mitad del poder de Sora en su interior. Al final, tendrá que devolverlo. Hasta entonces, necesitará otra personalidad para despistar a sus perseguidores.
  —Pobre marioneta.
  —Es el destino de un incorpóreo.

  Roxas acaba de entender todo. Su vida en Villa Crepúsculo era artificial, un simple engaño para mantenerlo oculto mientras Sora, su “otra mitad”, se recuperaba. DiZ y Ansem lo mantuvieron a salvo de la Organización durante casi todo un año, antes de que Axel lo encontrara.
  Lleno de rabia, Roxas destruye el ordenador con la llave espada, momentos antes de que el lugar empiece a llenarse de umbríos. Haber dejado la entrada al sótano abierta tiene sus consecuencias.
  Tras eliminar a los umbríos, es Axel quien desciende por las escaleras.
  —Asombroso, Roxas.
  —Axel…
  —¿De verdad te acuerdas de mí esta vez? ¡Qué gran halago! —Axel hace aparecer fuego alrededor de la sala—. ¡Pero ya es tarde!
  Roxas desenfunda no una, sino dos llaves espada. Recordar el pasado también le ha llevado a recuperar sus habilidades ocultas. Gracias a eso, logra derrotar a su viejo amigo.
  —Axel…
  —Nos veremos en otra vida.
  —Sí. Estaré esperando.
  —Qué tontería —Axel ríe, empezando a ser consumido por la oscuridad—. Quizá sólo tú tengas otra vida.
  El pelirrojo desaparece, eliminado por el que fuera su amigo. No ha sido un combate agradable para ninguno de los dos, por mucho que Axel haya intentado disimularlo.
  Con el camino despejado, Roxas recorre libremente los pasillos del sótano. No tarda en encontrar varias cápsulas con forma de huevo, dos de las cuales están ocupadas por Donald y Goofy. Las demás están vacías.
  El pasillo concluye en una sala blanca, donde se encuentra la última cápsula con forma de huevo. Frente a ella está DiZ.
  —Al fin, el elegido de la llave espada.
  —¿Con quién hablas? ¿Conmigo o con Sora?
  —A la mitad de Sora, claro. Tú resides en la oscuridad. Lo que necesito es a alguien que pueda moverse por el Reino de la Luz, y destruir la Organización XIII.
  —¿Por qué? ¿Quién eres?
  —Un simple siervo del mundo —ríe—. Y si yo soy un siervo, tú deberías considerarte una herramienta como mucho.
  —¿Se supone que eso es una broma? ¡Porque no me hace gracia!
  Roxas ataca a DiZ, pero su llave espada atraviesa el cuerpo del hombre de rojo como si allí no hubiera nada.
  —Mis disculpas. Esto no es más que una proyección virtual.
  Lo mismo ocurría con la Naminé de la sala llena de dibujos. La chica desapareció porque no era real, a diferencia de la que apareció después a través del portal mágico.
  Roxas descarga su ira contra DiZ, aunque ninguno de sus golpes hace efecto en esa especie de holograma.
  —¡No sabes cómo te odio!
  —Comparte algo de ese odio con Sora. Es demasiado bueno para lo que le conviene.
  —¡No! ¡Mi corazón me pertenece!
  —Vamos, acércate a la cápsula.
  La proyección desaparece, instantes antes de que la cápsula comience a abrirse. Sora duerme en el interior. Al verlo, Roxas se calma, comprendiendo que no sirve de nada resistirse.
  —Tienes suerte, Sora. Supongo que mis vacaciones de verano se acabaron.

Enlaces:

Kingdom Hearts, parte 1 (capítulos 1-7)
Kingdom Hearts, parte 2 (capítulos 8-29)
Kingdom Hearts, parte 3 (capítulos 30-49)
Kingdom Hearts: Chain of Memories, parte 1 (capítulos 1-5)
Kingdom Hearts: Chain of Memories, parte 2 (capítulos 6-25)
Kingdom Hearts: Chain of Memories, parte 3 (capítulos 26-49)
Kingdom Hearts: Chain of Memories, parte 4 (capítulos 50-72)
Kingdom Hearts II, parte 1 (capítulos 1-6) cursor
Kingdom Hearts II, parte 2 (capítulos 7-25)
Kingdom Hearts II, parte 3 (capítulos 26-47)
Kingdom Hearts II, parte 4 (capítulos 48-63)
Kingdom Hearts II, parte 5 (capítulos 64-76)
Kingdom Hearts: 358/2 Days, parte 1 (Organización XIII, introducción, días 7-26)
Kingdom Hearts: 358/2 Days, parte 2 (días 27-224)
Kingdom Hearts: 358/2 Days, parte 3 (días 225-359)
Kingdom Hearts: 358/2 Days, parte 4 (Diario de Roxas)
Kingdom Hearts: 358/2 Days, parte 5 (Informes secretos)
Kingdom Hearts: Birth by Sleep, parte 1 (prólogo, inicio)
Kingdom Hearts: Birth by Sleep, parte 2 (Terra)
Kingdom Hearts: Birth by Sleep, parte 3 (Ventus)
Kingdom Hearts: Birth by Sleep, parte 4 (Aqua)
Kingdom Hearts: Birth by Sleep, parte 5 (Conexión, KH 0.2 – A Fragmentary Passage)
Kingdom Hearts Coded, parte 1 (capítulos 1-9)
Kingdom Hearts Coded, parte 2 (capítulos 10-19)
Kingdom Hearts 3D: Dream Drop Distance, parte 1 (capítulos 1-10)
Kingdom Hearts 3D: Dream Drop Distance, parte 2 (capítulos 11-22)
Kingdom Hearts 3D: Dream Drop Distance, parte 3 (capítulos 23-29)
Kingdom Hearts χ Back Cover
Kingdom Hearts III, parte 1 (capítulos 1-17, KH 0.2 – A Fragmentary Passage [final])
Kingdom Hearts III, parte 2 (capítulos 18-29)
Kingdom Hearts III, parte 3 (capítulos 30-45, Kingdom Hearts: Union Cross)
Kingdom Hearts III Re Mind
Kingdom Hearts: Melody of Memory

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